Sin paños calientes: no existe ninguna empresa española que fabrique coches comerciales. Los franceses tienen Renault, Citroën, o Peugeot. Los italianos poseen Fiat, Alfa Romeo o Lancia. Los alemanes arrasan con Mercedes, Audi o Volkswagen. Los iberos, nada de nada, porque SEAT es, como se sabe, de los teutones.
Los ingenieros que se han formado aquí con nuestro dinero vuelan hacia destinos europeos donde usarán lo que saben, y lo que pueden aprender, para devolvernos, poco después, un producto que compraremos según los requisitos de esas empresas foráneas.
Se mire como se mire, no parece un buen negocio. En lugar de promover las oportunas inversiones para aprovechar nuestros excelentes recursos humanos, (a) se baja la cabeza y se mueve hacia un lado y otro en señal de resignación, o (b) se enchufa la TV para ver pasapalabra.
Visto el panorama, se abre alguna esperanza con determinados productos de lujo, como el GTA Spano, del empresario valenciano Domingo Ochoa, responsable de GTA Motor.
Esta máquina posee nada menos que 820 CV. Un derroche de poder.
Se espera producir, bajo pedido, casi 100 vehículos, a un precio por unidad de setecientos mil euros. No me compraré uno. Merkel, Sarkozy o Berlusconi posiblemente tampoco. Bueno quizá el tercero sí lo haga.
Es una situación absurda, pero menos da una piedra...
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