Los científicos no dejan de extraer información sobre el órgano de los órganos, es decir, el cerebro. Veamos tres interesantes ejemplos recientes.
1.- ¿Es igual la gestión que hace el cerebro humano de la palabras conocidas desde hace tiempo que el modo en el que trata las palabras que hemos conocido recientemente?
Así de entrada parece que la respuesta más probable es SI. ¿Por qué debería ser diferente?
Un estudio hecho por equipos de Finlandia, Canadá y China, usando magneto-encefalografía (MEG) revela que, en efecto, ambos tipos de palabras son tratadas por las mismas redes de neuronas, situadas, principalmente, en el lóbulo temporal izquierdo y en el lóbulo frontal.
2.- Científicos del CalTech –el equivalente al MIT, pero en la costa Oeste de los Estados Unidos—han propuesto, recientemente, que una estructura cerebral denominada amígdala (formada por dos regiones con forma de almendra y situadas en los lóbulos temporales) nos pone alerta cuando alguien, desconocido, se nos aproxima.
Si la amigdala está lesionada, como sucede en algunos pacientes, se ignoran las reglas, no escritas, del respeto del espacio personal.
En el proyecto del CalTech se estudió a 20 voluntarios y se tuvo en cuenta su edad, sexo, educación y origen cultural. Se les pidió que caminasen hacia uno de los científicos y que se detuviesen cuando se sintieran cómodos. Midieron las distancias elegidas por cada uno, observándose que la media estaba en 64 centímetros. Sin embargo, una paciente con la amígdala lesionada se paraba a los 34 centímetros.
En la segunda fase del estudio se valoró la activación de la amígdala en un grupo de personas sin lesiones cuando alguien superaba esa distancia de 64 centímetros, esa esfera virtual que delimita el espacio personal. Los niveles de activación de la amígdala se disparaban…
3.- En un ambicioso estudio se ha observado que los bajos niveles de dopamina (un neurotransmisor que contribuye a la activación) pudieran estar vinculados al trastorno de hiperactividad (si hay un nivel escaso, entonces el organismo experimenta un bajo tono vital que debe compensar conductualmente para alcanzar un perseguido y necesario estado de alerta; de ahí la conducta del individuo hiperactivo).
En este trabajo se usó una conocida técnica de neuroimagen, la tomografía por emisión de positrones o PET—para valorar algunos de los marcadores sinápticos de la dopamina --transmisores y receptores D2/D3-- en más de cincuenta personas adultas diagnosticadas con el trastorno y en más de 40 personas de control, es decir, sin el trastorno.
Los resultados indicaron que existe una menor disponibilidad de receptores D2/D3 y transmisores de dopamina en las personas con el trastorno en el accumbens (estructura cerebral asociada a las sensaciones de recompensa, así como a la risa, el placer, el miedo o las conductas adictivas) y el cerebro medio. Se supone que ambas zonas cerebrales se vinculan, en términos generales, a la motivación y las señales de recompensa.
Es interesante destacar que la presencia de este trastorno conlleva, entre otras cosas, que la persona prefiere pequeñas recompensas a corto plazo antes que mayores refuerzos a más largo plazo. Este mecanismo psicológico básico se ha vinculado a la delincuencia o al consumo de sustancias psicotrópicas.
El uso de medicamentos estimulantes, que promueven la producción y circulación de la dopamina, mejora el rendimiento cognitivo de los pacientes y reduce, en general, la sintomatología asociada al déficit de atención y la hiperactividad.
Y las investigaciones siguen y siguen esperando alguna clase de orden…
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