jueves, 24 de marzo de 2011

Mejorar la capacidad intelectual

Existe un gran interés en la actualidad por la mejora de las capacidades cognitivas. Sin embargo, los métodos empleados son generalmente discutibles. Una investigación realizada por científicos de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) demuestra que alcanzar la meta será más complejo de lo que a menudo se supone.

Colom, R., Quiroga, Mª A., Shih, P. C., Martínez, K., Burgaleta, M., Martínez-Molina, A., Román, F. J., Requena, L., & Ramírez, I. (2010). Improvement in working memory is not related to increased intelligence scores. Intelligence, 38, 497-505.

Algunos estudios publicados en revistas tan prestigiosas en ciencia como ‘PNAS’ o ‘Nature’ se centran en demostrar que es posible mejorar la capacidad intelectual, o, por el contrario, que resulta realmente complejo, casi imposible.

Sin embargo, ambos tipos de resultados han sido muy discutidos por el modo en que se valoran las mejoras, por el procedimiento de estimulación de la capacidad empleado, o por el control experimental realizado.

La investigación que ahora comentamos ha supuesto (a) evaluar cuidadosamente la capacidad intelectual de un gran número de participantes (aprox. 300) antes de que (b) resuelvan, durante tres semanas (entrenamiento) una serie de tareas que deberían promover una mejora de esa capacidad (grupo experimental) o ser ajenas a esa mejora (grupo control) según los estudios previos.

Las primeras tareas se conocen con el nombre de memoria operativa, mientras que las segundas se basan en la velocidad al responder. Las primeras son muy complejas cognitivamente, mientras que las segundas son muy sencillas.

Terminada la fase de entrenamiento se comprobaron los cambios del grupo experimental y del control en sus respectivas tareas (memoria operativa y velocidad) observándose una mejora sustancial en todos los casos. Es decir, el grupo experimental mostraba un rendimiento mucho mejor en las exigentes tareas de memoria operativa transcurridas las tres semanas de entrenamiento. Mejoras igual de sustanciales se observaron en el grupo control en las tareas simples en las que primaba la velocidad de respuesta.


Sin embargo, los incrementos de ambos grupos en una segunda evaluación de su capacidad intelectual, terminada la fase de entrenamiento, revelaron una ausencia de diferencias entre ellos. Es decir, el grupo experimental no mejora más que el control en su rendimiento intelectual después de la fase de entrenamiento (figura 1).

Por tanto, existe una mejora, pero el incremento no se puede atribuir a un método de entrenamiento en particular, sino a una simple exposición a situaciones de evaluación.

Quizá uno de los resultados más llamativos de esta investigación fue que las mejoras observadas expresaban una extraordinaria ‘estabilidad’. Este hecho implica que los participantes mejor situados al comenzar el entrenamiento siguen siendo los mejores al darlo por finalizado. Y a la inversa, los peor situados al inicio continúan en las posiciones más bajas al terminar. A pesar de que se produce una mejora en general, el movimiento ascendente apenas altera la posición relativa de los participantes dentro de su grupo (figura 2).


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