Un estudio de impacto económico realizado por la Unión Europea estima en un 0,6% del PIB el coste de las medidas legislativas sobre cambio climático que se aprobarán el 23 de Enero de 2008 en Bruselas.
Es decir, 66.000 millones de euros destinados a que en 2020 se hayan reducido (supuestamente) en un 20% las emisiones de CO2, así como para que las energías renovables (¿quién las vende?) cubran un 20% del consumo energético de la unión.
El llamado “Informe Stern” (este debe ser el que está detrás del tinglado) declara que el coste de no hacer nada podría llegar al 20% del PIB (me tiemblan las piernas).
La decisión de alcanzar el objetivo de las energías renovables mediante subvenciones públicas (acabáramos, así que se trata de eso, ¿eh?) en varios países eleva el coste global. La unión recaudará (claro, claro, cómo no) dinero de las compañías eléctricas (pero mira qué contamina el agua…) por ejemplo.
Quieren nuestros políticos (vuestros, porque lo que son míos...) que el 20% de la recaudación se destine combatir el cambio climático y a promover las energías renovables.
Y uno puede preguntarse: ¿por qué tanto gasto innecesario?
1.- La energía nuclear resulta especialmente rentable en términos de potencia energética (extraordinaria) y conlleva un escasísimo coste para el contribuyente ( = simbólico).
2.- Su nivel de emisión de CO2 a la atmósfera es nulo (conviene repetirlo: NULO) por lo que los apóstoles de Al (Capone) Gore dejarían de ordeñar nuestras ya maltrechas economías domésticas (se presupone que la otra economía va estupendamente) esgrimiendo nuestra (ahora si que es “nuestra”) ampliamente demostrada culpabilidad en el cambio (de los cujons, que diría mi abuelo).
3.- No sería preciso invertir ni un solo euro en energías renovables. Dicho sea de paso, energías renovables de las que abominaremos pronto, en cuanto, por ejemplo, nos percatemos de que es materialmente imposible disfrutar de un atardecer sin hileras de descomunales molinos de viento decorando Siete Picos, Sierra Nevada o Gredos. Usaremos el gas natural para mantener a tono las centrales solares cuando el sol se vaya de vacaciones durante dos o tres días, en lugar de para calentar nuestros hogares.
En suma, compañeros, que Dios nos pille confesados con los de Bruselas. Menos mal que idiotas somos y en idiotas nos convertiremos...
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