viernes, 25 de marzo de 2011

1492


Ridley Scott dirigió, 500 años después del conocido como descubrimiento del nuevo mundo, el largometraje titulado '1492, la conquista del paraíso'.

Como es habitual, el cineasta británico hizo un digno trabajo, relativamente ponderado para lo que es usual --si excluimos una gratuita escena sobre un auto de fe, absolutamente irrelevante para el hilo narrativo y que alimenta una absurda leyenda sobre la inquisición como una institución genuinamente española.

Las dos figuras centrales de la película son Columbus y la Reina Isabel. La historia desarrolla las tribulaciones del navegante para conseguir los recursos necesarios para hacer el viaje, ante la oposición (correcta) de los intelectuales de la Universidad de Salamanca y con el apoyo de un fraile interpretado por Fernando Rey y del marino Pinzón --quien, gracias a sus contactos con un banquero judío, logra que Columbus tenga una audiencia con Isabel.

Gerard Depardieu interpreta magistralmente al navegante --de origen desconocido-- un espíritu libre dispuesto a arriesgar su vida, y la de los demás, para descubrir algo nuevo, para explorar horizontes ignotos. Su química con una reina de Castilla interpretada por Sigourney Weaver, resulta clave para inclinar la balanza.

En los primeros pasos de la conquista del nuevo mundo, el navegante intenta aplicar los mejores ideales del viejo mundo, esforzándose por convivir pacíficamente con los indígenas. Construye la primera ciudad conforme a los planos de Leonardo Da Vinci sobre lo que debería ser la ciudad ideal, pero la administración no resulta como se espera y termina siendo sustituido por 'hienas burocráticas'.

Los indígenas no son caracterizados como unos nobles salvajes, si no que, como en el resto del mundo, los hay mejores y peores. Algunos conviven con los colonos; otros asesinan salvajemente a los invasores.

El asesor económico de la reina es un interesante personaje que encuentra dificultades para comprender al navegante, pero que le apoya desde la sombra. Tiene dos intervenciones memorables. Una cuando discute con el descubridor sobre la civilización, representada por Europa, y la jungla que representa el nuevo mundo, a lo que el explorador replica que esa civilización que tanto admira fue posible gracias a gente idealista como él. La otra es cuando la Universidad de Salamanca atribuye el mérito del descubrimiento a Américo Vespucio, también financiado por la corona española; al salir del recinto le espeta a uno de sus colegas que si son recordados por la historia será gracias al navegante al que los intelectuales acaban de despreciar para vengarse de él por sus pasadas rencillas personales.

Que yo recuerde, este largometraje no tuvo demasiado éxito comercial. Pero, si pueden, vuelvan a verla si tuvieron la oportunidad de hacerlo en su momento. Si nunca la vieron, háganse con una copia.


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