Actualmente, impulsados por nuestra irrefrenable envidia, exigimos igualdad económica, social y política.
Durante el Imperio Romano, los ciudadanos optaron por una severa sabiduría y por la prestación de un servicio duradero a la sociedad, en lugar de decantarse, como se haría hoy en día, por un temporal triunfo individual.
Los medios de comunicación de la actualidad han aceptado las premisas de que debemos (a) dejar a un lado nuestras diferencias, (b) encontrar juntos las soluciones a los problemas y (c) dirigirnos hacia un cambio indefinido. Las tres premisas son, precisamente, nociones que los cónsules y el Senado romano pretendían bloquear. Los romanos diseñaron su gobierno para prevenir la invasión de ideas nuevas, por populares que resultasen, preservando el modo tradicional de hacer las cosas y la sabiduría de quienes les precedieron en el curso de la historia.
La idea de que el estado puede regular la autoridad de los padres sobre sus hijos resultaría blasfema y bárbara para la mentalidad de los romanos.
El verdadero patriotismo es el enemigo de todas las utopías, el enemigo de aquellos socialismos que entierran la comunidad local y la familia, el enemigo de un mundo controlado por tecnócratas y burócratas. Es el enemigo de un multiculturalismo que reduce la cultura a la comida y el vestido, sustituyendo las creencias más arraigadas y las viejas costumbres por nuevos y discutibles prejuicios –contra la familia, controla la fe, y a favor de un estado todopoderoso y sus ramificaciones conocidas como servicios sociales.
El patriota no es quien hace lo que quiere, incluso aunque eso puede ser ventajoso para su país. El honor y el cálculo mercenario son diferentes conceptos. Por el contrario, el patriota es alguien determinado a hacer lo que es correcto, amar a su país y negarse a rendirse.
“El Senado y la Gente” era el lema de Roma. ¿Por qué no simplemente el Senado o simplemente la Gente?. Sencillamente porque no son lo mismo. Nosotros, ciudadanos del Siglo XXI, hemos olvidado esta relevante diferencia.
Un ciudadano romano era un ciudadano romano. Ahora asociamos la ciudadanía a la geografía. En Roma lo relevante era ser romano. Anthony Esolen, Profesor del Providence College, escribe: “solamente una nación en la historia del mundo occidental ha sido capaz de seguir esta sabia concepción de modo consistente: los Estados Unidos, al menos hasta 1970. A partir de ese momento se produjo un aumento exponencial de la entrada de inmigrantes ilegales, sin ningún vínculo emocional con el país, y una caída del valor de la ciudadanía entre los nativos”.
¿Por qué cayó Roma?
Algunos piensan que fue porque se despobló.
El historiador Jerome Carcopino escribió: “muchos matrimonios romanos, hacia el final del siglo I y el comienzo del siglo II, sencillamente dejaron de tener niños”. Es la marca de una sociedad en declive: vivir el momento presente y olvidarse de las generaciones venideras.
Y ahora, preguntemos: ¿cambió nuestro mundo el dios de los judíos?
Una vez más, tendremos que esperar al siguiente post...
No hay comentarios:
Publicar un comentario