Antes de nada conviene subrayar
que la historia que nos cuenta James R.
Flynn en este libro, sería difícilmente posible sin la presencia y el uso,
a nivel mundial, de las medidas estandarizadas de la capacidad intelectual
desarrolladas en Psicología (“it is always interesting to study trends on Wechsler
subtests”).
Sí, de esas medidas que resultan
criticadas y despedazadas, sin ningún criterio sólido, por puro capricho o
prejuicio, en diversos medios de cuando en cuando. Y no solamente medios
informales, sino también, desgraciadamente, formales.
Esta obra, publicada en 2012, complementa la excelente ‘What is Intelligence? Beyond the Flynn
effect’ (2007, 2009). De hecho, el comienzo de ‘Are We Getting Smarter?’ es un resumen apretadísimo de ‘What is Intelligence?’.
Sus casi 200 páginas (que se
complementan con 100 páginas de apéndices con detallada información numérica)
discuten cuestiones tales como qué sucede con el capital humano en los países
en vías de desarrollo (“I do not believe genes limit their potential”),
el efecto de la obsolescencia de los baremos en los juzgados (“an IQ score is not
a number but a message”), la separación cultural entre padres e
hijos (“have
adults and their children progressively grown apart?), los probables
efectos de ser demasiado inteligente al llegar a la vejez (“do bright brains
require a higher level of maintenance, one that old age cannot supply?),
por qué es relevante estudiar las diferencias poblacionales (“I look forward to a
world in which all are treated as individuals –and I know that Arthur Jensen
and Richard Lynn share that vision—but there is always a bonus when science
teaches us something about the real world, and that includes the origin of
group differences”) y, finalmente, Flynn invita a quienes estudian
científicamente las diferencias que separan a los individuos según su nivel
intelectual a recuperar su perdida ‘imaginación
sociológica’.
El título del libro es intencionado
porque ser ‘smarter’ no es
equivalente a ser ‘more intelligent’,
según Flynn:
“Es objeto de controversia la respuesta a la pregunta de si
se han producido ganancias de inteligencia durante el siglo XX, pero no que se
hayan observado ganancias masivas de CI –de hecho, al menos 30 puntos en
las escalas Wechsler y 50 puntos en el Test de Raven
(…)
este libro intenta encontrar sentido a lo que el tiempo y el espacio están
haciendo con nuestras mentes”.
Flynn subraya la diferencia entre el
análisis factorial y el funcional:
“Lo que hacemos, mejor o peor, en el mundo real, son
actividades funcionales tales como hablar, resolver problemas de aritmética, y
razonar sobre preguntas morales y científicas
(…)
el análisis factorial no captura el escenario dinámico de las cambiantes
prioridades sociales”.
Es decir, no es lo mismo que las
habilidades correlacionen (hecho que captura la técnica estadística del
análisis factorial) y que estén relacionadas funcionalmente, según Flynn:
“El significado de las tendencias cognitivas es demasiado
rico y diverso como para que pueda ser capturado por un constructo”.
Si la sociedad cambia para fomentar
el pensamiento científico (abstracto vs. concreto) en la población, algunas
habilidades se verán afectadas (como las evaluadas por el subtest de ‘Semejanzas’
del Wechsler), pero no otras (como las evaluadas por el subtests de ‘Vocabulario’
o ‘Información general’ del Wechsler).
La causa distal de las
ganancias de CI es la Revolución Industrial, mientras que las causas próximas
serían una mayor escolarización, ocupaciones más exigentes, actividades de ocio
más sofisticadas, familias de menor tamaño y una interacción más rica entre
padres e hijos.
El eje argumental del autor gira
alrededor de la diferencia entre las demandas sociales (cognitive history) y el factor
general de inteligencia (g) –que mide
las diferencias individuales de capacidad en un determinado momento.
Y bajo esa distinción se postula su
marco de referencia anti-reduccionista para estudiar la inteligencia humana (Brain-Individual Differences-Society, BIDS), en el que se distinguen tres
niveles:
1) Diferencias individuales: la
inteligencia puede entenderse como una serie de capacidades co-relacionadas.
2) Sociedad: la inteligencia puede
entenderse como una serie de capacidades funcionalmente independientes.
3) Cerebro: la inteligencia puede
entenderse como una combinación, en un tercer nivel, cuya estructura y función
subyace a lo que la gente hace en los otros dos niveles (a este nivel
correspondería, más o menos, lo que, en otro lugar, denominé ‘Brain
Connection’).
Habla Flynn de ‘Neural Federalism’:
“The brain is a system in which a certain degree of autonomy
is limited by an overall organizational structure
(…)
we can map what brain events underlie both social and life histories”.
