En un interesante informe
publicado en el ‘Journal of Personality
and Social Psychology’ se presentan los resultados del contraste empírico
de dos teorías sobre los fundamentalismos religiosos:
1.- La hipótesis
del prejuicio selectivo predice que los fundamentalistas religiosos
serán particularmente susceptibles al prejuicio hacia quienes discrepan,
mientras que las personas menos religiosas y fundamentalistas no mostrarán ese
efecto.
2.- La hipótesis
del conflicto de valores religiosos predice que quienes presentan
valores altos o bajos de fundamentalismo mostrarán prejuicios hacia quienes
tienen creencias distintas para proteger la vitalidad y validez de sus sistemas
de creencias.
El resultado principal de la
investigación respalda la segunda hipótesis. Por tanto, lo que alimenta el
prejuicio es la práctica de subrayar las diferencias ideológicas, en una u otra
dirección. Las distintas ideologías producen el
conflicto, no el nivel de fundamentalismo o religiosidad.
Desde el comienzo, los autores
subrayan que es por lo menos sorprendente el hecho de que las religiones
mayoritarias abracen conductas de naturaleza prosocial (ofrecer la otra
mejilla, amar al prójimo como a uno mismo) y que, sin embargo, se encuentre una
relación entre fundamentalismo y prejuicio.
Es posible que los fundamentalistas
religiosos se caractericen por un mayor pensamiento estereotipado y prejuicioso
por su menor apertura a la experiencia y sus menores puntuaciones en necesidad
de cognición y complejidad integradora. Es decir, serían más prejuiciosos
porque su personalidad les haría más proclives.
También pudiera darse el caso de que
los fundamentalistas religiosos tuvieran valores que justificasen y motivasen
el prejuicio. De hecho, el fundamentalismo se asocia a los valores
tradicionales.
Estas posibilidades simplemente asumen
que ser un descreído (religioso) y presentar bajos niveles de fundamentalismo
conduce a la tolerancia. Pero, ¿es así?
Es posible que la respuesta sea
negativa, puesto que la investigación en psicología de la personalidad ha
observado que la gente es más proclive a rechazar a
quienes son distintos y aceptar a quienes son parecidos. Las diferencias
de valores son una poderosa característica diferencial. Desde esta perspectiva,
la predicción de que los no fundamentalistas y ateos no tendrán prejuicios
puede considerarse anómala.
A partir de aquí los autores
establecen su propia predicción: la gente tendrá prejuicios hacia quienes
posean valores religiosos opuestos. Punto.
Y, naturalmente, esa categoría
incluye ambos extremos, fundamentalistas y no fundamentalistas. En igual medida
que los votantes de izquierdas tiene prejuicios contra los votantes de derechas
(y al revés). Mientras que los conservadores tienen prejuicios contra las
minorías y los homosexuales, los liberales tienen prejuicios contra los ricos y
los cristianos evangélicos. Son presa de la percepción de que el grupo
ideológico opuesto viola reglas morales importantes o amenazan los derechos de
los demás.
En suma, los
procesos psicológicos que subyacen al prejuicio son, posiblemente, similares en
ambos extremos. La diferencia de creencias promueve el prejuicio. La
personalidad individual podría también alimentar el proceso.
Fue decepcionante constatar la
ausencia del gran Hans Eysenck en
las páginas de este informe. Enseguida verán por qué.
Siendo estudiante, Eysenck comenzó
una investigación sobre las actitudes sociopolíticas con uno de sus profesores.
Cuando se filtró el objetivo de su estudio, la Universidad le prohibió al
profesor continuar, acusándole de propagar ideas comunistas, pero Hans siguió
adelante con el trabajo por su cuenta.
Se encuestó a votantes de los
partidos conservadores, liberales y laboristas en Reino Unido, y, también, a
muestras aleatorias de la población. El resultado: los fascistas de la derecha
y los comunistas de la izquierda eran duros de carácter (altos niveles de
psicoticismo, o P), mientras que los liberales eran cordiales (bajos niveles de
P). Los conservadores y laboristas se situaban a la derecha y a la izquierda
respectivamente, pero en una posición media de la dimensión duro-cordial.
En ‘The Psychology of Politics’ (1954) Eysenck concluía que el fascismo
también estaba presente en la izquierda y que la dureza de carácter unía a
fascistas y comunistas. El fascismo usaba políticas como el control
gubernamental de las empresas privadas y el comunismo soviético reprimía a las
minorías nacionales y religiosas.
Por cierto, Eysenck fue agredido por
un grupo de jóvenes de extrema izquierda en la Escuela de Económicas de Londres
después de presentar esos resultados. Todo un ejemplo de tolerancia.
Una estudiante de Eysenck hizo una
investigación de campo, afiliándose a partidos comunistas y fascistas en Reino
Unido, llegando a la conclusión de que sus miembros eran similares en sus
actitudes y en su personalidad (eran dominantes y agresivos).
La similitud de estos resultados de
mediados del siglo pasado con el informe recientemente publicado que se ha
comentado en este post es asombrosa.
Los extremos no son buenos, y, además,
se tocan peligrosamente.
Buena memoria Roberto, que nos recuerda que la ciencia debería de ser acumulativa. La investigación no vive solamente de los "artículos en prensa" o de los "indices de impacto" por tanto de los últimos 5 años. Sobre todo vive del conocimiento acumulado, la originalidad de las hipótesis y de la solidez de los resultados sean del siglo XXI o del XX ..... lo diga "Agamenón o su porquero".
ResponderEliminarGracias, Antonio. A veces uno no sabe si algunos científicos carecen de memoria o simplemente deciden olvidarse para que lo suyo parezca novedoso. Un saludos, R
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