viernes, 2 de septiembre de 2016

La Prueba del Cielo

Me aproximé con ingenuo interés al best-seller de Eben AlexanderLa Prueba del Cielo’. El subtítulo parece ser una de las claves de su éxito:

El viaje de un neurocirujano a la vida después de la muerte”.

A este médico se le indujo un coma al llegar en un estado convulso al Hospital y permaneció así durante una semana. Su neocorteza estaba siendo devorada por un agresivo agente patógeno. Sus funciones mentales superiores estaban anuladas, y, por tanto, debía estar necesariamente en un estado no-consciente.

Sin embargo, asegura en su libro que su conciencia permaneció intacta. Durante esa semana, su conciencia abandonó en la UCI su residencia habitual, es decir, el cuerpo de Eben, y viajó al cielo. Allí pasó desde un lugar de tránsito bastante extraño a una representación ideal de Shangri-La (bella mujer alada incluida) para llegar al núcleo, una especie de agradable agujero negro en el que comprendió todo, el sentido de la vida (y la muerte).

Su paseo celestial fue archivado por su conciencia, que no es de éste mundo, sino del otro. Al recuperarse del coma, su cerebro –la conexión entre esa conciencia eterna y el mundo terrenal—hizo un downloading, descargó el material que usaría para escribir su exitoso libro, que engrosaría el listado de experiencias cercanas a la muerte (Near-Death Experiences) contadas por cientos de personas alrededor del mundo.

La gracia de esta historia, de la que se ha servido descaradamente la editorial, es que Alexander es un médico entrenado en la tradición del método científico: sin pruebas, no tenemos nada que discutir. Sin embargo, su experiencia no puede valorarse según las reglas de ese método. O se cree en ella o no se cree. Punto.

Una comparativa excelente para entender la anterior declaración es una escena de ‘Contact’ que, a mi juicio, es el testamento de Carl Sagan sobre esta cuestión de lo divino y lo humano. El jurado lleva a la protagonista a un punto en el que debe admitir que carece de pruebas para demostrar la inverosímil historia que vivió en el espacio. Como científica comprende la posición de incredulidad de los miembros del jurado, pero es incapaz de admitir que se ha inventado su vivencia porque ella sabe, siente, que es cierta.

El caso de Alexander se parece. El lector puede creer su historia o no, pero cualquiera de las alternativas se basará en la fe. El médico no puede aportar pruebas sobre la existencia de ese cielo que declara haber visitado mientras estuvo en coma. Los escépticos tampoco pueden demostrar que esté mintiendo.

Tuve acceso a un estupendo artículo de investigación, no obstante, que recomiendo a cualquiera que sienta la tentación de engrosar el número de lectores del librito de este neurocirujano. El título de ese artículo deja pocas dudas sobre la visión del periodista: el profeta. Alguien que dice tener pruebas de que el cielo existe y que se juramenta para proclamar la buena nueva a los cuatro vientos, se ajusta a la definición de profeta, le guste o no.

La investigación de Luke Dittrich incluye largas entrevistas con el médico celestial, su historial como neurocirujano y, en resumidas cuentas, la credibilidad que puede tener su paseo divino atendiendo a su trayectoria vital aquí en la fangosa Tierra.

Puedo ahorrarles media hora larga de lectura: el periodista sospecha, igual que el Dalai Lama, que no deberíamos fiarnos de alguien que antes de los hechos narrados en el librito se enfrentaba a varias denuncias millonarias por repetidas negligencias médicas. Esa amenaza, con malísima solución, habría llevado a su brillante intelecto a reinventarse, como hicieron antes que él otros que se tomaron muy en serio eso del sueño americano.

El éxito de ventas de ‘La Prueba del Cielo’, que Hollywood llevará a la gran pantalla, le garantiza inmunidad ante sus fracasos como médico. Su carrera estaba acabada, pero eso es historia. Ahora, como dice el periodista, Alexander “is in a better place”.

Hice referencia antes a Sagan, quien popularizó eso de que “extraordinary claims require extraordinary evidence”, aunque la idea original proviene de Laplace, Hume y Truzzi. Pero las historias extraordinarias de quienes han experimentado NDEs no van asociadas a pruebas extraordinarias porque, al menos por ahora, no existen.

El director del National Institute of Health (NIH) Francis Collins, escribió un librito sobre la relación de la ciencia con la fe (El lenguaje de Dios). Tuvimos oportunidad de comentarlo aquí. En cierto modo, concuerda con el testamento de Sagan en Contact:

Abrirse a la vida del espíritu es algo indescriptiblemente enriquecedor”.

Alexander puede ser un oportunista que se sirve de una de las ansias más arraigadas de los humanos para enriquecerse, para superar sus gravísimos problemas de liquidez. No sería la primera vez y tampoco será la última. Pero eso no significa que dejen de interesarnos las tres preguntas que él recupera en ‘The Map of Heaven’:

¿Quiénes somos?
¿De dónde venimos?
¿Hacia dónde vamos?


Platón podría habernos legado un mensaje más importante de lo que pensamos a través del mito de la caverna. Pudiera ser que viviéramos en un mundo de sombras proyectadas desde otro lugar, desde ese lugar al que, por ejemplo, viaja Ellie Arroway como representante del mediático astrónomo. Cabe la posibilidad de que sea cierta la historia de la caverna que los hermanos Wachowski remasterizan en ‘Matrix’.

O no.

¿Quién sabe?


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