domingo, 11 de septiembre de 2016

Tecnología, cerebro y capacidades humanas (Parte 2 de 3)

¿Por qué evolucionamos hasta el 3D?

Es complicado reconstruir el proceso de la evolución. Una dosis de especulación es prácticamente inevitable. El mecanismo general sugiere que los individuos de la especie que atesoran mecanismos que propician la adaptación, acumulan puntos para reproducirse en mayor medida que los que no.

Por eso, los científicos piensan que el hecho de que ahora disfrutemos de la percepción 3D obedece a que resultó “adaptativo” en el pasado de nuestra especie. Antes de ser agricultores fuimos cazadores y cazar es una actividad compleja en términos visuoespaciales.

Imaginemos a un grupo de sapiens preparándose para dar caza a un enorme mamut. Se abre la veda de caza antes de la llegada del frío glacial. Es esencial para nuestra supervivencia atrapar a ese mamut, descuartizarlo y conservar el alimento para cuando sea inviable obtener más alimento. Tener éxito en la caza separa sobrevivir de perecer. Estamos obligados a planificar los movimientos del grupo de cazadores según nuestra exitosa experiencia de la temporada anterior. Trazamos las acciones que llevarán al mamut hacia una trampa de la que no podrá escapar. Estará irremisiblemente perdido a pesar de su extraordinario tamaño. Nuestro grupo superará así un nuevo invierno.

Realizamos todas estas actividades en tres dimensiones: nuestra visión 3D permite calcular la ruta de escape del mamut para colocar estratégicamente las trampas (un agujero con estacas en el suelo no deja de ser un recurso 3D), organizar la partida de cazadores en un espacio donde la profundidad es crucial y tirar lanzas al animal para abatirlo.

¿Habríamos logrado este objetivo sin poder apreciar el mundo tridimensional tal y como es?

Diálogo

P: ¿Por qué evolucionamos los humanos hacia la visión 3D? ¿Fue realmente algo importante?

R: Hay distintos planteamientos, porque sobre el pasado nos vemos obligados a especular. A veces demasiado. Quizá el enfoque más interesante corresponde a nuestra historia de cazadores, es decir, a nuestro pasado como depredadores.

P: ¿Depredadores?

R: Sí, aunque algunos científicos relacionan la visión 3D con el proceso de agarrar ramas saltando de un árbol a otro, personalmente considero más atractiva --y verosímil-- la historia relacionada con la caza.

P: Comprendo. Nuestro historial depredador parece, por tanto, importante, pero ¿fuimos unos 'simples' depredadores'?

R: No, desde luego que no. No fuimos unos depredadores cualesquiera, sino unos cazadores sociales, que, además, se comunicaban bastante bien.

Como se sabe, la visión 3D es preferente en depredadores, mientras que es rara en presas.
Los depredadores, como los felinos o los tiburones, ubican sus ojos en la sección frontal de la cabeza. Eso fomenta una visión similar en ambos ojos y se facilita la visión 3D. Se sacrifica amplitud para ganar profundidad.

Justo lo contrario de lo que sucede con las presas. Los ojos de las presas, como los de los ciervos o muchos peces, suelen situarse a los lados de la cabeza para gana amplitud y saber, con tiempo, de dónde viene el peligro.

P: De acuerdo, entonces situar apropiadamente los ojos es importante pero ¿y el cerebro? ¿qué papel juega a la hora de capturar adecuadamente el mundo tridimensional?

R: Juega aportando una experiencia previa que resulta crucial.

P: ¿Puedes poner algún ejemplo?

R: Puedo intentarlo. En una investigación clásica se estudió a pigmeos Bambuti, del Congo, hallándose resultados sorprendentes.

P: ¿Los Bambuti?

R: Si, una tribu que vivía en tupidos bosques en los que rara vez se podía alcanzar más allá de medio kilómetro de distancia con la mirada.

Cuando se les sacó de sus bosques, vieron búfalos a gran distancia y creyeron que eran insectos. Al ver un barco a gran distancia en la mar se negaron a admitir que un barquito tan pequeño pudiera transportar personas de verdad.

P: ¿Y por qué les sucedía eso?

R: Porque los Bambuti eran incapaces de correlacionar la imagen de la retina y la distancia aparente, así como de lograr la constancia del tamaño en una situación en que intervienen distancias que excedían su experiencia habitual.

Compartimos nuestra experiencia en formatos 2D.

