Este post, escrito para el blog de Roberto, colega y compañero de
mis primeras investigaciones sobre la capacidad espacial, resume el actual
proyecto de investigación que desarrollamos desde la UNED.
Los
profesores Mª Rosa Elosúa, Pedro R. Montoro y yo misma, dirigimos un equipo que
explora las posibilidades del entrenamiento en las etapas de educación infantil
(Laura Mª Fernández-Méndez), primaria (Patricia Gimeno), secundaria y
universidad (Antonio Rodán en ambas etapas).
Presentaré
los resultados preliminares de
nuestra investigación, y, por tanto, deben considerarse con cautela.
El
trabajo se puede contextualizar consultando la página donde se
cuelga regularmente información sobre ese proyecto.
Hablaré
primero de la relación de la capacidad espacial con las disciplinas STEM (del acrónimo en inglés de Ciencia, Tecnología,
Ingeniería y Matemáticas). También sobre el efecto “palanca” que ofrece el
desarrollo de la capacidad espacial para impulsar el conocimiento
científico-tecnológico, valorado actualmente por nuestra sociedad como motor de
crecimiento económico. A continuación resumiré algunas conclusiones del
artículo de Uttal et al. (2013) que son relevantes para nuestra metodología. Contaré
algunas implicaciones de nuestros resultados en la réplica de las conclusiones
que demuestran que la capacidad espacial se puede entrenar, pero incidiré en el
cuándo, cómo y para qué. Para terminar, concluiré con un clásico del área de
estudio: las diferencias promedio (o no) que separan a los sexos en la capacidad
espacial y su entrenamiento.
Capacidad Espacial y
disciplinas STEM
En 2014,
la Asociación Americana de Psicología
(APA) otorgó el Premio George A. Miller
al artículo encabezado por David Uttal,
titulado "The Malleability of
SpatialSkills: A Meta-Analysis of Training Studies" (publicado en marzo de 2013 en Psychological Bulletin).
Los autores revisaron más de doscientos estudios sobre cómo
el entrenamiento puede potenciar el pensamiento espacial. Entre otras virtudes,
la APA valoró las implicaciones aplicadas de algunas de sus conclusiones. Los autores
destacan el hallazgo que considera el entrenamiento espacial como un vehículo para
la mejora del rendimiento en capacidades relacionadas con las disciplinas STEM.
Otros autores, como Wai,
Lubinski y Benbow (2009) ya
acumularon evidencias, a partir de estudios llevados a cabo a lo largo de 50
años, para demostrar que la capacidad
espacial predice el éxito en las disciplinas STEM. Son responsables de uno de los más importantes estudios longitudinales (“Project
Talent”) con una muestra de 400.000 estudiantes de educación
secundaria. Sus resultados destacaron que aquellos estudiantes con puntuaciones
altas en test espaciales tendían a cursar estudios superiores en carreras
relacionadas con disciplinas STEM.
Otro estudio longitudinal, dirigido por Shea, Lubinski y Benbow (2001) durante
20 años, con 563 estudiantes de 13 años, apoyó la relación entre la aptitud
espacial y la elección de determinados estudios superiores: aquellos estudiantes con altas aptitudes
espaciales tenían más posibilidades de cursar estudios en carreras relacionadas
con disciplinas STEM.
Por tanto, existe una relación
entre el pensamiento espacial y las disciplinas STEM. Potenciar el pensamiento
y la capacidad espacial puede ser relevante para el fomento y crecimiento
científico de nuestra sociedad.
Buenas
prácticas metodológicas para analizar el efecto del entrenamiento espacial a lo
largo del ciclo vital
Los resultados del artículo de Uttal et al. (2013) indicaron
que las habilidades espaciales son maleables y que el entrenamiento puede
mejorar el razonamiento espacial, tanto en hombres como en mujeres, y en
diferentes momentos del ciclo vital (tanto en niños como en adultos).
Interesa destacar que la mayoría de los estudios analizados
se hicieron en población adulta: 118 estudios consideraron mayores de 18 años,
mientras que con adolescentes de entre 13 y 18 años se realizaron 39 estudios,
y 53 estudios consideraron menores de 13 años. Además, la mayoría de las
investigaciones se llevaron a cabo con población norteamericana (163 estudios),
mientras que en España se llevaron a
cabo tan solo 4 estudios de los incluidos en la revisión hecha en ese artículo.
Entre las conclusiones más destacables está la dificultad para comparar distintas
edades, porque no hay apenas estudios que compartan su metodología. Por otro
lado, también se señaló la necesidad de incluir un grupo control. Es decir, si se
quiere demostrar que un entrenamiento es eficaz, se requiere comparar un grupo
experimental con un grupo control, a ser posible activo. Solo si el grupo
entrenado (experimental) mejora más en las capacidades espaciales, comparándolo
con el grupo que no hemos entrenado (pero que hizo algo), podremos decir que
ese entrenamiento es eficaz.
Muchos de los estudios revisados no utilizaron
grupo control.
