viernes, 2 de abril de 2010

TRAIDORES

Viajo por tierras de España, hablo con la gente y vuelvo a descubrir que nuestros políticos son unos traidores, mal nacidos que se aprovechan de que los demás confiamos en ellos. Conocer llena de desasosiego (y de cabreo).

Los jerifaltes de siempre contra-atacan. Lo quieren, otra vez, todo para ellos y buscan el modo de poner a su servicio al resto. El gato se come a los ratones, a los ratones de campo.

Estoy hablando de cómo veo que el gato tensa la cuerda hasta que, para evitar que se rompa, los ratones ceden y se bajan los pantalones (o, para el caso, se suben las faldas).

El campo se muere. O, mejor dicho, el campo de todos pasa a manos de los auto-elegidos para la gloria, de esos gatos negros que siempre tienen buena suerte, pero que extienden la desgracia a su paso. El latifundio regresa con fuerza para quedarse, amparándose en un nuevo mundo construido sobre la doctrina de la globalización. Las dictaduras cambian de nombre, pero su objetivo es el de siempre: someter.

El granjero que cuida de sus animales para vender sus productos y sacar a su familia adelante, es sometido a una insoportable burocracia central para la que nadie le ha preparado. Los controles de calidad se llevan hasta un extremo absurdo que ni siquiera los momentos más delirantes de Kafka habrían sido capaces de imaginar. Vive en permanente tensión. Es culpable de lo que hace. Se le amenaza veladamente, pero de modo evidente.

Cuando ya no puede mas, cuando no da de si, se le saca de sus casillas y el Estado le ofrece una solución en bandeja, un modo en el que las tensiones cesaran. El Estado, central, periférico, o ambos coordinadamente, entonan la melodía de la salvación: abandona tus tristes aspiraciones personales y deja que yo cuide de ti, déjalo en mis manos.

El Estado compra al granjero sus posesiones, su cuota de leche y lo que se tercie. Le soborna descaradamente para que tome el dinero fácil del ahora y se entierre a si mismo para el futuro inmediato. Llegado ese momento en el que se da cuenta de su error, en como se ha hipotecado a si mismo engañado por las autoridades que trabajan para unos pocos, para esos gatos negros que acechan, que han vuelto a encontrar su camino hecho con los hombros de los ratones, se ve forzado a aceptar unas condiciones que recuerdan a un pasado, no tan lejano, de esclavitud.

Se ve forzado ese granjero, que antes poseía autonomía, si, autonomía, a trabajar para el latifundista, a cuidar de las cosas, que antes eran suyas, por un precio que no puede elegir, ni negociar: o lo tomas o lo dejas. Si lo dejas tú, algún otro lo tomara. Es la ley.

Unidos no permitiríamos que esto sucediese, pero la sociedad de la comunicación ha logrado desunirnos como nunca. Ahora que se supone estamos conectados como jamas pudimos imaginar (sociedad de la información le llaman) es cuando estamos mas desamparados. Mienten, mienten sin contemplaciones, y creemos que esas mentiras son la realidad. Traicionan.

Este mundo globalizado termina con nuestra autonomía, con nuestra libertad y nos pone a los pies de los caballos (negros o no). Unos caballos que no reparan en lo que pisan a su paso, cegados por la misma meta de siempre: prosperar a costa de lo que sea.

Nuestro campo se muere, nuestro campo agoniza, pero no por causas naturales, sino por un plan cuidadosamente trazado que seria la envidia de los asesinos en serie más famosos de la historia de la llamada humanidad. La elite esta destruyendo nuestra autonomía para promover el monopolio que nunca quisieron abandonar. Han encontrando el camino de vuelta en la globalización. La leche que tomamos viene ahora de Polonia mientras nuestras vacas se secan. La carne de Argentina, Brasil o Chile. Los zapatos de Asia. Y lo demás de donde sea, con tal de que sirva para enriquecer a los gatos negros.

Llegado el momento nos preguntaran si estamos dispuestos a recuperar nuestra leche, nuestra carne y nuestros zapatos, pero con sus condiciones. Y esas condiciones tendrán forma de yugo: o lo tomas o lo dejas.

¿Será que al sol no le gustan las novedades?

2 comentarios:

  1. No sólo el campo muere. En mi opinión, es todo el modelo de socialdemocracia europea lo que nos arrebatan. El "Sí" a Maastrich nos despojó en 24 horas de un 30% de nuestro poder adquisitivo: alquilar una peli en el videoclub el 31 de diciembre de 2001 costaba 200 pesetas y el 1 de enero de 2002, 2 euros; unos zapatos que ayer costaban 6.000 pesetas, hoy 60 euros. Nos "euroredondearon" en todo menos en el sueldo, se olvidaron de la Europa de los ciudadanos y la cloaca neoliberal empezó a tejer sus chiringuitos globales.

    Creo que existen pocos ejemplos más claros de perversión histórica que lo que los políticos españoles y europeos están haciendo con el legado europeísta de Felipe González, François Miterrand y Helmut Kohl. Ahora son una corte faraónica que nos jode la vida a marchas forzadas desdse Bruselas. Anteayer los recortes en el gasto público, ayer la reforma laboral, hoy las pensiones, y mañana el derecho de pernada...

    No puedo decir, sin embargo, que no lo merezcamos. Un país en el que se moviliza más gente cuando 11 tíos corriendo detrás de un balón ganan un torneo que cuando hay que defender empleo digno para sus hijos, es una sociedad agonizante.

    Miro hoy con renovada admiración a nuestros vecinos franceses, porque a mis convecinos españoles los veo tan culpables de nuestros males como a nuestros gobernantes.

    Marcos

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  2. Es cierto que se siente una punzada de envidia al ver la reacción de nuestros vecinos al intento absolutista de su gobierno. También concuerdo en que los últimos responsables de la pérdida de lo que se logró con tanto esfuerzo en Europa somos nosotros los ciudadanos de a píe. Tenemos, por tanto, lo que nos merecemos. Hemos aceptado que se nos atenace por el miedo a hablar en público diciendo lo que pensamos y haciendo lo que creemos correcto.

    La globalización es la tendencia a centralizar en manos de un puñado de personas, pero todavía con más intensidad, las cosas que deberían seguir siendo nuestro coto. Una tendencia que se consolida con nuestro consentimiento pasivo.

    ¿Quién dijo que el derecho de pernada no está ya aquí entre nosotros?

    Aún así, a pesar de que la situación pinta mal, personalmente soy optimista. Existe un límite de estiramiento de la goma social porque los socios son personas y estas son como son. Antes de su rotura la sangre llegará a río…

    Salu2, R

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