Ahora resulta que comprender nuestro cuerpo (y nuestra mente) no pasa por conocer los miles de genes del genoma humano, sino las pequeñas diferencias que nos hacen únicos.
El “Proyecto de los Mil Genomas”, recientemente publicitado, analizará ADN de mil voluntarios de Japón, China, Nigeria, Kenia, Los Ángeles, la Toscana o Utah, para representar a las distintas razas humanas.
Se piensa finalizar en tres años. Y cuando llegue ese momento, se presentarán los resultados en Internet para que cualquier científico interesado pueda consultarlos, y, en su caso, usarlos en sus propias investigaciones.
Ardo en deseos de ver tales resultados, si es que llega ese momento de trasparencia sin cuartel (raro, raro). Comprobaremos, una vez más, que no todo está en los genes, por más que algunos científicos se empeñen en hacernos comulgar con ruedas de molino.
Es razonable que quien se dedica a la genética considere que su campo es la clave. Pero no es sensato olvidarse de que el genoma es una receta para cocinar un cuerpo, o, para el caso, una mente. Los genes extraen la información del ambiente y deben evaluar ese ambiente.
¿Quiere esto decir que la exploración de esos mil genomas será improductivo? No. Lo que significa es que será un primer paso en un largo camino hacia la meta.
Los científicos deberíamos abandonar esa actitud triunfalista, tan de actualidad, y ser más modestos aunque nos pongan un micrófono en la boca o nos enfoque atentamente una cámara de televisión.
Crees que es fácil distinguir cuándo una diferencia en un comportamiento es debido al aprendizaje, cultura, etc o debido a los genes? Dónde está la línea que lo distingue?
ResponderEliminarPara responder esa pregunta llevan trabajando los científicos varios años. Por tanto, no creo que se pueda hacer esa distinción, sino que sé que es así. Si tienes curiosidad puedes meter en Wikipedia, por ejemplo, el nombre de algunos autores y desde ahi conectar con algunos de sus trabajos accesibles en la web. Por ejemplo: Thomas Bouchard o Sandra Scarr.
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