¿Verdad que suena extraño?
Sin embargo, es la consecuencia lógica que extraigo después de releer, en su versión original inglesa, la obra de Philip Wayne Powell 'Tree of Hate. Propaganda and prejudices affecting United States relations with the Hispanic World' (University of New Mexico Press, Albuquerque, 2008).
En su momento hice un apretado resumen de sus contenidos en este blog, así que evitaré repetir su principal mensaje --nítido, por lo demás, en el subtítulo del ensayo de este historiador norteamericano.
Lo que pretendo subrayar ahora es la invitación de Powell a desmarcarse de la cacareada superioridad nórdica representada por países como Holanda, Alemania, Francia o Reino Unido. Esa invitación se extiende desde Norteamérica a Iberoamérica y la península ibérica (España y Portugal).
La nación líder en el momento actual comparte, según el autor, varios factores cruciales con la primera potencia mundial del mundo moderno representada por el imperio español. Al igual que los Estados Unidos ahora, España se ganó antes la antipatía de los países nórdicos por su atribuida incapacidad para controlar sus posesiones y, por tanto, sus riquezas. El imperio español fue víctima de la primera campaña de propaganda orquestada para minusvalorar sus logros y despreciar a su gente, de modo similar a cómo, desde hace años, esos mismos europeos miran por encima del hombro a los 'yankess' a quienes se considera prepotentes, incultos y poco sofisticados. ¿Nos suena?
Igual que ahora el mundo absorbe fluidamente las creaciones norteamericanas sin reconocerlo explícitamente, en su momento el imperio español tuvo una sobresaliente influencia en los demás países --que, por supuesto, tampoco reconocieron. Al contrario, en ambos casos se consideran países con escaso interés cultural plagado de ciudadanos fanáticos, horriblemente patriotas y, por supuesto, insultantemente básicos.
La obra de Powell se cimenta sobre la necesidad de que los norteamericanos abandonen los mitos nórdicos de origen europeo, sin ninguna base real, promovidos por una lamentable propaganda. Las tristes actuaciones de los Estados Unidos en el resto de América, que el autor revisa, demuestran que la situación solamente puede corregirse dirigiendo la mirada hacia el lugar adecuado.
No será fácil eliminar los errores que se han propagado a través de los libros de texto de generaciones de estadounidenses, tales como la despiadada conquista de América por parte de los 'Spaniards', su ciego fervor religioso materializado en una implacable inquisición, su interés exclusivo en el oro, maya, inca y azteca, o su incapacidad para gobernar más allá de la cruel explotación de los indígenas.
Powell desmonta eficazmente esta leyenda negra en su obra, recurriendo a hechos demostrados y huyendo del manipulado saber recibido por canales fríos e interesados.
La unión iberoamericana sería extraordinariamente poderosa. Y también coherente. Existe un poso cultural compartido por los iberoamericanos --incluyendo los Estados Unidos-- inexistente con el resto de los países europeos. Es absolutamente cierto que Europa termina en los Pirineos, pero Iberia se extiende hacia el oeste, hacia América.
Los Estados Unidos son hermanos de los Latinoamericanos en mucha mayor medida que de la franja europea situada por encima de la cordillera pirenaica. Pero, subraya Powell, Latinoamérica no se puede entender sin Iberia. Haberlo intentado ha provocado los graves errores de los 'yankees' en su propio continente.
Los iberos nos estamos acostumbrando, peligrosamente, a las influencias nórdicas. No son pocas las voces que denuncian esa tendencia. Pero mirar hacia el lugar natural parece más inteligente si se desea evitar dolorosas e innecesarias tortícolis.
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