sábado, 21 de febrero de 2009

Respuesta a la Pregunta 6

¿Qué es un test? ¿Se cura a las personas con los tests?

Se suele escuchar que hay dos cosas que los legos conocen de la Psicología: el psicoanálisis, inventado por Sigmund Freud y publicitado hasta la saciedad por la primera época cinematográfica de Woody Allen, y los tests psicológicos a los que se enfrentan periódicamente millones de personas, por ejemplo, en la escuela o en un proceso de selección de personal.

Aunque puede parecer difícil definir qué es un test psicológico, realmente no lo es. Un test está compuesto por una serie de preguntas, por lo que, al menos en principio, sería equivalente a una entrevista. El psicólogo requiere información para poder hacer su trabajo y se puede recabar de diversas maneras. Un test psicológico es una de ellas.

La diferencia entre una entrevista y un test psicológico, como estrategia de obtener información, reside en que un test está estandarizado, lo que significa que usando un mismo test psicológico distintos profesionales se aseguran de recoger información estrictamente comparable en distintos casos. Una entrevista es algo más dinámico, en el sentido de que se produce un intercambio entre el psicólogo y el cliente o paciente. Desde esta perspectiva, un test es más impersonal.

Cuando usa un test, el psicólogo explica detalladamente las condiciones para responder y lo hace exactamente igual para todo el mundo, algo necesario cuando se trata de un proceso estandarizado. Una vez el cliente o paciente dice haber comprendido el modo apropiado de responder a las preguntas del test, se termina la interacción con el psicólogo.

Cuando se entrega el test cumplimentado, se aplican una serie de criterios para corregir las respuestas. Estas respuestas también se analizan “fríamente”, es decir, los criterios se aplican independientemente de la persona que lo ha cumplimentado. Es igual que sea alto o bajo, guapo o feo, simpático o antipático. El psicólogo analizará las respuestas expresadas en el test y de ahí tratará de llegar a un veredicto o diagnóstico, teniendo en cuenta la experiencia acumulada al usar ese test en otros casos similares.

Supongamos que el test valora la estabilidad emocional del cliente. En el proceso de valoración de sus respuestas, el psicólogo considerará el sexo y la edad de quien respondió, por ejemplo. El siguiente paso será comparar la puntuación alcanzada en el test por ese cliente con el grupo con el que “debe” compararse apropiadamente. La experiencia en el uso del test le dirá al psicólogo cuál es el modo estandarizado de materializar este delicado proceso.

Lo expresado hasta ahora deja claro un mensaje: aunque sea un dispositivo estandarizado, únicamente un psicólogo formado puede usar un test psicológico, en igual medida que solamente un doctor en medicina puede prescribir un medicamento. A menudo, el uso de un test psicológico concreto puede suponer meses, e incluso años, de formación y práctica. Teniendo en cuenta que en el mercado existen cientos de tests, es lógico pensar que incluso no cualquier psicólogo puede usar cualquier test. Ocasionalmente, no obstante, se producen situaciones, que los medios de comunicación se apresuran a documentar, en las que se ha producido el uso inapropiado de un test.

Curiosamente, cuando esto sucede, no se suele culpar al psicólogo, al profesional, sino al propio test psicológico. Esto se acompaña de una agresividad sin cuartel hacia este tipo de dispositivos de medición psicológica. Hay gente reacia a aceptar que se trata de un excelente modo de valorar la conducta humana. Algunos psicólogos pensamos que quienes declaran esas reticencias usan ese tipo de argumentos para que el trabajo del psicólogo se convierta en algo subjetivo, en una actividad que pueda ser perfectamente discutible por cualquiera.

Mientras que se admite que un termómetro puede valorar neutralmente si se tiene o no se tiene fiebre, se rechaza asertivamente la idea de que un test psicológico pueda valorar objetivamente el nivel de estabilidad emocional. Sin embargo, la diferencia es bastante menos evidente de lo que puede parecer en principio. Tanto el termómetro como el test fueron diseñados y sirven para medir. Y también para que el resultado de la medición no dependa de que el profesional sea “seducido” por el cliente. Si alguien tiene fiebre, el termómetro lo revelará, independientemente de que quien está siendo evaluado sea más o menos carismático, por ejemplo. Si alguien es emocionalmente inestable, el test lo revelará, sin que importe que el evaluado pretenda ser sólido como una roca ante la adversidad.

En resumen, un test psicológico permite medir la conducta humana con exquisita precisión cuando se usa apropiadamente. Y, como parece lógico pensar, un test “no cura” a la gente, no sirve en sí mismo para llevar a cabo ningún tratamiento, ninguna intervención psicológica. A lo máximo que puede aspirar es a contribuir al proceso de diagnóstico previo a cualquier intervención.

2 comentarios:

  1. Muy bueno y un poco optimista lo de que permite medir con "Exquisita precisión".

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  2. Lo de 'exquisito" implica el uso adecuado de tests refinados para objetivos específicos y teniendo en cuenta sus limitaciones. Convendría especificarlo, pero dada la limitación de espacio para responder a la pregunta y la poderosa tendencia a pensar lo contrario, merece la pena destacar las virtudes.

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