Según este estudio, patrocinado por la Fundación Reina Sofía y elaborado con datos del año 2006, hubo en España 2,81 asesinatos de mujeres por cada millón de mujeres mayores de 14 años. La media de Europa es de 3,94 y la mundial de 5,04.
El documento señala que, en España, a pesar de que los asesinatos de mujeres en general han descendido un 45% entre 2000 y 2006, los casos de asesinatos a manos de la pareja o ex-pareja han aumentado un 15%.
De los 44 países analizados, España ocupa el puesto 39. Francia (18), Finlandia (4), Estados Unidos (6) o Austria (3) se sitúan bastante por encima de nuestro país. Por tanto, comparados con otros países, nosotros padecemos en mucha menor medida este problema.
Cuando se consideran los asesinatos dentro del ámbito doméstico, de los 40 países analizados España ocupa el puesto 30, con una tasa de 3,5 por millón, mientras que la media es de 6.
Del total de mujeres asesinadas en España, el 70% pierden la vida a manos de una persona de su entorno familiar. De entre éstas, 7 de cada diez lo hacen a manos de su pareja o expareja.
Es en este último supuesto en el que nuestro país ha experimentado un incremento de casos, un 15% más. Se coloca en el puesto 24 de los 35 analizados, aunque también muy por debajo de la media, con una tasa de tres casos por millón de mujeres (la tasa internacional es de 5 mujeres).
La conclusión es que “las mujeres españolas están más seguras en la calle que con su familia o con su propia pareja”.
Dice el informe que en el 20% de los casos analizados de niños y niñas que han sufrido maltrato, se reproducen de alguna manera sus efectos, ya sea por una mayor tendencia a usar la violencia para resolver conflictos, o por una deformación de las emociones y la percepción de los demás, con dificultades de empatía: son niños y niñas que no saben ponerse en la piel de la otra persona. Además, presentan alteraciones como el estrés y la hiperactividad.
También se trata de analizar el posible vínculo entre los adultos maltratadores y el trato recibido en su infancia. En un 40 % de los casos, estos hombres sufrieron maltrato durante su niñez.
El maltrato doméstico es un problema y deben ponerse los medios para erradicarlo. Sin embargo, el modo de intentar lograr ese objetivo puede influir en el grado de éxito que se vaya alcanzando.
La idea de que ‘ver’ violencia en la infancia ‘reproduce’ violencia en la edad adulta, se puede cuestionar incluso con los propios datos descritos en el informe: 4 de cada 10 hombres maltratadores sufrieron maltrato en su infancia, lo que significa que eso no sucedió en 6 de cada 10 casos.
Y luego tenemos la predisposición genética a la violencia, la llamada en contextos clínicos ‘vulnerabilidad’, igual que existe para otro tipo de conductas y para determinados trastornos. En la medida en que ese factor genético sea relevante (y está claro que lo es) cabe esperar que el éxito basado en la ingeniería social sea solamente parcial, al menos por ahora.
Articular medios para paliar el problema es fundamental, pero hacerlo desde una perspectiva realista es importante. Basarse en interpretaciones ingenuas sobre la realidad de los hechos, por muy bien intencionadas que sean (y no me cabe duda de que lo son), puede aumentar la probabilidad de que sea cierto aquello de que ‘es peor el remedio que la enfermedad’. La reducción, prácticamente a la mitad, de la violencia contra las mujeres en general, pero el incremento de esa violencia en el ámbito doméstico, da que pensar.
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