viernes, 6 de noviembre de 2015

Are We Getting Smarter? La visión de un ‘Cognitive Historian’


Antes de nada conviene subrayar que la historia que nos cuenta James R. Flynn en este libro, sería difícilmente posible sin la presencia y el uso, a nivel mundial, de las medidas estandarizadas de la capacidad intelectual desarrolladas en Psicología (“it is always interesting to study trends on Wechsler subtests”).

Sí, de esas medidas que resultan criticadas y despedazadas, sin ningún criterio sólido, por puro capricho o prejuicio, en diversos medios de cuando en cuando. Y no solamente medios informales, sino también, desgraciadamente, formales.

Esta obra, publicada en 2012, complementa la excelente ‘What is Intelligence? Beyond the Flynn effect’ (2007, 2009). De hecho, el comienzo de ‘Are We Getting Smarter?’ es un resumen apretadísimo de ‘What is Intelligence?’.

Sus casi 200 páginas (que se complementan con 100 páginas de apéndices con detallada información numérica) discuten cuestiones tales como qué sucede con el capital humano en los países en vías de desarrollo (“I do not believe genes limit their potential”), el efecto de la obsolescencia de los baremos en los juzgados (“an IQ score is not a number but a message”), la separación cultural entre padres e hijos (“have adults and their children progressively grown apart?), los probables efectos de ser demasiado inteligente al llegar a la vejez (“do bright brains require a higher level of maintenance, one that old age cannot supply?), por qué es relevante estudiar las diferencias poblacionales (“I look forward to a world in which all are treated as individuals –and I know that Arthur Jensen and Richard Lynn share that vision—but there is always a bonus when science teaches us something about the real world, and that includes the origin of group differences”) y, finalmente, Flynn invita a quienes estudian científicamente las diferencias que separan a los individuos según su nivel intelectual a recuperar su perdida ‘imaginación sociológica’.

El título del libro es intencionado porque ser ‘smarter’ no es equivalente a ser ‘more intelligent’, según Flynn:

Es objeto de controversia la respuesta a la pregunta de si se han producido ganancias de inteligencia durante el siglo XX, pero no que se hayan observado ganancias masivas de CI –de hecho, al menos 30 puntos en las escalas Wechsler y 50 puntos en el Test de Raven
(…) este libro intenta encontrar sentido a lo que el tiempo y el espacio están haciendo con nuestras mentes”.

Flynn subraya la diferencia entre el análisis factorial y el funcional:

Lo que hacemos, mejor o peor, en el mundo real, son actividades funcionales tales como hablar, resolver problemas de aritmética, y razonar sobre preguntas morales y científicas
(…) el análisis factorial no captura el escenario dinámico de las cambiantes prioridades sociales”.

Es decir, no es lo mismo que las habilidades correlacionen (hecho que captura la técnica estadística del análisis factorial) y que estén relacionadas funcionalmente, según Flynn:

El significado de las tendencias cognitivas es demasiado rico y diverso como para que pueda ser capturado por un constructo”.

Si la sociedad cambia para fomentar el pensamiento científico (abstracto vs. concreto) en la población, algunas habilidades se verán afectadas (como las evaluadas por el subtest de ‘Semejanzas’ del Wechsler), pero no otras (como las evaluadas por el subtests de ‘Vocabulario’ o ‘Información general’ del Wechsler).

La causa distal de las ganancias de CI es la Revolución Industrial, mientras que las causas próximas serían una mayor escolarización, ocupaciones más exigentes, actividades de ocio más sofisticadas, familias de menor tamaño y una interacción más rica entre padres e hijos.

El eje argumental del autor gira alrededor de la diferencia entre las demandas sociales (cognitive history) y el factor general de inteligencia (g) –que mide las diferencias individuales de capacidad en un determinado momento.


Y bajo esa distinción se postula su marco de referencia anti-reduccionista para estudiar la inteligencia humana (Brain-Individual Differences-Society, BIDS), en el que se distinguen tres niveles:

1) Diferencias individuales: la inteligencia puede entenderse como una serie de capacidades co-relacionadas.
2) Sociedad: la inteligencia puede entenderse como una serie de capacidades funcionalmente independientes.
3) Cerebro: la inteligencia puede entenderse como una combinación, en un tercer nivel, cuya estructura y función subyace a lo que la gente hace en los otros dos niveles (a este nivel correspondería, más o menos, lo que, en otro lugar, denominé ‘Brain Connection’).

Habla Flynn de ‘Neural Federalism’:

The brain is a system in which a certain degree of autonomy is limited by an overall organizational structure
(…) we can map what brain events underlie both social and life histories”.

