viernes, 15 de enero de 2016

Fundamentalismo y contraste de grupo

En un interesante informe publicado en el ‘Journal of Personality and Social Psychology’ se presentan los resultados del contraste empírico de dos teorías sobre los fundamentalismos religiosos:

1.- La hipótesis del prejuicio selectivo predice que los fundamentalistas religiosos serán particularmente susceptibles al prejuicio hacia quienes discrepan, mientras que las personas menos religiosas y fundamentalistas no mostrarán ese efecto.

2.- La hipótesis del conflicto de valores religiosos predice que quienes presentan valores altos o bajos de fundamentalismo mostrarán prejuicios hacia quienes tienen creencias distintas para proteger la vitalidad y validez de sus sistemas de creencias.

El resultado principal de la investigación respalda la segunda hipótesis. Por tanto, lo que alimenta el prejuicio es la práctica de subrayar las diferencias ideológicas, en una u otra dirección. Las distintas ideologías producen el conflicto, no el nivel de fundamentalismo o religiosidad.

Desde el comienzo, los autores subrayan que es por lo menos sorprendente el hecho de que las religiones mayoritarias abracen conductas de naturaleza prosocial (ofrecer la otra mejilla, amar al prójimo como a uno mismo) y que, sin embargo, se encuentre una relación entre fundamentalismo y prejuicio.

Es posible que los fundamentalistas religiosos se caractericen por un mayor pensamiento estereotipado y prejuicioso por su menor apertura a la experiencia y sus menores puntuaciones en necesidad de cognición y complejidad integradora. Es decir, serían más prejuiciosos porque su personalidad les haría más proclives.


También pudiera darse el caso de que los fundamentalistas religiosos tuvieran valores que justificasen y motivasen el prejuicio. De hecho, el fundamentalismo se asocia a los valores tradicionales.

Estas posibilidades simplemente asumen que ser un descreído (religioso) y presentar bajos niveles de fundamentalismo conduce a la tolerancia. Pero, ¿es así?

Es posible que la respuesta sea negativa, puesto que la investigación en psicología de la personalidad ha observado que la gente es más proclive a rechazar a quienes son distintos y aceptar a quienes son parecidos. Las diferencias de valores son una poderosa característica diferencial. Desde esta perspectiva, la predicción de que los no fundamentalistas y ateos no tendrán prejuicios puede considerarse anómala.

A partir de aquí los autores establecen su propia predicción: la gente tendrá prejuicios hacia quienes posean valores religiosos opuestos. Punto.

Y, naturalmente, esa categoría incluye ambos extremos, fundamentalistas y no fundamentalistas. En igual medida que los votantes de izquierdas tiene prejuicios contra los votantes de derechas (y al revés). Mientras que los conservadores tienen prejuicios contra las minorías y los homosexuales, los liberales tienen prejuicios contra los ricos y los cristianos evangélicos. Son presa de la percepción de que el grupo ideológico opuesto viola reglas morales importantes o amenazan los derechos de los demás.

En suma, los procesos psicológicos que subyacen al prejuicio son, posiblemente, similares en ambos extremos. La diferencia de creencias promueve el prejuicio. La personalidad individual podría también alimentar el proceso.

Fue decepcionante constatar la ausencia del gran Hans Eysenck en las páginas de este informe. Enseguida verán por qué.

Siendo estudiante, Eysenck comenzó una investigación sobre las actitudes sociopolíticas con uno de sus profesores. Cuando se filtró el objetivo de su estudio, la Universidad le prohibió al profesor continuar, acusándole de propagar ideas comunistas, pero Hans siguió adelante con el trabajo por su cuenta.

Se encuestó a votantes de los partidos conservadores, liberales y laboristas en Reino Unido, y, también, a muestras aleatorias de la población. El resultado: los fascistas de la derecha y los comunistas de la izquierda eran duros de carácter (altos niveles de psicoticismo, o P), mientras que los liberales eran cordiales (bajos niveles de P). Los conservadores y laboristas se situaban a la derecha y a la izquierda respectivamente, pero en una posición media de la dimensión duro-cordial.

En ‘The Psychology of Politics’ (1954) Eysenck concluía que el fascismo también estaba presente en la izquierda y que la dureza de carácter unía a fascistas y comunistas. El fascismo usaba políticas como el control gubernamental de las empresas privadas y el comunismo soviético reprimía a las minorías nacionales y religiosas.

Por cierto, Eysenck fue agredido por un grupo de jóvenes de extrema izquierda en la Escuela de Económicas de Londres después de presentar esos resultados. Todo un ejemplo de tolerancia.

Una estudiante de Eysenck hizo una investigación de campo, afiliándose a partidos comunistas y fascistas en Reino Unido, llegando a la conclusión de que sus miembros eran similares en sus actitudes y en su personalidad (eran dominantes y agresivos).

La similitud de estos resultados de mediados del siglo pasado con el informe recientemente publicado que se ha comentado en este post es asombrosa.

Los extremos no son buenos, y, además, se tocan peligrosamente.


2 comentarios:

  1. Buena memoria Roberto, que nos recuerda que la ciencia debería de ser acumulativa. La investigación no vive solamente de los "artículos en prensa" o de los "indices de impacto" por tanto de los últimos 5 años. Sobre todo vive del conocimiento acumulado, la originalidad de las hipótesis y de la solidez de los resultados sean del siglo XXI o del XX ..... lo diga "Agamenón o su porquero".

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  2. Gracias, Antonio. A veces uno no sabe si algunos científicos carecen de memoria o simplemente deciden olvidarse para que lo suyo parezca novedoso. Un saludos, R

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