viernes, 29 de mayo de 2009

La religión y el Siglo XXI

Nos habíamos quedado con la pregunta de si el Dios de los Judíos cambió el mundo sirviéndose del Imperio Romano para proyectarse, desde Oriente Próximo, al resto del planeta.

El pueblo judío es importante en la historia de Occidente por una sola cosa: la revelación de un único Dios, sagrado, omnisciente, todopoderoso y todo amor. Esa revelación pudiera llegar a considerarse la idea más importante en la historia de la civilización humana.

El Dios que se reveló a Abraham mostró que el universo era algo ordenado, no arbitrario, despejando así el camino para los grandes avances de la ciencia.

Precisamente un judío sea, quizá, el humano más importante de la historia, también por motivos religiosos: un carpintero llamado Jesús con origen en Nazareth y que predicó durante algunos años antes de ser crucificado por las autoridades romanas.

Gracias a los judíos, Occidente considera que el mundo es una comedia, no una tragedia, un mundo repleto de extraordinarias posibilidades. Dante termina cada una de las grandes divisiones de su ‘Divina Comedia’ con la palabra ‘estrellas’ debido a que ellas son el emblema más claro del destino humano. No es un lugar en el Olimpo, en Roma o en un condado de California, sino en algún otro lugar, un lugar más allá de los cálculos humanos.

¿Puede ser que los ciudadanos del siglo XXI seamos tolerantes porque somos indiferentes, porque pensamos, tercamente, que la bondad y la verdad objetivas no existen? ¿Puede promover esta actitud un peligroso fortalecimiento del estado?

El cristiano se basa en la creencia de que todas las cosas buenas, incluyendo las tradiciones y la cultura, pueden estimularse a través de lo que la figura de Jesús nos legó. Un estado que persiga la indiferencia del ciudadano debe combatir sus sentimientos religiosos.

La cristiandad le dio al mundo nuestra moderna noción de ‘igualdad’. Recuerden: “todos los hombres son creados iguales”. Los cristianos declaran que todos somos igualmente dignos ante los ojos de Dios.

Hoy en día predicamos la tolerancia, pero eso implica dos mensajes contradictorios: (a) el rechazo a distinguir lo verdadero y lo falso, lo que está bien de lo que está mal, y (b) una sumisión patética a las reglas, escritas por el ‘establishment’, de lo políticamente correcto. En una palabra, es intolerancia acompañada por gomina para el pelo y una sonrisa superficial.

INCISO: ¿Cómo ha degenerado la idea cristina de la bondad en el trascurso de la historia?

-. El mundo es bello porque fue creado por Dios (San Agustín, Santo Tomás de Aquino).
-. El mundo es bello y da la casualidad que fue creado por Dios (Voltaire en sus mejores épocas).
-. El mundo es bello, pero no fue creado por Dios (Darwin, al comienzo de sus correrías).
-. El mundo no es bello y tampoco fue creado por Dios (Darwin en su ancianidad).
-. Puesto que el mundo no es bello, no fue creado por Dios (Richard Dawkins).

Pero, ¿no es el mundo bello?

SIGAMOS.

La persecución de los cristianos por parte de los romanos tiene una interesante explicación. Se libraba una batalla entre la ‘Ciudad del Hombre’, caracterizada por el Imperio y el deseo de dominación, y la ‘Ciudad de Dios’, caracterizada por la caridad y el amor desinteresado.

San Agustin distingue dos tipos de amor: lujuria y caridad. Esta distinción resultará realmente fructífera en la filosofía y el arte durante mil años. Sencillamente no puede comprenderse a Dante o Shakespeare sin ella.

En nuestras escuelas actuales es dogma que las mujeres vivieron oprimidas durante siglos, ya que no podían votar, no disfrutaban de las mismas oportunidades que los varones, etc. Sin embargo, quizá, solo quizá, los cargos sean anacrónicos y chovinistas.

Queramos o no, la caridad y la preocupación por los pobres en nuestra cultura actual, es una herencia de la cristiandad.

El empuje de la cristiandad tuvo un impacto relevante en la Edad Media.

Una edad que algunos consideran brillante, no oscura…

Veremos por qué en el siguiente post.

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