Los científicos piensan que nuestro cerebro posee tres mecanismos básicos que demuestran nuestro pasado social: uno nos permite establecer relaciones de amistad, otro ubicarnos en un grupo social concreto y el último, el más importante, trabajar sobre el estatus. Aprender a destacar sus virtudes y a ocultar sus defectos resultaba crucial para que cualquier sapiens mejorara su estatus dentro de su grupo. El individuo con "más prestigio" se aseguraba un mayor acceso a los recursos de la tribu si su estatus mejoraba. Por eso somos tan "sociales". Y no hemos cambiado mucho desde entonces.

¿Cómo conseguimos ese estatus? En alguna medida, compartiendo lo que nos sucede: mostrando lo rica y reveladora que es nuestra experiencia pasada. Sin embargo, hasta ahora nos hemos visto 'obligados' a compartir nuestras experiencias sociales usando limitados medios de comunicación bidimensionales. Desde los epistolarios clásicos, hemos visto vídeos domésticos en una pantalla plana o hemos compartido fotos enclaustradas en un papel. Pero nuestras experiencias son mucho más ricas, por eso explicamos las fotos con detalle.

El cerebro rellena con “experiencia” los huecos del 2D

Nuestro cerebro trabaja sistemáticamente en 3D. Incluso cuando le damos información en 2D.

Quizá el ejercicio más extremo al que sometemos a nuestro cerebro es la lectura. Cuando leemos damos al cerebro una gran cantidad de información cifrada y en 2D para que éste recree un complejo mundo en 3D que es lo que imaginamos al leer.

¿Cómo lo hace? Cubriendo los huecos.

Hagamos un ejercicio: cerrar un ojo. Se crea o no, en ese momento estamos viendo en 2D, aunque pensemos que seguimos viendo en 3D. Es nuestro cerebro el que suple ese hueco con experiencia previa.

¿Por qué? Percibimos en 3D, pero también almacenamos y recordamos en 3D.

Los científicos han observado que se usan las mismas neuronas del cerebro para el procesamiento de objetos y para el almacenamiento a largo plazo de la representación de esos objetos. Cuando se imagina una escena se aprecian patrones de activación similares en la corteza temporal ventral a los observados cuando se experimenta directamente esa escena. Esta es una de las bases de la denominada memoria episódica, el registro de los sucesos vividos.

Esa memoria episódica almacena vivencias experimentadas en un mundo 3D. La diferencia entre percepción y memoria es más difusa de lo que puede parecer. De hecho, cada vez que se identifica un objeto se recupera lo que se sabe sobre él. Identificar un objeto supone re-conocerlo. Aunque cerremos un ojo, seguimos “viendo” como si no lo hubiéramos hecho porque recurrimos automáticamente a la experiencia 3D previa que tenemos almacenada.

Diálogo

P: ¿Habéis estudiado los científicos qué sucede al cerrar un ojo?

R: Si. Se ha hecho experimentalmente.

P: ¿Cómo?

R: Te voy a poner un ejemplo. Si se colocan a la misma distancia naipes de tamaño normal, de la mitad de ese tamaño y de doble tamaño, y se nos pide que miremos por una mirilla, valoraremos de modo peculiar los tamaños y distancias percibidas.

P: ¿En qué sentido?

R: La percepción resolverá el problema manteniendo los tamaños normales de los naipes y ajustando las distancias percibidas de forma conveniente.

Es decir, veremos todos los naipes de tamaño normal, pero a diferentes distancias: diremos que el de tamaño mitad del normal está dos veces más lejos que el de tamaño normal, y, también valoraremos que el de tamaño doble se sitúa la mitad de lejos.

En resumen, usamos nuestra experiencia previa para encontrar sentido.

P: Por tanto, el cerebro tiene mucho que decir, ¿no?

R: En efecto. Por eso, cuando cerramos un ojo apenas nos damos cuenta de que cambia la percepción.

P: Pero si me tapo un ojo no te veo igual...

R: Claro, pero porque estoy demasiado cerca de ti. Si me alejase de ti la diferencia sería cada vez menor. Tu cerebro haría su trabajo con mayor eficacia.

P: Y eso tiene que ver con lo que ya hemos comentado, ¿verdad?

R: Verdad. La distancia mayor o menor influye notablemente en cómo trata la información mi cerebro.

P: Vale, pero el hecho es que tenemos dos ojos. ¿Qué hace el cerebro con la información que le envían una o las dos retinas?

R: Es importante darse cuenta de que el cerebro es una máquina poderosa. Eso es algo que se admite sin demasiados problemas, pero sin comprender muy bien por qué.

Estamos tan acostumbrados a percibir el mundo en tres dimensiones que difícilmente tomamos conciencia de lo complicado del proceso.

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