¿Por qué se puede llegar a tener una depresión?
Si en alguna ocasión tuvieron la oportunidad de visitar un Hospital psiquiátrico comprenderán qué significa ‘tener una depresión’. No es difícil encontrarse con personas que parecen atraídas de modo especial por la gravedad terrestre. Su cuerpo y sus facciones reflejan su situación de desesperanza. El pronóstico de recuperación de estas personas no es halagüeño.
Si no han recorrido un Hospital Psiquiátrico, quizá hayan tenido alguna amistad que, temporalmente, se ha encontrado deprimido. En esta categoría identificamos dos clases de personas: aquellas en las que es fácil encontrar un motivo, al menos aparentemente, y quienes no sabrían decir por qué se encuentran en ese estado.
En cuanto a la primera clase, la persona ha podido vivir recientemente la muerte trágica de una ser querido, se ha podido ver privado de un trabajo que llevaba realizando durante 25 años o, “simplemente”, ha tomado conciencia de la brevedad de la vida.
La segunda clase es más compleja. La persona, de repente, se encuentra inapetente, sin ganas de hacer las mismas cosas que antes disfrutaba y que le incitaban a moverse, a saltar de la cama y no dejar para mañana lo que sabía que podía hacer hoy. Sin embargo, un día le pesa la manta y decide quedarse durmiendo hasta la hora de comer. No le da más importancia, por supuesto, pero al día siguiente le vuelve a pasar algo parecido. Comienza a preguntarse qué demonios le ocurre y busca respuestas de un modo desesperado. No para de darle vueltas y más vueltas, rumia algunas ideas y, como es natural, termina por encontrar al culpable. Necesita algo o alguien al que responsabilizar de su situación. O puede que no. Es posible que decida que él es el único causante de lo que le sucede. Se repliega en sí mismo y no desea tener más noticias del mundo.
Cuando alguien contrae una depresión a consecuencia de una situación que, lógicamente, puede producir ese tipo de sensaciones de desamparo, desgana y tristeza, el pronóstico es generalmente positivo. Bien con la ayuda del terapeuta, bien con el paso del tiempo, o uniendo ambos factores, la muerte de un ser querido termina encajándose, se busca y encuentra un nuevo trabajo, o se decide que la vida es breve, y que, precisamente por eso, no hay que perder el tiempo.
Sin embargo, cuando no existe un referente concreto en el que anclar el episodio depresivo, las cosas se ponen cuesta arriba. Es altamente probable que exista una causa orgánica. Algo se ha desestabilizado, se oyó un click. En tales casos, la medicación puede ayudar a predisponer a la persona a encajar la ayuda del terapeuta o incluso de sus familiares y amigos. Esa misma medicación puede también contribuir a evitar sucesos desgraciadamente vinculados a la depresión, como es el caso del suicidio.
La mención del suicidio nos lleva al siguiente peldaño de la respuesta a esta pregunta. Entre las personas depresivas existe una tasa de intentos de suicidio de alrededor del 50%. Sin embargo, cuando a la depresión se une alguna clase de trastorno de personalidad, esa tasa supera el 90%. Además, prácticamente 6 de cada diez personas se recuperan de su depresión cuando ingieren antidepresivos. Sin embargo, cuando existe un trastorno de personalidad asociado a la depresión, solamente se recuperan dos de cada diez.
La depresión no es siempre una viajera solitaria. El terapeuta debe considerar seriamente la presencia de síntomas en el cliente que despierten la sospecha de que existen otros factores vinculados a la depresión. La situación cambia notablemente en tales casos.
¿Existe alguna manera de prevenir la depresión? La verdad es que no. Es un hecho que hay personas que son más vulnerables que otras a sufrir el azote de la depresión. Verse privado inesperadamente de un ser querido no se encaja de igual modo. Hay quienes se hunden sin remisión, están aquellos que lo pasan mal una temporada, pero terminan remontando, y también podemos encontrar a quienes su duelo no logra traspasar la puerta de salida del crematorio.
Esta prevención es incluso más remota en los casos en los que no existe una causa evidente u objetiva. Con la depresión ocurre como con la presunción de inocencia. Hasta que las pruebas no son absolutamente evidentes, no se puede, ni se debe, condenar al acusado. En tanto no se experimenta los primeros síntomas de la depresión, no sabremos que estamos cayendo en ese estado. En tal caso, cuanto antes busquemos el apoyo de un profesional, tanto mejor. Negar que el cielo está nublado y dejar el paraguas en casa, aumentará la probabilidad de que terminemos griposos.
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