Rodrigo es un personaje complejo en la historia de los iberos. Complejo y fascinante.
Nace alrededor del 1050 en la provincia de Burgos. Desde su adolescencia no paró de guerrear, exponiendo su vida en permanentes combates durante más de 32 años. Su vida trascurre durante los años centrales de la llamada reconquista. Sin embargo, es curioso que encuentre la muerte en el momento mas tranquilo de su vida, con poco más de 50 años de edad, a consecuencia de la mala salud que le acompañó siempre.
Una interesante nota histórica es que el asalto y conquista de Jerusalén por los cruzados coincide exactamente con el día de la muerte de Rodrigo. En el ejercito cruzado se encontraban caballeros de toda Europa, salvo de la península, puesto que en Iberia ya se estaba librando una cruzada contra los almorávides.
Con el territorio dividido entre cristianos y musulmanes, el Cid (cuyo nombre deriva del arabe Sidi, o señor) cabalgó entre dos aguas, lo que ha provocado que algunos acepten que Rodrigo es uno de los primeros mercenarios de la historia. Combatió al lado de cristianos contra los musulmanes, pero también hizo lo contrario en determinados casos.
No es ninguna sorpresa que fuera un arabista holandés (Dozy) quien propagó acusaciones contra el Cid. Según este autor, Rodrigo fue falaz, cruel y avaro. Estas acusaciones tuvieron eco en Europa, sin que realmente hubiera una justificación. Dozy simplemente les concedió todo el crédito a algunos cronistas árabes (ignorando a quienes reconocieron, a regañadientes, la figura del Cid) hecho que demuestra que, como historiador, era bastante endeble. Como publicista, en cambio, triunfó.
Pero realmente Rodrigo era un guerrero que cuidaba de sus soldados (y de sus familias) y para lograrlo necesitaba ingresos que procuraba encontrar en cualquier lugar. Generalmente recurría a los reyes de taifa musulmanes cuando se veía obligado a bregar con un nuevo episodio tortuoso con el rey cristiano. Su carácter, su arrolladora personalidad, explica por qué no siempre sus relaciones fueron fluidas con los cristianos.
Como expresa Martinez-Diez “en una época donde la fidelidad y la lealtad personal en las relaciones de vasallaje, voluntariamente establecidas entre señor y vasallo, eran uno de los fundamentos de la sociedad y de los valores mas estimados y respetados de la convivencia social, Rodrigo quiso ser toda la vida el fiel vasallo de su rey”.
Quiso, pero no siempre fue posible. En sus comienzos Rodrigo fue vasallo del rey Alfonso, pero es desterrado tiempo después por desavenencias con el monarca (en 1081). En ese periodo sirve a al-Muqtadir de Zaragoza (sabio y erudito rey elogiado por Maimonides), pero al cabo del tiempo es perdonado por el rey y vuelve a Castilla.
A partir de ese momento comienzan sus aventuras por Levante, concretamente dirigidas a Valencia. Vuelve a ser desterrado por el rey, y, una vez mas, recibe el perdón.
El mito del Cid nace por su defensa contra la llamada amenaza almorávide, especialmente desde la ciudad de Valencia.
Sobre el Cid se ha escrito mucho, y, quizá, los siguientes datos o declaraciones sean interesantes.
-. El rasgo mas llamativo de la personalidad de Rodrigo fue su genio militar, en el que se daban cita la inteligencia, la astucia y el valor.
-. Siempre, y sin ninguna excepción, el Campeador salió victorioso de sus combates.
Murió sin conocer la derrota jamás.
-. Era tal su fama militar y el respeto que imponía a sus adversarios que ganaba batallas sin combatir. Su habilidad política le permitía mezclar y dosificar la firmeza con la generosidad.
Siempre ponía por delante la negociación y la vía pacifica para resolver los conflictos.
-. Era un jefe que arrastraba con su ejemplo a los hombres a sus órdenes.
El valor del caudillo se contagiaba a quienes le seguían.
-. Fue un valeroso y experimentado jefe militar, pero también un hábil político y un juez ponderado. Por ejemplo, se dice que juzgaba a los moros según la ley coránica y no se apartaba de sus soluciones jurídicas ni de sus usos y costumbres, evitando oprimirles.
-. Era un individuo cultivado. Disfrutaba leyendo la literatura épica del pueblo árabe.
En la tumba del Cid puede leerse lo siguiente:
“cuanto la poderosa Roma se ensalza con las hazañas bélicas, cuanta gloria significa el inmortal Arturo para los británicos, cuanto se goza la noble Francia por Carlo Magno, otro tanto refulge en Iberia el Cid, invicto entre los esforzados”.
Recuerdo estar paseando por Balboa Park, en San Diego, California, y encontrarme, en uno de los lugares más destacados, una enorme estatua ecuestre de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid. Interesante…
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