La publicación de noticias relacionadas con el efecto de determinadas sustancias sobre la salud va camino de convertirse en un clásico: el aceite de oliva, las legumbres, la carne roja, el alcohol, el te, el tabaco, el agua, y un larguísimo etcétera.
No pasaría nada si los resultados fueran sólidos, pero ya sabemos que no es así. Esas sustancias interactúan con los organismos de las personas. Las sustancias pueden ingerirse en distintas dosis y las personas poseen diferentes organismos. Ergo, referirse unilateralmente al efecto de tal o cual sustancia es bastante peligroso.
Ahora le toca el turno al café. ‘Chutarse’ hasta cuatro tazas diarias de café previene, por ejemplo, la diabetes. Puedo visualizar legiones de individuos poniendo una ‘X’ en un calendario de bolsillo según los cafés ingeridos y elaborando una gráfica a fin de mes para corroborar que la misión se ha cumplido. Algo similar a lo ocurrido con la moda de llevar pegado un botellín de agua para lograr alcanzar los dos litros diarios exigidos para perder peso y mejorar la salud, según los ‘expertos’.
Pero hay más. El consumo de café también se asocia a una menor incidencia de trastornos como el Alzheimer o el Parkinson. Es decir, que previene los trastornos neurodegenerativos.
La causa de esta miríada de efectos beneficiosos del negro elemento –también reduce los trastornos del sistema digestivo o determinados tipos de cáncer—reside en sus virtudes antioxidantes.
Finalmente, presuntamente se ha descubierto que el consumo de café no se relaciona con una mayor presencia de problemas cardiovasculares. Eso de que algunas personas sientan una especie de taquicardia al consumir café es (a) agua pasada o (b) una sensación subjetiva sin importancia.
¿Quién dijo ‘ancha es Castilla’? Me voy a tomar un cortado.
Y siguiendo con la moda de explorar el efecto de las sustancias sobre la salud…
Viviremos más si consumimos antioxidantes. Vivir conlleva respirar oxígeno y eso nos oxida, conduciéndonos más o menos lentamente hacia la muerte.
Un modo de ralentizar ese proceso es darse a alimentos como las judías verdes, la lechuga o las zanahorias.
El oxígeno daña nuestro ADN, mientras que el consumo de antioxidantes combate las agresiones del oxígeno.
El estudio en el que se basa este nuevo consejo sanitario consideró los datos de una muestra de más de 15.000 adultos. Se hizo un seguimiento de casi veinte años, periodo en el que fallecieron casi cuatro mil individuos.
Se observó que una mayor presencia de antioxidantes promovía la longevidad. De hecho, existía un poderoso efecto de la dosis: a mayor dosis, menor mortalidad.
La sustancia más efectiva parece corresponder a los llamados ‘alfa-carotenos’. Su efecto consiste en inhibir el desarrollo de las células cancerígenas.
Los alimentos ricos en alfa-carotenos corresponden a vegetales de color verde, amarillo y naranja.
Los investigadores recomiendan consumir frutas y verduras para vivir más tiempo.
Pero, ya puestos, ¿por qué no comercializar píldoras de alfa-carotenos?
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