viernes, 24 de marzo de 2017

Reconstruyendo el cerebro desde el exterior (Entrevista a Carlos Gardeta)

Estuve visitando el Instituto Fay y su director, Carlos Gardeta, tuvo la amabilidad de dejarse entrevistar. Charlamos durante casi dos horas sobre el pasado, el presente y el futuro de su centro, así como los tratamientos que en él se materializan.

Roberto (R). Tengo entendido que llegaste a dedicarte a estos menesteres de reconstruir el cerebro usando programas de estimulación por motivos personales. Tu antigua dedicación era el derecho y la administración de empresas.

Carlos (C). Así es. Colgué esta actividad cuando decidí dedicarme a ayudar a mi segundo hijo. Nació con medio cerebro a consecuencia de una toxoplasmosis prenatal. Los médicos me ofrecieron un diagnóstico que pronosticaba un futuro para él que yo me negué a aceptar. No quise resignarme y me puse a investigar quién podría ayudarme. Así acabé en el centro que había heredado uno de los discípulos de Temple Fay.

R. ¿Quién es Fay? Para mi es un completo desconocido.

C. Fue un Catedrático de Neurología y Neurocirugía que, inspirándose en Piaget y Cajal, desarrolló un método para reconstruir cerebros dañados –por cualquier causa—mediante métodos de Estimulación Multisensorial.

R. ¿Podrías explicarme en qué consisten esos métodos?

C. Un normal desarrollo durante la ontogenia supone recapitular nuestro pasado filogenético. Desde los niveles más simples, que ya comienzan en el útero materno, hasta el dominio de los sistemas básicos necesarios para un adecuado desenvolvimiento en nuestro medio terrestre y cultura particular.

Nos basamos en un perfil evolutivo de la Organización Neurológica como el que puede verse en la figura. El individuo se va desarrollando desde el primer mes hasta el mes 72 de su vida, es decir, entre los 0 y los 6 años –más otro año para madurar la lateralización. Ese desarrollo comienza por los centros que comandan el sistema nervioso periférico y progresa hacia el sistema nervioso central: cerebro medio y corteza (inicial, temprana, media y sofisticada).


Además, el programa general de intervención distingue claramente las rutas de entrada y de salida de la información. Nuestras pruebas observacionales valoran dónde se encuentra el individuo para deducir cuál es el estado de cada una de sus redes cerebrales. Evaluamos aproximadamente 100 de esas redes neuronales y actuamos según el perfil que obtenemos en cada caso.

R. ¿100 redes neuronales? ¿Quiere eso decir que lo que se deriva de la investigación sobre ‘neural networks’, en la que se identifica un número bastante más reducido del que tu señalas, puede andar desencaminada?

C. Es probable. Nuestro programa de intervención adaptado al individuo logra unos resultados que son consistentes con los supuestos de nuestro marco de referencia. Aprovecho para comentarte que ese programa se ha ido simplificando en nuestro centro con respecto al original de Temple Fay, que era demasiado engorroso y, también, bastante caro. Nuestra versión es mucho más manejable, y, por supuesto, razonablemente más económico para una familia de clase media.

R. ¿En qué se traduce lo de ‘razonablemente económico’?

C. Entre 200 y 250 € mensuales.

R. Dices que vuestro programa logra resultados, pero ¿siempre?

C. Tu pregunta toca hueso. Desde sus comienzos, allá por 1995, por nuestro centro han pasado más de 4 mil personas. Todas han mejorado sensiblemente. Sin embargo, solamente han completado el exigente programa en su totalidad alrededor de 130 pacientes. Programa que, no lo dije antes pero vale la pena señalarlo ahora, es generalmente aplicado por la madre del paciente, que es la persona más programada por nuestra especie para llevarnos a la maduración de forma incondicional y amorosa.

Pero, desgraciadamente, una abrumadora mayoría carece de la paciencia exigida para continuar con el programa el tiempo necesario para que sea efectivo. El programa funciona, pero cuando se aplica correctamente y se siguen fielmente los programas adecuados prescritos.


R. Si mis cálculos son correctos, eso significa que la adherencia estricta al programa se encuentra alrededor del 3%. O, lo que es lo mismo, un 97% no termina lo que empieza.

C. Es así. Me temo que la gente prefiere soluciones rápidas y ejecutadas por terceras personas para sus problemas y los de sus seres más queridos. Dedicar un tiempo todos los días a estimular a tu niño siguiendo unas estrictas consignas de actuación, requiere esfuerzo y sobre todo una persistencia a prueba de bombas. Hay que sudar la camiseta para alcanzar resultados. En realidad no es distinto a, por ejemplo, lo que se le exige a un deportista de cierto nivel. La disciplina es fundamental, pero escasea.

R. ¿Por qué se estropea el cerebro del individuo?

C. Por algún exceso (p. e. estrés intenso y continuado) o por algún defecto genético (que afecte al metabolismo de la célula) y por muerte suficientemente extensa de neuronas (p. e. falta de oxígeno al nacer). Esos factores influirán tanto en el número de neuronas como en el número de conexiones. Y las variaciones afectarán en el estado de las 100 redes comentadas antes. Nuestra exploración clínica comienza con un anamnesis, es decir, un análisis de las causas del problema. Seguidamente hacemos la valoración funcional de cada una de las redes neuronales y diseñamos el programa terapéutico adaptado a las deficiencias de estas y las necesidades de cada paciente en particular.

R. ¿Te atreverías a decir que vuestro programa es mejor que lo que se hace en otro tipo de centros?


C. Absolutamente. Y eso por una simple razón: habitualmente se atacan los síntomas ignorando su origen, sus causas, que se encuentran en las redes del cerebro que se han estropeado. Nuestro programa aplica la estimulación para modificar las redes, de modo que una vez modificada la causa los síntomas desaparecen.

R. ¿Significa eso que si pudiéramos hacerle una resonancia a tus pacientes antes y después de la intervención veríamos los cambios que se supone que se producen, por ejemplo, en las conexiones entre regiones cerebrales?

C. No veo por qué no debería ser así en el estado actual de la aparatología.

R. ¿Y por qué no lo has hecho? Serviría para convencer a los escépticos de que el método funciona.

C. No tuve oportunidad de hacer una investigación de ese tipo, pero se admiten sugerencias para conseguir la financiación necesaria.

R. Quién sabe, a lo mejor un benefactor con recursos lee esta entrevista y se anima.

C. Ojalá, porque estoy plenamente convencido de que los resultados serían clarísimos.

La entrevista incluyó muchos más detalles porque Carlos es un gran conversador y basta con darle una mínima excusa para que siga hablando, pero estas pinceladas pueden dar una idea de lo que se hace en Institutos Fay.

Comparto la inclinación confesada en una ocasión por un periodista norteamericano que se dedica a la divulgación científica, es decir, la de ser un ‘cabrón escéptico’ (con perdón, pero son palabras literales), así que le pedí a Carlos que me permitiera asistir a algunas sesiones en su centro. Aceptó encantado, así que allá que iré para ver una sesión de primera toma de contacto y otra que se encuentre en sus fases finales.

Seguiremos informando.

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