AVISO: seguidamente se destripará el Episodio VII de Star Wars. Si usted aún no vio la película, pero desea hacerlo, absténgase de seguir leyendo. O, mejor, haga lo que quiera. En realidad, es irrelevante.
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Fue horrible visualizar la decrepitud de Han Solo y de Leia Organa. Pero, siendo terriblemente decepcionante, eso no es lo peor de esta secuela de la celebérrima saga salida de la imaginativa mente de George Lucas (con la inestimable guía de Joseph Campbell y Carl Jung). Nada de eso.
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Fue horrible visualizar la decrepitud de Han Solo y de Leia Organa. Pero, siendo terriblemente decepcionante, eso no es lo peor de esta secuela de la celebérrima saga salida de la imaginativa mente de George Lucas (con la inestimable guía de Joseph Campbell y Carl Jung). Nada de eso.
Disney lo ha dado todo para capturar
al público más joven, por atraparle para lo que ya han anunciado está por
venir. Y en ese intento los guionistas (mi admirado Lawrence Kasdan y el
director, J. J. Abrams) se aproximan peligrosamente a ‘Los Juegos del Hambre’ o ‘Divergente’
olvidando su raigambre, su esencia, eso que nos capturó a
quienes ni siquiera habíamos dejado atrás la EGB cuando se estrenó ‘A New Hope’.
La historia es tan pobre que se
recurre, por tercera vez, a (una versión remasterizada de) la Estrella de la
Muerte y al objetivo rebelde de destruir su núcleo. Más grande, más orgánica,
pero réplica de la temible estación espacial a pesar de todo, construida (más o
menos) esta vez por una nueva organización de malos malotes (La Primera Orden). El jefe supremo del
nuevo Imperio recuerda al Doctor Manhattan de los Watchmen y su súbdito más
leal y poderoso (el supuesto nuevo Vader, es decir, Kylo Ren) resulta ser el sobrino de Luke Skywalker, y, por tanto, el hijo de Leia y Han.
C3PO y R2D2 han sido relegados a un patético segundo plano, por decirlo
suavemente, sustituidos por un nuevo robot (BB-8) al que es difícil pillarle el tranquillo. Cómo no, BB-8 sale
por patas (es un decir) de la primera escena de la película, ocultando en su
interior un mapa en el que se encuentran las claves para dar con el paradero de
un desaparecido Luke. ¿No les recuerda esto a algo?
En algún momento se nos cuenta que
Luke entrenó a su díscolo sobrino, iniciándole en los caminos de la fuerza,
pero se impuso el talante de su abuelo, Anakin, así que destruyó la escuela Jedi
de su tío y se unió a La Primera Orden para, igual que su abuelo, acabar con la
beligerancia de la galaxia (o eso podemos suponer).
A todo esto, sepan que el tal Kylo se
calza un traje así en plan monje, y, naturalmente, una máscara, bastante más homogénea
que la de Vader, todo hay que decirlo. El personaje parece tener algo de
interés al principio, pero ese interés desaparece cuando a) se quita la máscara
impulsivamente y se nos permite comprobar que es bastante feo (se parece a
Harry Potter, pero aún es más cutre) y b) descubrimos su parentesco y sus
orígenes de un modo escasamente imperial.
A todo esto, BB-8 aparece en el
planeta Jakku (el nuevo Tatooine) y se encuentra con Rey, una muchacha que se dedica a recoger chatarra (de las naves
del antiguo imperio estrelladas en el planeta, por ejemplo) para obtener
alimento. Rey se encuentra en este planeta con un soldado (Finn) que deserta de la Primera Orden, por razones desconocidas, y
que da con sus huesos en el desierto de Jakku después de ser alcanzada su nave
(en la que también viaja Dameron, un
rebelde y dueño de BB-8, que desaparece después de estrellarse, pero que
reaparece milagrosamente para bombardear la Estrella de la Muerte en el éxtasis
del predecible final).
Finn y Rey abandonan Jakku en el Halcón Milenario, que pasaba por allí,
cuando los soldados de La Primera Orden localizan el paradero de BB-8, porque,
naturalmente, los malos también quieren encontrar a Luke (que tiene mucho
tirón).
Después de pasearse un rato por el
espacio, el soldado desertor y la chica, metidos en la panza del montón de
chatarra más rápido de la galaxia, son apresados por una nave de carga que, oh
casualidad, es propiedad de los contrabandistas Solo y Chewbacca.
De ahí pasamos a un planeta verde en
el que hay un personaje que recuerda a la sobrina de Yoda y que guarda el sable
láser de Luke (que, imagino, debió decidir abandonarlo cuando desapareció). Rey
se encuentra el sable, también casualmente, y experimenta una epifanía: eso de
la fuerza también está con ella así que, sin preaviso, decide enfrentarse de tu
a tu con el súper entrenado Kylo. Lo de la chica es intuición combativa y lo
demás tonterías.
El caso es que, como dije, los buenos
se cargan la Estrella de la Muerte, no sin antes asistir a una escena en la que
Kylo asesina a sangre fría a su padre. No, tampoco se nos explica aquí porque
le guarda esa inquina a Solo (quizá porque pidió demasiado dinero por aparecer
en esta secuela y eso redujo sus propios ingresos).
Con todo y con eso, no puede negarse
que la película es entretenida. Hasta podemos ver en los segundos finales el
encuentro fugaz de Luke (con idéntico aspecto a Alec Guinness en ‘A New Hope’) y Rey, que tiene bastante
pinta de ser su hija. Eso, por supuesto, abre la puerta de par en par para la
siguiente entrega.
Si se quiere pasar un rato en una
sala de cine sin aburrirse como una vaca, ‘El
despertar de la fuerza’ es, desde luego, una alternativa razonable.
Pero la magia ha desaparecido. Me
temo que irremediablemente.
Puede que tengas razón. Es más, creo que la tienes
ResponderEliminarEs posible que haya sido seducido por el reverso tenebroso de la nostalgia, nunca se sabe.
ResponderEliminarI find your lack of faith disturbing...
ResponderEliminarLa magia ha desaparecido, se fue con los años me temo... O sea que si he entendido bien, en cualquier momento de las siguientes secuelas, Luke le dira a Rey esa frase tan famosa de: Rey, soy tu padre... ja, ja, ja
ResponderEliminarIncluso puede que Rey sea una re-encarnación de Amidala...
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