Se ha publicado en la revista ‘Nature’ un estudio que identifica casi doscientas variaciones genéticas vinculadas a las diferencias de estatura. No existe, por tanto, un gen de la estatura.
Allen et al. (2010). Hundreds of variants clustered in genomic loci and biological pathways affect human height. Nature, doi:10.1038/nature09410.
Es más, ese elevado número de variaciones genéticas únicamente da cuenta del 10% de las diferencias de estatura. ¿Dónde está el resto? Lo ignoramos y será difícil averiguarlo.
Y no es por ausencia del llamado ‘poder estadístico’, puesto que se han estudiado casi doscientas mil personas resultado de combinar muestras de distintos lugares del planeta –a esto se le suele denominar ‘pooling’, la desesperada estrategia de los científicos para ‘cazar’ genes que se resisten a ser identificados.
Una gran parte de los genes encontrados en el estudio de ‘Nature’ están vinculados a problemas de crecimiento, a las diferencias de densidad de los huesos, la artritis reumatoide, la diabetes o la obesidad.
Un 10% es muy poco. Francamente.
Por eso los científicos están buscando por vías diferentes, tratando de localizar las denominadas variantes extrañas.
No está claro a qué puede contribuir el conocimiento de los genes vinculados a las diferencias de estatura, pero se especula con que esos genes pueden estar relacionados también con otros factores –genes generalistas. Los problemas de crecimiento pueden estar ‘denunciando’ problemas graves en el desarrollo en general.
Esta probable conexión es consistente con los resultados de dos estudios que se publicarán en el 'Journal of Therapeutics and Clinical Risk Management' y en el 'Brain Injury'. Ambos provienen de una investigación llevada a cabo por científicos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Santiago de Compostela. Su principal conclusión es que el tratamiento con hormona de crecimiento es capaz de reparar los daños cognitivos y motrices de los pacientes de baja estatura, quienes presentan un déficit de esa hormona. El efecto positivo del tratamiento se ha observado en niños y también en adultos.
Esta clase de evidencias podría permitir encontrar una explicación a un resultado descriptivo disponible hace tiempo: estadísticamente existe una asociación positiva entre estatura y capacidad intelectual.
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