Hace unos años, no demasiados, Crichton publicó ‘Presa’, una interesante novela basada en la nanotecnología. Ahora se presenta ‘i_Swarm’ un robot de 3 mm cúbicos de volumen. En este proyecto han participado investigadores españoles de un grupo de I+D de los muchos que hay en el país. Excelentes noticias.
La parte triste es que, aunque la investigación en robótica que se hace dentro de la piel de toro es simplemente excelente, la transferencia de los resultados al campo aplicado, comercial, es pobre, francamente deplorable.
Los inversores no hacen lo que deben, es decir, invertir, en explotar lo que hacen en España los más de 60 grupos de I+D actualmente en activo. Son buenos, muy buenos, pero nadie confía en ellos para la aplicación comercial. Esos ‘nadie’ son, naturalmente, domésticos. Más allá de nuestras fronteras afilan su nariz para acaparar un mercado emergente. Nosotros invertimos en formación, quienes resultan formados desarrollan el producto y otros lo explotan. Una magnífica inversión para los otros. Patética para nosotros.
En Barcelona se ha desarrollado una especie de androide capaz de caminar, reconocer rostros y manipular, literalmente, objetos. ¿De dónde proviene el capital para explotar este ente? De Emiratos Árabes. ¿Pueden creerlo?
El desarrollo de robots se encuentra vinculado a los avances en neurociencia. Comprender cómo funciona el cerebro humano contribuirá a acelerar el progreso en robótica.
Quienes están implicados en esta clase de desarrollo tecnológico emiten un veredicto unánime: el capital español no se arriesga a adentrarse en el fascinante mundo de la robótica. Y si no lo hacemos nosotros, otros lo harán.
Desgraciadamente es una historia familiar en la península.
Pero hay esperanza. Quizá esta vez nos demos cuenta a tiempo…
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