Me interesa especialmente el nivel 3
y la idea esencial del autor, es decir, que la mente realizaría, únicamente,
cuatro operaciones:
1) Clasificar: puede medirse con tests como el de ‘Semejanzas’.
2) Abstraer: puede medirse con tests como el Raven.
3) Aplicar: la inteligencia práctica que usamos para manipular el
mundo concreto.
4) Adquirir (activamente) vocabulario e información.
El cerebro se podría dividir en
cuatro sectores destinados a materializar estas operaciones. Un interesante
proyecto de investigación que recuerda al de otra brillante mente, Judith R Harris, quien también sugiere
investigar el sustrato neurobiológico de los
tres sistemas de su modelo teórico sobre las causas no-genéticas de las
diferencias individuales de personalidad (el sistemas de relación, el sistema
de socialización y el sistema de estatus).
Resulta muy sugerente el análisis del
autor sobre el impuesto (tax) que
pagan los cerebros de las personas más brillantes al llegar a la vejez. Compara
personas mayores con individuos jóvenes en los cuatro índices del Wechsler
(capacidad analítica, capacidad verbal, velocidad mental y memoria operativa)
para concluir que el (críptico) modelo
de Dickens-Flynn explica la naturaleza de ese impuesto:
“Con la jubilación, el individuo brillante abandona su
exigente ocupación, mientras que el individuo medio apenas nota la diferencia.
Es
como un corredor que deja de entrenar [vs. alguien que nunca entrenó].
Su
única ventaja es genética y la diferencia en el entrenamiento que separa al más
y menos brillante se reduce sustancialmente
(…)
el remedio es claro: conservar los viejos hábitos”.
En suma, “high-performance cars are also
high-maintenance cars (…) the less needy cars require less maintenance and
therefore, do not show as sharp a downward curve for performance”.
La analogía me trae a la mente la comparativa que hice en mi reciente ‘keynote’ ante la ISIR.
Flynn se mete en el jardín de
intentar explicar biológicamente cuál puede ser el significado de ese alto
coste de mantenimiento, recurriendo al famoso Small-World usado para caracterizar, entre otras, las redes
compuestas por las conexiones entre regiones cerebrales.
Una red cerebral eficiente supone
usar menos recursos para alcanzar un determinado criterio. Sería necesario
aislar las redes cerebrales vinculadas a los cuatro índices del Wechsler
señalados anteriormente, porque el mantenimiento más costoso de los cerebros
más brillantes influye especialmente en la capacidad analítica (inteligencia
fluida).
La última parte revisa la miopía de
los psicólogos al ignorar la historia social de sus variables; la capacidad
intelectual es un ejemplo paradigmático.
Recupera su BIDS para atenuar las
pretensiones reduccionistas de los psicólogos.
Uno de los puntos que más me interesó
es su discusión sobre el carácter ordinal de las medidas de CI. Flynn rechaza
que eso sea una limitación insalvable:
“If people are six inches taller today than formerly, the
gain is real.
If
people get more questions today, even on the same IQ test, we can always ask
why, and suspect that the reasons have nothing to do with cognitive gains”.
Es una sospecha tan frecuente como
ridícula.
El hecho es que se resuelven
correctamente más problemas:
“The presence or absence of a unifying mind delineates
psychology from sociology.
The
boundary should not become a chasm excavated by different paradigms
(…)
I believe that progress in the intelligence area is impeded by lack of the
sociological imagination”.
Leer a James Flynn siempre resulta fértil.
Es una mente privilegiada y generosa.
Si tienen oportunidad de hacerse con
una copia de ‘Are We Getting Smarter?”,
no la desaprovechen.
Como siempre no solo nos das "carnaza" importante, sino que la "pre-digieres" adecuadamente. Me encanta la foro de los niños-einstein en la clase !!!.
ResponderEliminarMuchas gracias Antonio. No dejes de leerlo. Es interesantísimo.
ResponderEliminarSin embargo, Bob Williams escribirá un post para este blog con algunas críticas a la perspectiva de Jim Flynn. Merecerá la pena echarle un vistazo.
Saludos, R
Muy interesante, Roberto. Algo técnico en algunos momentos, al menos para aun profano como yo, pero muy interesante. Parece que la investigación y la reflexión sigue abierta en varios frentes. El comentario de L . Wiliams que has publicado hoy mismo, completa y enriquece la discusión.
ResponderEliminarGracias Félix. Discutir está bien si contribuye a que nuestro conocimiento mejore, algo que no siempre es fácil porque el personal se enroca en sus posiciones. Salu2, R
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