‘Nature
Neuroscience’ publica un complejísimo informe en el que, usando
distintas bases de datos, se concluye que determinadas redes genéticas influyen
sobre las diferencias cognitivas y sobre determinados trastornos. Esas redes
expresan sistemas
de genes que interactúan.
Por tanto, este análisis de sistemas
permite superar la investigación hecha hasta ahora basada en aproximaciones más
univariadas que multivariadas. Un ejemplo más de que el avance de nuestro
conocimiento se encuentra ahora estrechamente vinculado a las mejoras de
carácter tecnológico. Sabemos más o menos lo que se debe hacer para satisfacer
nuestro ansia de saber, pero no siempre se puede por limitaciones metodológicas
y técnicas.
Los genes que influyen sobre la
cognición humana probablemente influyen simultáneamente sobre distintos
factores cognitivos. Es decir, como sostuvieron hace tiempo Kovas & Plomin, los genes poseen efectos generalistas.
Esta idea se contrasta usando un
análisis de redes en el que los genes se co-expresan. Se combinan datos de
humanos (sin y con trastornos, vivos y muertos) y animales para aumentar la
solidez de la evidencia.
Las redes de genes finalmente
identificadas (especialmente la red M1, y, también, aunque en menor grado, M3,
M11 y M19) se encuentran vinculadas a los procesos sinápticos en el cerebro
(intercambio de calcio, guía axonal, potenciación, densidad postsináptica,
etc.).
En el siguiente paso se relaciona estas
redes genéticas (coexpression modules)
con la cognición humana. En concreto (¡oh, sorpresa!) con la inteligencia
fluida, la inteligencia cristalizada, el recuerdo verbal demorado y la velocidad
mental. Para atestiguar que las posibles asociaciones son genuinas se incluye
en el análisis una serie de fenotipos que se sabe no se encuentran asociados
con las funciones cognitivas, tales como la presión sanguínea o los niveles de
glucosa.
La red M1 se asoció a los cuatro
factores cognitivos señalados, mientras que M3 se asoció a todos menos a la
inteligencia cristalizada. La asociación más replicable se observó para M3 y la
inteligencia fluida. Ninguna de las dos redes se asoció a los
fenotipos no relacionados con las funciones cognitivas.
En la siguiente fase de la
investigación se exploró la expresión de M1 y M3 en las diferentes etapas del
desarrollo del cerebro humano, analizando en detalle sobre qué región cerebral
se expresan los genes de M1 y M3. El resultado reveló un gradiente de expresión
durante el desarrollo que comienza alrededor de la semana 18 de la gestación,
que alcanza su máximo al nacer y que persiste en el periodo postnatal. Después
del nacimiento, los genes de M1 y M3 se expresan en toda la corteza, salvo en
el estriado, el tálamo y el cerebelo: “diferentes procesos subyacen a la expresión de M1 y M3 en el
cerebro”.
Teniendo en cuenta que los trastornos
cognitivos son un componente esencial de muchos desórdenes neurológicos (como
la esquizofrenia, el autismo o la epilepsia), el equipo de científicos se lanza
a analizar la relación de M1 y M3 con la susceptibilidad a esos trastornos. Los
resultados señalan que la mutación en los genes de M3 se asocian a la
discapacidad intelectual y la encefalopatía epiléptica.
En resumen, esta ambiciosa investigación
demuestra la presencia de una asociación replicable entre dos redes de co-expresión
genética (M1 y M3) y las capacidades cognitivas en humanos sanos. M1 incluye
genes relacionados con los procesos sinápticos en el cerebro, y, por tanto, se
apoya la relación de los procesos postsinápticos y la potenciación a largo
plazo con la cognición humana.
M1 y M3 influyen, en general,
sobre las capacidad cognitivas, no en capacidades específicas como la memoria.
Este resultado es consistente con la evidencia derivada de estudios en genética
conductual y molecular en los que se observa una alta correlación genética
entre distintas capacidades cognitivas:
“La distribuida expresión y co-expresión de los genes
de las redes M1 y M3 sobre la corteza humana, y su ajustada regulación durante
el desarrollo, es también consistente con el papel que juegan estos módulos a
través de distintos dominios cognitivos”.
La expresión de los genes de M1 y M3
son sustancialmente estables desde el momento del nacimiento, lo que sugiere un
papel persistente de estos genes sobre la cognición durante el ciclo vital.
Naturalmente, esta conclusión
sustanciaría la estabilidad del rasgo inteligencia que ya se ha discutido en
este foro en más de un ocasión. Por ejemplo:
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