Unas variantes situadas al lado del mismo gen (TERC) producen telómeros más cortos, y, cuanto más cortos, más viejo es nuestro organismo.
Para llegar a este resultado se analizaron 500.000 variantes genéticas del genoma humano en dos muestras. La primera con casi 3.000 participantes y la segunda, de réplica, con más de 9.000.
Los telómeros están muy influidos por nuestra genética. Nacemos con una determinada longitud que luego varía a lo largo de la vida. Las variantes genéticas identificadas en el estudio acortan los telómeros, y, por tanto, avejentan nuestro organismo.
Es posible que esa tendencia a reducir la longitud de los telómeros incremente la probabilidad de enfermar, no solamente de envejecer.
El mensaje principal del estudio es que algunas personas nacen con una mayor predisposición a hacerse viejos prematuramente. Y, por la misma regla, otras personas nacen con una predisposición a envejecer más tardíamente.
¿Será posible lograr la inmortalidad manteniendo la longitud de los telómeros?
Es una vieja aspiración de la ciencia y de los multimillonarios…
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