Nuestra
investigación utiliza una metodología similar en el entrenamiento espacial con
tareas adaptadas a cada grupo de edad, pero evaluando los mismos procesos. Optamos por entrenar en Rotación Mental, porque interesa saber
qué sucede con las diferencias entre sexos en aptitud espacial y si hay algún
componente evolutivo que haga variar el tamaño del efecto de las diferencias
entre grupos de chicos y chicas dependiendo de la edad.
Elegimos
la Rotación Mental porque es el componente donde se ha observado un mayor
efecto del sexo, a favor de los chicos, en distintos meta-análisis sobre el
tema, aunque su magnitud varía (Linn y Petersen, 1985; Voyer,
Voyer y Bryden, 1995; Maeda y
Yoon, 2013).
Resumiré
algunos resultados para subrayar la heterogeneidad observada. Linn y Petersen
encontraron un tamaño del efecto medio de 0.73 para la RM, evaluada
principalmente con el PMA-Espacial y el MRT
(Mental Rotation Test), con un rango de
0.5 a 0.96. Voyer et al. replicaron el estudio anterior, encontrando un tamaño
del efecto medio de 0.67 para el MRT. Observaron que los métodos de puntuación
del MRT explicaban la heterogeneidad de la varianza. Por último, Maeda y Yoon encontraron
un tamaño del efecto medio de 0.57 a favor de los chicos, analizando estudios
que usaron en todos los casos el PSVT: R (Purdue Spatial Visualization Test: Visualization of
Rotations) por ser una tarea muy utilizada para evaluar
capacidad espacial en carreras STEM al usar estímulos 3-D. Los tamaños del
efecto variaban en función de las condiciones temporales de aplicación del
test.
En nuestras
investigaciones durante los últimos años hemos hecho estudios sobre
entrenamiento en primero de infantil (3-4 años), tercero de infantil (5-6
años), segundo de primaria (7-8 años) y tercero de secundaria (14-15 años).
La
estructura de los estudios ha sido similar:
1. Una
sesión de evaluación pre entrenamiento.
2. Tres
sesiones de entrenamiento en RM, de 30 minutos cada una, durante tres días
consecutivos.
3. Y
una sesión de evaluación post entrenamiento.
En la siguiente
figura se puede ver el tipo de ejercicios para entrenar la RM en el grupo de
adolescentes.
En
todas las edades se evaluó la capacidad espacial antes del entrenamiento con
una prueba distinta de la entrenada, asegurándonos de que no hubiera
diferencias entre los grupos experimental y control. Se evaluaron otras capacidades,
como inteligencia fluida, aptitud matemática o memoria de trabajo. También se
aplicaron, salvo en infantil, cuestionarios de ansiedad espacial y experiencia
con videojuegos.
Algunos
resultados están publicados. Otros están en camino.
El
estudio con adolescentes ya está publicado (Rodán, A., Contreras, M.J., Elosúa,
M.R. y Gimeno, P. (2016). Experimental
but not sex differences of a Mental Rotation Training Program on Adolescents. Frontiers in Psychology, Volume
7, Article 1050).
Se han replicado
algunas de las conclusiones de Uttal et al. (2013): con tan solo tres sesiones de media hora se produce un efecto de
entrenamiento de la rotación mental que demuestra una ventaja del grupo
experimental respecto al control en una tarea espacial distinta de la entrenada
(pero que comparte procesos de RM).
Este
resultado se ha observado en las cuatro edades consideradas.
Otra
cuestión no analizada, pero importante, y también señalada por Uttal et al., es
la durabilidad de este efecto.
Seríamos
ingenuos si pensásemos que por entrenar tres días durante media hora se va a producir
una mejora sustancial y a largo plazo de la capacidad entrenada.
Pero
hay evidencia de que si se incorporan actividades o juegos que activan procesos
visoespaciales, como sucede con videojuegos como el Tetris o el Candy Crush, las
diferencias podrían desvanecerse (Cherney,
2008).
El evolutivamente intermitente efecto de
las diferencias entre sexos en nuestros estudios
A pesar
de que se ha demostrado el efecto de las diferencias entre sexos en Rotación
Mental, con un mejor rendimiento promedio de los chicos, en nuestros estudios no hemos encontrado diferencias en la mayoría de
las edades evaluadas.
Solo
apareció un rendimiento significativamente menor de las chicas en segundo de
primaria (7-8 años). Ni en las edades evaluadas en infantil, ni en secundaria,
observamos tal efecto.
En la siguiente
figura se muestran los resultados con adolescentes, segregados por sexos y
grupos experimental/control, con las puntuaciones pre-post y la diferencia del
incremento (post-pre) en el subtest espacial del EFAI (Santamaría
et al. 2005).
No se encontraron diferencias
significativas entre sexos en ninguna variable.
Por
otro lado, en este estudio tampoco se encontraron diferencias significativas
entre sexos en experiencia con videojuegos, efecto que sí encontramos en el
estudio de segundo de primaria, donde apareció efecto del sexo y una media
significativamente menor de experiencia con videojuegos en niñas.
Poniendo
en relación ambos estudios con la literatura previa al respecto, nuestros resultados
replican la bibliografía que relaciona dicha experiencia con un mejor
rendimiento espacial. Por ejemplo, Terlecki
et al. (2011) concluyeron que la brecha espacial entre sexos,
a favor de los chicos, podría reducirse con el desarrollo tecnológico actual. Nuestros estudios parecen confirmar esta tendencia.
