Un presunto primo del famoso cineasta norteamericano (David Lynch) ha publicado recientemente en el diario El País un artículo (‘Revanchismo de género’) a raíz de la campaña del Ministerio de Igualdad, basada en lapidarias sentencias como la siguiente: "de todos los hombres que haya en mi vida ninguno será más que yo". Igual que a Enrique Lynch, a mis dos hijas también les llamó poderosamente la atención (para mal).
Aparte de la aguda ironía del artículo de Lynch (el escritor, no el cineasta) considero que sus comentarios resultan especialmente pertinentes. Dice, por ejemplo, que un Ministerio de Igualdad debería perseguir la igualdad. ¿Parece lógico? Si, pero no es así. La campaña estimula a las mujeres para que sean ‘más’ que los hombres (y, por tanto, a que estos sean menos que ellas).
Subraya el escritor que (a) el problema de la relación hombre-mujer es bastante más complejo de lo que pretenden los políticos o el ‘feminismo mal encarado’ (palabras literales del autor), (b) las intervenciones estatales no han reducido las tasas de agresiones anuales, sino al contrario, (c) se está estimulando de manera alarmante el resentimiento femenino (“¿tienes problemas con tu hombre? Escupe sobre él, maldice sus muertos, cámbialo ya mismo por otro, acaba con él; y, si es preciso, tíralo por la ventana. No te cortes, que estás en tu derecho”) y (d) este revanchismo popular puede estimular, en lugar de atenuar, la violencia doméstica.
El hombre está siendo arrinconado violentamente por las autoridades competentes (y los medios de comunicación, claro). No es extraño que ante tal tesitura, opten por dos posibles soluciones: la huida o el ataque. Puesto que una huida digna no es fácil cuando el poder adquisitivo se esfuma y/o cuando el juez corta los lazos afectivos con sus legítimos hijos, algunos terminan suicidándose (poco se habla de esto, desgraciadamente). El ataque con violencia es la otra posible reacción. Desgraciada, pero también inevitablemente, hombres agresivos existen sobre la faz de la tierra, por lo que, en algunos casos, esa reacción se producirá ante la amenaza, real o supuesta. El ataque también puede producirse en personas que no son especialmente agresivas y que, consumado el acto, se quitan la vida (tampoco se analiza con detalle estos casos, que yo sepa).
El Ministerio de Igualdad no es un organismo que promueva, de hecho, la igualdad. Pero no pasa nada. Tampoco mi gimnasio lo hace, así que me estoy acostumbrado. A los hombres que asistimos a castigar nuestro cuerpo regularmente a ese templo del culto al físico, nos han recluido durante semanas en unas catacumbas con una sola ducha en la que el agua parece ser canalizada directamente desde Siete Picos. Lo aceptamos porque están reformando el vestuario masculino, que cuenta con 20 duchas individuales y unos estupendos armarios para guardar nuestras pertenencias mientras sudamos la gota gorda. Los hombres sufrimos este ostracismo y las chicas siguen disfrutando de su vestuario, igual de magnífico que el que antes era nuestro.
Esta mañana cometí el error de preguntar en la recepción del gimnasio: “¿Cuándo está previsto que terminen las obras del vestuario masculino?” La respuesta logró reducir todavía más mi temperatura corporal (acababa de ducharme ya saben dónde): “si ya hemos terminado, pero ahora pasaremos a vuestro vestuario a las chicas, mientras arreglamos el suyo”. Sigo preguntado lo que resulta evidente: “pero entonces, ¿seguiremos los chicos en las catacumbas?” Respuesta de la recepcionista, con una pasmosa seguridad en sí misma: “Si, claro”.
http://www.elpais.com/articulo/opinion/Revanchismo/genero/elpepiopi/20091119elpepiopi_4/Tes
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