Comenzamos 2011.
Se augura un año intenso e interesante, prólogo a lo que vendrá en 2012.
Continuaremos compartiendo y discutiendo datos e ideas --o lo que sea-- en este blog.
Y qué mejor que un toque 'mágico' para abrir la temporada.
Mágico y también un pelín político.
Estos días leía las declaraciones del nuevo Presidente Catalán, Artur Mas, en las que volvía a reclamar más autonomía y capacidad de autogestión para esa Comunidad. Se hacía eco, así, de la tendencia a separarse del resto de los iberos.
Expresé, en otra ocasión, mi respeto hacia el estatuto de autonomía.
Y no porque yo sea catalán, que lo soy, sino porque apoyo sin reservas que los ciudadanos podamos hablar y manifestarnos con la mayor libertad, sin tapujos, sin censuras.
Pero en estas fechas tan entrañables me encontré pensando que Mas no tiene nada de catalán, salvo el nombre. No reconozco mis tradiciones locales en lo que declara.
Recuerdo, cuando era un niño, cómo las gentes de mi pueblo se reunían en la rambla a bailar la sardana. Es ésta un icono clave en la cultura de la que provengo. Como se sabe, implica unión.
Gentes de distintos lugares de la península eran incorporados a mi tierra mediante ese ceremonial. Se les decía, así, sin palabras y para que no cupiera dudas, que los catalanes somos hospitalarios, que gustamos de ampliar nuestro círculo para enriquecernos con las contribuciones de otros pueblos, con nuestros hermanos.
Añádase, ahora, los Castells. Otro elocuente símbolo de reunión, de nuestra tendencia a apoyarnos unos en otros para llegar a lo más alto.
Las palabras de Mas son contrarias a la sardana y a los Castells, pero también a lo que mi abuelo paterno solía contarme sobre nuestro pueblo.
Mi periplo por tierras de iberia me lleva a la conclusión de que Montserrat, la Macarena, el Pilar, la Almudena o Guadalupe, unen a las gentes de esta fascinante y mágica tierra. Son ellas expresiones de la llamada por Graves 'Diosa Blanca'.
Usemos esa unión, que propicia el eterno femenino, para vincular en lugar de para dividir. Pujemos para que Mas, López, Griñán y nuestros demás representantes subrayen lo que tenemos en común, respetando nuestras diferencias.
Conviene aceptar que eso obliga a hilar fino, pero ¿no es ese su trabajo?
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