lunes, 25 de octubre de 2010

El alcalde de Valladolid, los morritos de Pajín y Antonio Banderas

Estas son las declaraciones de Javier León de la Riva, en la radio, sobre Leire Pajín: “cada vez que veo la cara y esos morritos pienso lo mismo, pero no lo voy a decir aquí”.

Por las reacciones que se han suscitado supuse que el alcalde había declarado que le consta que la ministra suele vestirse como Peggy para practicar bizarras ‘performance’ de sadomasoquismo.

Pero no parece que haya sido así. De hecho, muestra un cierto autocontrol al no decir lo que piensa. Pero los demás lo han visto claro y se han orientado a su yugular pidiendo sangre.

Según José Blanco, esa declaración es “machista, intolerable y repugnante”. Cospedal declaró que las palabras de de la Riva son “lamentables”. Rubalcaba, el nuevo hombre fuerte de ZP, dijo en su primera rueda de prensa como portavoz del gobierno que las palabras del alcalde son “repulsivas, de barra de bar de cantina, insoportablemente machistas y sexistas”. Y así sucesivamente…

¿Qué habría pasado si de la Riva hubiese dicho que José Blanco le recuerda a ‘le petit Nicolas’, Rubalcaba a ‘Homer Simpson’ y ZP a ‘Joker’? ¿Adivinan la respuesta? Así es, nada de nada.



En el inicio de la Seminci, el Festival de Cine de Valladolid, se ha hecho una manifestación ciudadana contra el alcalde, González Sinde no ha querido asistir a la inauguración como protesta y Antonio Banderas desaprueba las palabras del alcalde pero muestra respeto a la ciudad haciendo lo que la ministra debería hacer también.

Las declaraciones de de la Riva se han elevado a las alturas mediáticas para aprovechar la coyuntura pidiendo su dimisión y poniendo en un brete a los líderes del PP.

Parece que nos hemos vuelto locos o simplemente no tenemos nada mejor que hacer, lo que resulta sorprendente con la que está cayendo.

Me pregunto por qué de la Riva, o, para el caso, cualquier otro cargo político, no puede decir públicamente lo que piensa sobre los demás, sean políticos o no. Él puede tener ideas sobre los morros de Pajín y los demás pueden devolverle comentarios de la misma intensidad. Ambos están en su derecho a hablar, siempre que no se caiga en la difamación, naturalmente –algo que habría sucedido de confirmarse el supuesto sobre Peggy.

Como ciudadano puedo pensar, como pienso, que de la Riva tiene poco gusto y que es tan innecesario como irrelevante valorar facetas del rostro de Pajín para predecir su gestión política, que es de lo que se trata.

Pero del hecho de que tengamos una opinión desfavorable –y lo hagamos saber—a comprender el delirio mediático al que estamos asistiendo va un extraordinario trecho. ¿Por qué no centrarse en lo importante? Comprendemos que la integridad se está yendo a hacer puñetas. Menos mal que el actor y director malagueño abre una puerta a la esperanza de que el sentido común pueda recuperarse.

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