Si no podemos fiarnos de los datos, entonces pueden extraerse conclusiones erróneas aunque los análisis metodológicos y estadísticos sean impecables.
Las autopsias suelen mostrar una cantidad considerable de errores en los diagnósticos clínicos. Las estadísticas procedentes de los certificados de defunción son inexactas, y, por tanto, inadecuadas para su uso en la investigación o en la planificación.
En las personas con menos de 45 años de edad, los diagnósticos suelen ser correctos en 8 de cada 10 casos, pero a partir de esa edad la precisión se reduce gradualmente en cada década sucesiva hasta que en las personas de 75 años sólo se confirma menos de la mitad de los diagnósticos.
Considerando esta situación, es probable que el consumo de cigarrillos pueda contribuir al diagnóstico de cáncer de pulmón en mayor medida que a producir la enfermedad en sí misma.
Conviene recordar que en las investigaciones epidemiológicas de las causas de enfermedad, los investigadores obtienen datos sobre la aparición de diagnósticos, no de enfermedades.
Y los porcentajes de diagnósticos pueden verse afectados por sesgos en la forma en que los médicos solicitan y ponen en práctica la tecnología de diagnóstico. En una palabra, los cambios en el diagnóstico cumplen la función de mayor importancia en el aumento de la tasa de mortalidad por cáncer de pulmón.
El incremento en las defunciones por cáncer de pulmón registrado durante las últimas décadas no se debe a un agente cancerígeno externo, sino que es resultado de la utilización de nuevas técnicas de diagnóstico (radiología, broncoscopia, examen de expectoración o cirugía).
En otro orden de cosas, considerando la hipótesis de los efectos causales universales del tabaco sobre el cáncer de pulmón, serían de esperar proporciones de riesgo idénticas o semejantes en poblaciones orientales y caucásicas. Sin embargo no es así.
La hipótesis genética, que supone que la asociación entre el tabaco y el cáncer de pulmón depende de la solidez de las asociaciones entre los genotipos que presentan los pacientes, y no de los niveles de consumo de tabaco, podría afirmar la existencia de cierta correlación entre los niveles de mortalidad nacional y de consumo de tabaco también nacional.
Fumar se relaciona con la salud física, pero la correlación es escasa (r = -0,13). Los factores psicosociales son más predictivos. El predictor más significativo de la mala salud, tanto física como mental, a la edad de 65 años, es el empleo de fármacos modificadores del humor antes de cumplir los 50 años.
El Consejo Nacional de la Salud y la Investigación Médica de Australia presentó las siguientes conclusiones sobre los fumadores pasivos:
1.- El efecto sobre la función pulmonar de una exposición aguda al consumo pasivo de tabaco, en individuos sanos, no parece importante, ni tampoco se aprecia una coherencia en las pruebas.
2.- Existen pocos datos sobre los efectos del humo pasivo de tabaco sobre los tractos respiratorios superior e inferior de los individuos sanos.
3.- No existen datos sobre los efectos del humo pasivo del tabaco durante la infancia sobre la posterior función pulmonar en la edad adulta.
Estas evidencias se han ignorado (u ocultado).
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