Era cuestión de tiempo. Ya está aquí la llamada ‘educación para el sexo’: orgasmos obligatorios, masturbación a tiempo completo o difusión de las opciones sexuales que los reguladores mismos llaman minoritarias (¿).
Educar es interesante. Adoctrinar no. Las autoridades, consejeros y asesores sienten una irresistible fascinación por lo segundo, no obstante.
La Consejería de Salud de la Junta de Andalucía recomienda ahora a las adolescentes de su Comunidad que rechacen el sexo sin orgasmo. Además, en su primera vez, los chicos deben dejar que ella lleve las riendas, que sea la chica quien controle la situación.
¿Por qué? “Porque hay chicas que no llegan al orgasmo con la penetración y tenerlo a la vez que su pareja se consigue en muy pocas ocasiones”.
La guía publicada por esa Consejería incluye variada información. Entre otras, que la gente que carece de fantasías sexuales no tiene deseo sexual.
Hay iniciativas similares en otros lugares del país, como Aragón o Asturias. El resto de la península se apuntará en breve, sin dudarlo, con entusiasmo.
Se han publicado también juegos interactivos, patrocinados por Cruz Roja, en los que se propone asistir a una fiesta virtual a la que acceden quienes navegan por la web. Antes de entrar (en la fiesta) se debe elegir pareja (de cualquier sexo) y seleccionar opciones de entre el siguiente menú: besos, caricias, masturbación, uso o intercambio de juguetes sexuales, sexo oral o sexo anal.
En Aragón se ha publicado ‘Igualmente amigos’, una revista para menores entre 12 y 15 años, dirigida a alejar a los alumnos de “la masculinidad tradicional, patriarcal, sexista, racista y homófoba”. Interesante cuadro de la ‘masculinidad’ que se ha de admitir impasiblemente, sin rechistar, sin matizaciones, con valentía.
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