James Lovelock se decanta ahora por predecir un futuro terrible para la civilización. Según sus cálculos, Gaia nos expulsará de su seno, durante el siglo en curso, por haberla agredido sin criterio. Su meta de preservar las condiciones óptimas para la vida entra en contradicción con los objetivos del sapiens dirigidos al desarrollo económico sin freno.
Nuestra única posibilidad de sobrevivir como civilización a la inevitable venganza de Gaia, es olvidarnos de los ingenuos objetivos verdes y procurarnos una poderosa fuente de energía para cuando nos vengan mal dadas. No le tiembla el pulso al defender la energía atómica. Los países que se resistan a crear, urgentemente, centrales nucleares, serán los primeros en ser exterminados por la ira terrestre.
Lo que personalmente me atrae de Lovelock es que no muestra reservas al expresar lo que piensa según los datos que maneja. Algunos ejemplos. Que seamos listos es una ventaja en general, pero un inconveniente para interactuar con Gaia: “nuestra inteligencia y nuestra creatividad nos ha metido en este atolladero”. Admite que puede estar equivocado: “existe una mínima posibilidad de que los escépticos del cambio climático tengan razón”. Le parece ridículo el afán por vivir más tiempo: “en este mundo se emplea tiempo y dinero a espuertas para tratar de curar el cáncer e intentar ampliar la esperanza de vida, pero no me conmueve el esfuerzo por tratar de vivir tanto (…) casi un tercio de nosotros moriremos de cáncer porque todos respiramos aire, que está lleno del carcinógeno más peligroso: el oxígeno (…) los cancerígenos naturales generados por la vida vegetal están presentes en concentraciones miles de veces superiores a las de los producidos por la industria química”.
Arremete contra los medios de comunicación y contra los políticos: “vivimos una época en que las emociones y los sentimientos cuentan más que la verdad, y existe una enorme ignorancia científica (…) sospecho que los únicos científicos a los que conocemos bien son aquellos capaces de escribir libros interesantes. Los que de verdad contribuyen al avance del conocimiento quedan en el anonimato. Los científicos más jóvenes no pueden expresar libremente sus opiniones sin perjudicar sus posibilidades de conseguir becas o publicar artículos. No están limitados por tiranías políticas o teológicas, sino por las omnipresentes hordas de funcionarios que forman la gran tribu de cualificados pero obstrusivos cargos intermedios”.
Expresa también extraordinarias reservas sobre las llamadas energías renovables en las que quiere sustentarse el llamado desarrollo sostenible: “el crecimiento económico crea la misma adicción entre los políticos que la heroína en los toxicómanos (…) la extravagante e intrusiva construcción de plantas eólicas debe cesar de inmediato (…) las granjas de viento alteran la verticalidad de la atmósfera e influyen negativamente en el clima de la región en la que se instalan (…) necesitamos la superficie de varios planetas como la Tierra sólo para cultivar biocombustibles (…) Europa ha perjudicado gravemente su agricultura y su competitividad en el mundo mediante una compleja mezcla de subsidios, créditos y mercadeo que se conoce como política agraria comunitaria. Ahora la UE está decidida a impulsar una política energética todavía más insensata (…) la responsabilidad de haber aconsejado mal a los gobiernos recae en bienintencionados urbanitas víctimas del sueño romántico e imposible de las energías renovables y de un temor equivocado a la energía nuclear (…) la naturaleza daría la bienvenida a los residuos nucleares”.
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