Me interesa especialmente el nivel 3 y la idea esencial del autor, es decir, que la mente realizaría, únicamente, cuatro operaciones:

1) Clasificar: puede medirse con tests como el de ‘Semejanzas’.
2) Abstraer: puede medirse con tests como el Raven.
3) Aplicar: la inteligencia práctica que usamos para manipular el mundo concreto.
4) Adquirir (activamente) vocabulario e información.

El cerebro se podría dividir en cuatro sectores destinados a materializar estas operaciones. Un interesante proyecto de investigación que recuerda al de otra brillante mente, Judith R Harris, quien también sugiere investigar el sustrato neurobiológico de los tres sistemas de su modelo teórico sobre las causas no-genéticas de las diferencias individuales de personalidad (el sistemas de relación, el sistema de socialización y el sistema de estatus).

Resulta muy sugerente el análisis del autor sobre el impuesto (tax) que pagan los cerebros de las personas más brillantes al llegar a la vejez. Compara personas mayores con individuos jóvenes en los cuatro índices del Wechsler (capacidad analítica, capacidad verbal, velocidad mental y memoria operativa) para concluir que el (críptico) modelo de Dickens-Flynn explica la naturaleza de ese impuesto:

Con la jubilación, el individuo brillante abandona su exigente ocupación, mientras que el individuo medio apenas nota la diferencia.
Es como un corredor que deja de entrenar [vs. alguien que nunca entrenó].
Su única ventaja es genética y la diferencia en el entrenamiento que separa al más y menos brillante se reduce sustancialmente
(…) el remedio es claro: conservar los viejos hábitos”.

En suma, “high-performance cars are also high-maintenance cars (…) the less needy cars require less maintenance and therefore, do not show as sharp a downward curve for performance”. La analogía me trae a la mente la comparativa que hice en mi reciente ‘keynote’ ante la ISIR.

Flynn se mete en el jardín de intentar explicar biológicamente cuál puede ser el significado de ese alto coste de mantenimiento, recurriendo al famoso Small-World usado para caracterizar, entre otras, las redes compuestas por las conexiones entre regiones cerebrales.

Una red cerebral eficiente supone usar menos recursos para alcanzar un determinado criterio. Sería necesario aislar las redes cerebrales vinculadas a los cuatro índices del Wechsler señalados anteriormente, porque el mantenimiento más costoso de los cerebros más brillantes influye especialmente en la capacidad analítica (inteligencia fluida).

La última parte revisa la miopía de los psicólogos al ignorar la historia social de sus variables; la capacidad intelectual es un ejemplo paradigmático.

Recupera su BIDS para atenuar las pretensiones reduccionistas de los psicólogos.

Uno de los puntos que más me interesó es su discusión sobre el carácter ordinal de las medidas de CI. Flynn rechaza que eso sea una limitación insalvable:

If people are six inches taller today than formerly, the gain is real.
If people get more questions today, even on the same IQ test, we can always ask why, and suspect that the reasons have nothing to do with cognitive gains”.

Es una sospecha tan frecuente como ridícula.

El hecho es que se resuelven correctamente más problemas:

The presence or absence of a unifying mind delineates psychology from sociology.
The boundary should not become a chasm excavated by different paradigms
(…) I believe that progress in the intelligence area is impeded by lack of the sociological imagination”.

Leer a James Flynn siempre resulta fértil. Es una mente privilegiada y generosa.

Si tienen oportunidad de hacerse con una copia de ‘Are We Getting Smarter?”, no la desaprovechen.

4 comentarios:

  1. Como siempre no solo nos das "carnaza" importante, sino que la "pre-digieres" adecuadamente. Me encanta la foro de los niños-einstein en la clase !!!.

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  2. Muchas gracias Antonio. No dejes de leerlo. Es interesantísimo.

    Sin embargo, Bob Williams escribirá un post para este blog con algunas críticas a la perspectiva de Jim Flynn. Merecerá la pena echarle un vistazo.

    Saludos, R

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  3. Muy interesante, Roberto. Algo técnico en algunos momentos, al menos para aun profano como yo, pero muy interesante. Parece que la investigación y la reflexión sigue abierta en varios frentes. El comentario de L . Wiliams que has publicado hoy mismo, completa y enriquece la discusión.

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  4. Gracias Félix. Discutir está bien si contribuye a que nuestro conocimiento mejore, algo que no siempre es fácil porque el personal se enroca en sus posiciones. Salu2, R

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