Una buena amiga me recomendó la novela de Francisco García Novell, ‘Naufragio’. Cuando me contó la esencia de la historia, sentí hacia ella una poderosa atracción. Así que me hice con la edición en tapa dura de ‘la esfera de los libros’ y me puse manos a la obra.
El autor había escrito el guión, para un documental del Canal de Historia, sobre el buque español que naufragó, en la segunda década del siglo XX, muy cerca de la costa de Brasil. La tragedia del ‘Titanic’ todavía estaba caliente.
Poco después de comenzar la lectura comprendí que el autor naufragaba junto con el barco. El modo de hilar la historia es aburrida, soporífera, sin tensión de ninguna clase, y, por eso, fracasa en el loable intento de transmitirnos las emociones de quienes subieron a bordo del trasatlántico de la compañía Pinillos.
Era el ‘Príncipe de Asturias’ uno de los más avanzados barcos de la época, que había sido construido en Reino Unido, usando la tecnología más sofisticada, y, por tanto, al igual que en el caso del ‘Titanic’, se consideraba insumergible. Los hechos demostraron que la mar se hace respetar.
García Novell no solamente naufraga, sino que también patina. Hay algún capítulo glorioso en el que trata de explicarnos que la vida está compuesta de una sucesión de azares. Una gran novedad literaria. Y luego está Teresa. Un personaje absolutamente plano, que va de un sitio para otro, sin saber muy bien por qué, que se acuesta con otro personaje, que tampoco aporta nada a la historia y al que conoce en Alcalá de Henares, pero nunca más se supo, y que logra averiguar dónde está enterrado su abuelo, uno de los náufragos, momento en el que experimenta una especie de epifanía mediante la que logra encontrarle sentido a su propia vida. ¿Sorprendente?
La historia, si se la puede llamar así, está plagada de cortes en la narración para reproducir un sinnúmero de artículos de periódicos de la época. Esa práctica destroza el escaso hilo que se puede encontrar, siempre que el lector se esfuerce lo suficiente y ponga mucha buena voluntad.
Y todavía queda lo mejor: al comienzo de muchos de los capítulos, el autor informa de la latitud y la longitud a la que se encuentra en ese momento el buque. Desde luego, algo crucial para el lector…
En definitiva, un auténtico latazo. Uno se pregunta quiénes deciden en ‘La esfera de los libros’, de la editorial Planeta, cuándo es interesante, viable, o lo que sea, un proyecto editorial. Bueno, quizá el criterio sea que haya salido en la TV. En cuyo caso, amén.
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