viernes, 9 de abril de 2010

El asedio de APR

Deglutí las más de 700 páginas de la nueva novela de Arturo Pérez-Reverte (APR). ‘El asedio’ es interesante, pero, para mi gusto –y hay gustos para todos los colores o colores para todos los gustos, nunca me acuerdo—reiterativo. En 250 páginas podría haber contado la misma historia, pero con más nervio.

Si no ha leído la novela, no avance en este post. Si está sufriendo con Dan Brown, déjelo y hágase con ‘El asedio’, léalo y siga después con esta lectura.

En plena ocupación francesa, Cádiz es asediada (“la maldita España rebelde reducida a una isla inconquistable”). La historia se concentra en el momento de la aprobación de la ‘Pepa’, la famosa constitución de las Cortes de Cádiz, a través de la que se pretende darle protagonismo al pueblo (el rey está en Francia y, por tanto, la monarquía ausente). En este marco encontramos un artillero francés, un comisario que se obsesiona con la captura de un serial killer que asesina brutalmente adolescentes, un taxidermista que colabora con los franceses, una señora de buen ver que heredó el negocio familiar y que se ‘engancha’ a un lobo de mar, y un salinero que pretende representar al pueblo llano.

APR cruza estas historias inteligentemente, pero da demasiado hilo, de modo que el interés del lector debe mantenerse por la fe en el autor. Abusa del argot náutico y de las descripciones de la ciudad.

Personalmente disfruté especialmente del hecho de que a APR le traen sin cuidado las normas narrativas que esclavizan a los llamados Best Sellers. Cuenta lo que le viene en gana y finaliza las historias mal, muy mal si es necesario para que encaje en su visión del mundo. Una visión pesimista, dicho sea de paso: el salinero (cuya hija es la última víctima) tortura y asesina cruelmente al serial killer apresado por el comisario (en colaboración remota con el artillero francés) sin que haya ninguna clase de juicio de por medio; la señora no duda en sacrificar al lobo de mar para preservar la fortuna familiar; el comisario se enfrenta a su turbio inconsciente; el artillero regresa a su patria hastiado de la vanidad de sus líderes.

Como es habitual en las obras del autor, se pueden encontrar varias perlas también en ‘El asedio’. No puedo resistirme a reseñar algunos ejemplos:

-. Los ingleses se han aliado a los españoles para combatir a Napoleón en Iberia, pero duda APR de la calificación de aliados (“respeta a esa gente en el mar, pero los detesta como nación”).

-. “Los ingleses sólo son aliados de sí mismos. Si están en la península es para desgastar aquí a Napoleón. Los españoles no les importamos nada, y nuestras Cortes les parecen focos de subversión republicana. Ponerlos a mediar en América es meter a la zorra en el gallinero”.

-. “El boicot de Londres a cualquier iniciativa de las Cortes que refuerce la soberanía nacional en España, su influencia exterior o el control de la insurrección americana, roza con frecuencia el descaro”.

-. “El gobierno británico nunca dejará de alentar el desmembramiento de las provincias ultramarinas, cuyos mercados está resuelto a controlar”.

-. “Los franceses no le gustan, pero duda que sean mas siervos del diablo que algunos españoles que conoce. También sangran, gritan de miedo y dolor, como él mismo. Como cualquiera”.

-. “Y quería Mojarra que en el futuro, cada vez que el inglés se mirase el muñón, si sobrevivía, se acordase de él. Del sucio spaniard al que debía su rubio pellejo”.

-. “En mi opinión, que no se batiera tiene poco que ver con el valor. Es más bien una cuestión de desvergüenza. A individuos como él, la palabra honor los trae sin cuidado. Son gente de ahora, me temo. Muy de este tiempo. Y de los tiempos que están por venir”.

-. “Eso le parece a Desfosseux natural en los españoles: perezosos, indisciplinados y poco firmes en campo abierto, son muy audaces cuando la soberbia o la pasión de matar los arrebatan, y su carácter sufrido y orgulloso los hace temibles en la defensa. Oscilan así, continuamente, entre sus reveses militares, sus absurdos políticos y sus desvaríos religiosos, de una parte, y el patriotismo ciego y salvaje, la constancia casi suicida y el odio al enemigo, de la otra”.

-. “A diferencia de los soldados ingleses y su bravura continua, despiadada e inteligente, o de los franceses, siempre resueltos en el combate pese a estar lejos de su tierra y pelear, a menudo, solo por el honor de la bandera, los españoles le siguen pareciendo a Desfosseux un misterio hecho de paradojas: coraje contradictorio, cobardía resignada, tenacidad inconstante”.

-. “Un exceso de teoría lleva a un exceso de imaginación

-. “Cada uno es esclavo de lo que dice y dueño de lo que calla

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