Piensa Sampedro que:
-. Solamente un sistema internacionalizado puede corregir los problemas sociales de la actualidad.
-. Los cambios de modelo llevan tiempo. A largo plazo la clave es la educación y solamente la educación facilitaría esa internacionalización correctora.
-. La universidad clásica es para el saber. Bolonia es un error porque confía la educación a los tecnócratas.
-. La innovación consiste en ponerle otra etiqueta al envase.
-. El aumento de la producción automatizada reduce la mano de obra. Y eso no es bueno.
-. El desarrollo sostenible es una ilusión. Hay que frenar el desarrollo de los países ricos y promover el de los pobres.
-. No hay políticos a la altura de las circunstancias. El capitalismo esta agotado.
-. El sistema de los partidos políticos no sirve para nada. El cambio debe venir de abajo. No se debe entregar la propia vida a los demás.
-. El futuro es un despotismo tecnificado, aunque tardaremos en llegar.
-. Declara, literalmente: “si fuese joven me prepararía para el futuro”.
-. También señala lo que en una ocasión le dijo un taxista: “el día que usted se muera, se habrá muerto su mejor amigo”.
-. Y, casi al final de la entrevista, declara: “Se nos va el tiempo en tonterías y no nos enteramos de nada”.
En fin, una serie de declaraciones lapidarias cuya justificación es inexistente, pero que tienen un poderoso efecto en la audiencia, como se pudo comprobar tras la entrevista a través de las llamadas de los oyentes. Declaraciones que, además, están plagadas de contradicciones. Por un lado Sampedro se considera un abanderado del Carpe Diem. Por otro, les recomienda a los jóvenes que se preparen para el futuro. Abraza la internacionalización, y, por tanto, la globalización, pero considera que Bolonia es un error. Dice que la manera de alcanzar una economía sostenible, reduciendo el crecimiento de la población mundial, es detener a los países ricos y estimular a los pobres, cuando todos creíamos que el mayor crecimiento poblacional se produce, precisamente, en los países en vías de desarrollo.
Los ‘sabios’, a veces, asustan…
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