En un artículo de ‘Opinión’ publicado
en ‘Trends
in Cognitive Sciences’ se discute la evidencia disponible sobre la
hipótesis de la modulación según recursos (resource-modulation hypothesis, RMH).
Esa hipótesis, que no suena demasiado
original, la verdad sea dicha, se formuló para explicar el desproporcionado
deterioro observado en personas mayores que (se supone) presentan genotipos que
les colocan en una posición desventajosa.
Según la RMH, los efectos genéticos
se magnifican en personas con menos recursos neuronales, algo que sucede con el
aumento de la edad, es decir, a medida que envejecemos. Los hallazgos encajan,
en parte, con lo que se sabe sobre el aumento de la relevancia de las
diferencias genéticas con la edad sobre la cognición, la estructura cerebral y
el funcionamiento cerebral.
Es decir, el genoma gana relevancia
con el paso de los años, nuestras diferencias genéticas cobran protagonismo
para dar cuenta de nuestras diferencias cerebrales y cognitivas. Por tanto, las
desventajas genéticas serán más relevantes en edades avanzadas, traduciéndose,
en primer lugar, en un deterioro cerebral más avanzado, y, en segundo lugar, en
un funcionamiento cognitivo deficiente.
Sin embargo, los datos no son
concluyentes.
La presencia de una elevada
variabilidad es indiscutible:
“Mientras que algunas personas mayores presentan capacidades
cognitivas similares a las de individuos más jóvenes, otras presentan un
sustancial declive, tanto a nivel cognitivo como en cuanto a la integridad de
sus cerebros”.
Según la RMH, las pérdidas de
recursos cerebrales a nivel anatómico y neuroquímico durante el envejecimiento
normal, modula los efectos de las variaciones genéticas comunes sobre el
funcionamiento cognitivo.
Como puede verse en la figura, la
relación de los recursos cerebrales con la cognición no es lineal, de modo que
el efecto de las diferencias genéticas es mayor cuando los recursos disponibles
pasan de un alto nivel a un nivel medio.
Se supone que las medidas neuronales (endofenotipos)
deben ser mas sensibles a los efectos genéticos que las medidas cognitivas
(fenotipos en sentido estricto), por la sencilla razón de que se encuentran a
niveles de análisis más próximos:
Gen > Cerebro > Cognición.
Por tanto, una ventaja genética (G) permitiría preservar el funcionamiento
cerebral (CER) y cognitivo (COG) en la vejez.
Los autores de este artículo de
opinión revisan el efecto de determinados genes, como el APOE, el BDNF, el
COMT, el KIBRA y el DRD2. En general, se subraya una importancia creciente con
la edad de sus efectos sobre el cerebro y la cognición, tal y como sugiere la
RMH. Pero, como se comentó anteriormente, esa evidencia no es totalmente
consistente.
La ausencia de consistencia puede
atribuirse a determinados efectos, que también se discuten en el artículo:
a) interacciones entre genes: centrarse
en un gen particular es menos informativo que estudiar la relación entre varios
genes.
b) características de la población
estudiada: la influencia genética se reduce cuando los individuos alcanzan
niveles muy bajos de recursos –en situaciones de demencia o declive terminal.
Es infrecuente categorizar cuidadosamente a los individuos estudiados en las
investigaciones al uso.
c) interacción gen-ambiente: los
efectos negativos de un genotipo desventajoso pueden compensarse por un estilo
de vida ventajoso –como la práctica regular de ejercicio físico, un alto nivel
educativo o un ambiente intelectualmente estimulante.
d) epigenética: es decir, cómo los
factores ambientales y el estilo de vida pueden influir en la expresión
genética –la edad puede magnificar o no los efectos genéticos según la
actuación de esos factores.
e) correlación gen-ambiente: individuos
con un genotipo ventajoso pueden buscar activamente ambientes estimulantes y
esos ambientes pueden aumentar la expresión de un determinado gen a través de
mecanismos epigenéticos.
En el artículo se subraya el hecho de
que la mayor parte de la evidencia disponible es transversal, no longitudinal.
Por tanto, los resultados no pueden considerarse concluyentes en tanto no se
confirmen con ambos tipos de diseños:
“Es necesario diseñar investigaciones conductuales y
neurológicas (aplicando distintas técnicas de neuroimagen) para hacer un
seguimiento, durante un largo periodo de tiempo, que permita explorar los
factores relevantes durante la transición de la edad adulta a la vejez”.
En suma, el artículo de ‘Opinión’
está dirigido a sensibilizar sobre la relevancia del tema, sobre la necesidad
de diseñar y llevar a la práctica una investigación de calidad que ayude a
alcanzar conclusiones sólidas que puedan, llegado el momento, traducirse en
aplicaciones terapéuticas dirigidas a prevenir (o ralentizar) el declive.
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