‘The Internacional Brain Station’ pretende
ser el equivalente de la Estación
Espacial Internacional. Algunos no dudamos de que se debe apoyar con
entusiasmo, determinación y persistencia.
Me
gustó averiguar que, sin ser consciente hasta ahora, estoy dentro del círculo
de confianza. En mi keynote de la
ISSID (International Society for the Study of Individual Differences) en
2013 propuse algo similar para el caso de la neurociencia de la inteligencia. Tony Vernon estuvo presente y me invitó a escribir un artículo
editorial para Personality and Individual Differences. Se
publicó en 2014.
El
paralelismo con el espacio exterior es fenomenal.
El
caso es que más de 60 científicos de doce países se reunieron para que el
proyecto de esa estación internacional para el cerebro despegase. Entre otros estuvieron
presentes Katrin Amunts, Alan Evans, Arthur Toga y Rafael Yuste. El breve
documento que publicaron a raíz de ese encuentro se basa en que “los siguientes
grandes retos para la sociedad y para la ciencia se concentran en las ciencias
del cerebro”.
Los
genes han producido, quizá porque se les fue la mano, unos seres vivos que
pueden estudiarse a sí mismos y explorar vías para cambiar el rumbo de la
naturaleza. O, como seguro suscribiría Carl
Sagan, el polvo estelar se ha transformado en humanos que puede (intentar)
comprender el origen de todo.
En
ese documento se subrayan tres grandes retos, que tendrán que ser abordados con
el desarrollo de nuevas tecnologías. Una vez más, veo confirmadas mis
‘radicales’ opiniones expresadas en otro breve escrito que publiqué en 2014 en
el ‘Journal of Intelligence’.
El
primer reto supone responder a la pregunta de qué hace único al cerebro de los seres humanos. Escriben,
literalmente:
“Comprender los principios
que gobiernan la variabilidad puede ser la clave para comprender la inteligencia
y la experiencia subjetiva, así como la influencia de la variabilidad en la
salud y en la función”.
Los
psicólogos diferenciales deberían, en primer lugar dar palmas con las orejas,
y, en segundo lugar, reclamar un puesto en ese panel de expertos. Pero me temo
que están ocupados en otros menesteres.
Se
persigue aquí una neuro-cartografía
anatómica de distintas especies para llegar a un NeuroZoo Virtual.
El
segundo reto se basa en la siguiente pregunta: ¿cómo resuelve el cerebro los complejos problemas computacionales que
requieren inteligencia?
Observen
cómo este grupo de neurocientíficos no pueden sacarse de la cabeza (y de su
texto) el concepto de inteligencia, mientras que los psicólogos, supuestamente
expertos en el estudio de ese concepto, miran hacia otro lado.
En
este caso se persigue una neuro-cartografía
funcional. La arquitectura neuronal debe orquestar, de alguna manera, la
conducta compleja que se observa en entornos naturales.
El
tercer y último reto se encara a la siguiente pregunta: ¿cómo se puede mejorar el proceso de toma de decisiones de carácter
clínico destinado a prevenir los trastornos y arreglar el funcionamiento
cerebral cuando se estropea?
En
este caso se busca una neuro-cartografía
médica.
La
Estación Internacional de Cerebro se convertirá, si todo va según los previsto,
en una plataforma informatizada ubicada en la nube:
“La ciencia se ha
beneficiado hasta ahora de apoyarse en hombros de gigantes, pero esta estación
permitirá que la ciencia se apoye en los hombros de todo el mundo”.
Poético.
El
uso de esos recursos informatizados conllevará seis fases: registro de datos,
almacenamiento, análisis, exploración, modelado, descubrimiento y educación.
Este
grupo de científicos anima a la comunidad a que se una a la discusión y
contribuya con sus ideas.
No
puedo más que concluir con un contundente aplauso.
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