La
facilidad con la que actualmente pueden incorporarse aplicaciones y juegos en
los teléfonos móviles pudo influir en que no encontráramos diferencias entre
sexos en los adolescentes. En segundo de primaria aún se da más juego de roles
que pudiera estar manteniendo las diferencias. En las edades de infantil no
replicamos tampoco el efecto del sexo, y puede influir que en las edades de 3 a
6 años hay muchos juegos manipulativos con bloques, puzles, etc. que pueden
facilitar el juego equivalente niños-niñas.
Aunque
esta discusión es especulativa, en el futuro podremos comprobar estas hipótesis
y por dónde avanzan las diferencias entre sexos en capacidad espacial. Quizá
pueda confirmarse su desaparición sin tener que esperar a que avance demasiado
el siglo XXI.
En una
investigación realizada en la Universidad Autónoma de Madrid a comienzos del presente siglo, por el
equipo liderado por José Santacreu, observamos la misma estructura factorial
espacial en ambos sexos. Sin embargo, las diferencias a favor de los chicos se apreciaban
en titulaciones de todas las ramas académicas (véase la siguiente figura –a
mayor valor, peor rendimiento).
¿Puede que los tiempos estén cambiando?
Aunque
la frecuencia con que las chicas eligen carreras STEM sea menor que la de los
chicos –en la página 18 de este informe, que resume distintos
indicadores de la OCDE 2015, se observa que las mujeres representan alrededor
del 60% en el campo de Humanidades y Ciencias Sociales, mientras que en el
campo científico-tecnológico los hombres son mayoría y en este caso las mujeres
solo representan el 30% --es posible que las chicas que entran tengan
capacidades espaciales similares a los chicos. Sin embargo, no fue eso lo que
encontramos en la investigación recién comentada.
Evaluando
la capacidad de visualización espacial de estudiantes de primero de carrera, no
encontramos diferencias entre chicos y chicas, ni en estudiantes de Matemáticas,
ni en estudiantes de Arquitectura. En otro
estudio, hecho con estudiantes de Ingeniería, se encontró un efecto
del sexo en la misma tarea de visualización.
Por
tanto, puede que los tiempos SÍ estén cambiando y que la última década haya
sido crucial para la reducción de estas diferencias en capacidad espacial que
separan en promedio a chicos y chicas.
Para qué entrenar el pensamiento espacial
Uttal
et al. (2013) comienzan su artículo explicando una cuestión fundamental para quienes
nos dedicamos a la formación: cualquier experiencia que potencie la educación
incide en el desarrollo individual –mejorar respecto a nosotros mismos- y
también puede reducir las diferencias individuales -mejorar respecto a otros-.
A pesar
de este objetivo tan deseable, también es cierto que a menudo la intervención
aumenta, en lugar de reducir, las diferencias individuales. Este hecho se
observó, por ejemplo, en el programa Barrio Sésamo. Estaba dirigido a mejorar
el nivel intelectual de los chavales en desventaja, pero se observó que los
chavales ‘normales’ también veían el programa y ese hecho aumentaba la
diferencia que se deseaba reducir. Los detalles pueden consultarse en una
excelente capítulo preparado por Dick Snow y E. Yalow en el clásico ‘Handbook
of human intelligence’ editado por Bob Sternberg (1982).
Pero mantengamos
el objetivo de reducir las diferencias, en este caso que las chicas mejoren su capacidad
espacial, o ayudar a mejorar a quienes utilizan estrategias poco eficaces. O a reducir
la ansiedad de quienes pueden tener miedo a enfrentarse a este tipo de
problemas visoespaciales, a la tridimensionalidad de una molécula o a la
conexión entre neurotransmisores en el cerebro.
El
entrenamiento debería contribuir a mejorar, tanto a los individuos como a los
grupos, que tengan más dificultades (o menos interés) con el mundo de las
relaciones espaciales.
Existen
posibilidades para entrenar la capacidad espacial.
Por
tanto, conviene que los chavales hagan actividades que pongan en marcha sus procesos
de razonamiento espacial. Desde actividades manipulativas –como puzles, legos,
bloques, tangram, ajedrez o maquetas—hasta videojuegos que requieren procesamiento
espacial (acción y aventuras, deporte, simulación o estrategia).
Nora
Newcombe, en este interesante artículo, facilita
orientaciones para el profesorado y las familias (ver pág 33) enumerando recomendaciones
para desarrollar el pensamiento espacial. Entre ellas se incluyen las ya
comentadas y otras relacionadas con la expresión verbal y corporal.
En
resumen, apostamos por un uso racional y estimulante de las herramientas que
pueden potenciar las capacidades cognitivas.
Las
ideas descritas en este post se
pueden complementar con el programa de radio de la UNED titulado “¿Es posible entrenar la
capacidad espacial? Qué, cómo y cuándo”.
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Dpto.
de Psicología Básica I (UNED)
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Contacto:
mjcontreras@psi.uned.es
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