Regular puede estar bien, pero desconfiar de la integridad y buen hacer de los científicos, por defecto, está mal.
Últimamente las Comisiones de Ética de las Universidades españolas han emprendido una campaña, eso si, educada y considerada, para que los científicos sometan a su consideración la viabilidad ética de un determinado proyecto de investigación.
Desde su perspectiva, por ejemplo, que unos estudiantes respondan una encuesta puede llegar a violar supuestos éticos esenciales.
A esto se une que algunos de esos estudiantes no están por la labor de cooperar con los científicos. A menudo esos científicos son también sus Profesores. Las Comisiones de Ética entienden que “ofrecer y conceder algunos beneficios académicos a los estudiantes para recompensarles su cooperación (con la Ciencia)” es ilegítimo.
Algunas de las pautas de las Comisiones de Ética en nuestro país se basan en, más o menos, los siguientes puntos:
-. Se debe garantizar que la participación es voluntaria y confidencial.
-. Se debe declarar si se prevén incentivos por su participación.
-. Se ha de evitar cualquier clase de coerción en el reclutamiento y en la participación.
-. No se podrán incorporar como participantes a estudiantes sometidos a evaluación académica directa.
-. La inscripción de los voluntarios se debe producir por medios indirectos (web, etc.).
-. Se deben aportar referencias detalladas sobre el método de reclutamiento.
-. El voluntario debe consentir por escrito en un impreso en el que debe estar claro que se puede abandonar cuando se quiera.
-. Se podrá premiar la participación con créditos si se demuestra que es positiva para su formación. Pero este aspecto debe ser aprobado por los órganos competentes.
Francamente, desconozco cuándo se han saltado los científicos españoles (o franceses, o ingleses o alemanes) estos criterios básicos. No sé de ningún científico-profesor que haya obligado a sus estudiantes a cooperar. Tampoco que haya aireado sus respuestas personales en una encuesta o el resultado de un análisis de tejido celular. En cuanto a incentivos, es realmente raro que se conceda dinero en algún proyecto para estimular la colaboración de los voluntarios, así que suele agudizarse el ingenio para que, al menos, los chavales aprendan algo relevante para su formación. Tampoco me consta que quienes han participado hayan recibido puntos extra en su calificación escolar: una cosa es colaborar y otra dejar de aprender lo que se debe en una determinada materia. Si alguien decide abandonar, puede hacerlo ahora, y siempre pudo hacerlo.
Hay que admitir que puede haber excepciones y que, seguramente, en alguna ocasión, alguien hizo caso omiso de las más elementales normas de cortesía en la investigación científica (por ambas partes). Pero si eso ha ocurrido en determinados casos, me inclino a pensar que es algo realmente minoritario. Por tanto, colocar un nuevo ladrillo en el muro burocrático al que los científicos deben enfrentarse casi diariamente para llevar adelante su investigación, es una triste estrategia.
Pensar que alguien es inocente hasta que se demuestra lo contrario (y actuar en consecuencia) es positivo. El científico desea avanzar el estado actual de conocimientos y si para ello considera necesario solicitar la colaboración voluntaria de sus estudiantes, puede (y debe) darse por supuesto que actuará con cabeza, con ética y honradamente.
Terminaré sirviéndome de una anécdota personal.
Hace escasos días se me acercó un vecino que sabe que soy científico. Estaba tan feliz que me invitó a una cerveza para poder explayarse sin remordimientos, al contarme que su madre había recuperado la cabeza gracias a un método fantástico diseñado para mejorar los recuerdos a corto plazo de personas mayores. No sé muy bien por qué, pero deseaba darme las gracias personalmente.
Quiero aprovechar este post para trasladar su agradecimiento a quienes hicieron posible ese suceso, mis colegas, unos científicos (anónimos para mi vecino) de un lugar recóndito de la galaxia (seguramente Escandinavia) que, seguramente, también tienen estudiantes que decidieron colaborar con ellos. Sin esa colaboración sería realmente más complicado avanzar, al menos en determinados campos de la Ciencia.
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