Hace más de dos años, concretamente el 2 de Mayo de 2007, 523 científicos españoles se unieron a un texto escrito por Juan Manuel García Ruiz y Fernando Hiraldo, profesores de investigación del CSIC, titulado ‘Pensar’ y publicado en el diario El País.
El artículo comienza con una anécdota de un científico de Pensilvania, que era sistemáticamente supervisado por un gerente que le preguntaba que hacía con las piernas encima de la mesa y mirando el techo de su despacho. Su respuesta, también sistemática, era: ‘Estoy pensando’.
El científico requiere una concentración continuada. El desarrollo de ideas exige una exclusiva dedicación mental. Sin embargo, la administración española se ha especializado, con una saña sin par, en evitar que los científicos nos dediquemos a lo único que sabemos y deseamos hacer: pensar.
Dirigir y materializar un proyecto de investigación en España es una auténtica pesadilla. En los países punteros, las estructuras científicas son piramidales, es decir, existe una amplia base de personal de apoyo a la investigación y un selecto grupo de cabezas pensantes (es decir, los científicos) en la cima.
Sin embargo, en España no es así. Según el Instituto Nacional de Estadística, en 2004 contábamos con más de 250.000 personas dedicadas a I+D, de los que solamente 95.000 eran personal de apoyo. Suena a pirámide invertida. En 2005, 2006 y 2007 no había cambiado esta extraña situación. Hoy sigue igual.
Escriben los profesores del CSIC: “esta tenacidad en el error ha conseguido construir una de las herramientas más eficientes que imaginarse puedan para impedir que los científicos españoles piensen, descubran e innoven. Deberíamos sorprendernos y admirarnos por la existencia de un buen número de científicos excelentes en España. Eso sí, cansados, agobiados y bastante hartos de un sistema que no les deja hacer aquello para lo que se han formado: pensar”.
El sistema debería estar montado para funcionar por y para quienes hacen ciencia, es decir, para los científicos: quienes están en el laboratorio, quienes imaginan proyectos, quienes disfrutan descubriendo, quienes se deleitan leyendo el artículo de un colega de Nueva Zelanda o de Osaka, quienes exploran la naturaleza, quienes miden, quienes, en una palabra, se dedican a pensar.
“Hoy, intentamos recuperar la dignidad de una profesión maldita en España. Ya es hora de poner este país a pensar”.
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