miércoles, 1 de julio de 2015

Sandra Scarr y las teorías de la socialización

En 1997, la Profesora Sandra Scarr –excelente genetista de la conducta y quien, por lo que sé, ahora vive en Hawái cultivando lo que sea que se cultive por aquellos lares –escribió un magnífico capítulo en el que se comparaba las teorías de la socialización con las teorías genéticas. Ese capítulo se incluyó en un libro editado por Robert Sternberg y Elena Grigorenko (Intelligence, Heredity, and Environment).

Scarr comienza dejando claro que una teoría cabal (a) debe generar predicciones sobre las observaciones conocidas y (b) generar hipótesis que se puedan contrastar con futuras observaciones. Según ella, las teorías de la socialización han fracasado en este sentido.

Si preguntamos por qué los niños de un determinado Grupo (A) tienen una excelente habilidad de lectura, la respuesta depende del grupo con el que les comparemos.

Si comparamos el Grupo A1 con el B1 (A y B representan distintos genotipos) en las mismas condiciones de enseñanza, la explicación estará en las diferencias entre las características personales de los niños (incluyendo sus diferencias genéticas).

Si comparamos el Grupo A1 con el A2, niños similares con condiciones de enseñanza excelentes y mediocres, respectivamente, la explicación estará en las condiciones de enseñanza.

Generalmente se suele optar por explicaciones que den cuenta de más variación del fenómeno a explicar, causas que tengan mayor poder explicativo, incluso aunque no sean manipulables por ahora:

Como científico, mi papel es explicar el desarrollo humano.
En este contexto, debe optarse por las causas que explican los hechos de modo más completo, incluso si no son manipulables en el momento actual”.

Los hermanos adoptivos criados en el mismo hogar desde los primeros días de su vida, no son más semejantes que personas elegidas aleatoriamente de la población. La mayor parte de la variación ambiental se debe a las experiencias individuales que los hermanos no comparten. La teoría de la socialización que se centra en las prácticas de crianza paterna (que se supone varían especialmente de familia a familia –entre-familias) no explica más del 10% de la varianza de la inteligencia. Y eso en el mejor de los casos.

La genética de la conducta aporta evidencias respecto a que las diferencias de inteligencia según la clase social provienen, en gran medida, de la variabilidad genética, no de las diferencias en las oportunidades para aprender, siempre que hablemos de familias no abusivas, descuidadas, o culturalmente diferentes (naturalmente). Siempre es posible encontrar esa clase de importantes excepciones, pero eso no anula la tendencia general.

La movilidad intergeneracional, basada (en parte) en los logros educativos e intelectuales, garantiza que algunos niños de baja clase social mejorarán su estatus y algunos niños de clase social alta empeorarán su estatus. Por tanto, en cada generación, las desigualdades intelectuales que separan a las clases sociales se reequilibran. Puesto que los efectos ambientales entre-familias son muy reducidos, las diferencias de clase social deberán ser genéticas en buena medida y en algún modo heredables. Por alguna razón cuesta muchísimo aceptar este hecho.

Los científicos de la conducta creen que las diferencias individuales en inteligencia y en logros están bajo control del esfuerzo individual y la voluntad personal.
No pasa nada si algunas personas son más inteligentes y logran más cosas porque trabajan más duro que otras, pero resulta inaceptable que algunas personas tengan un mayor potencial”.

Scarr cree que los investigadores de la socialización se van convenciendo de (a) la influencia ubicua de las diferencias individuales de inteligencia y personalidad sobre las variables de socialización que ellos estudian y (b) la necesidad de considerar la variabilidad genética.

Yo soy más pesimista. Lo que veo a mi alrededor me aleja de esa percepción de Scarr. El mundo académico sigue preso de lo que es admisible decir en público, aunque en privado reconozca lo inevitable.

¿Cómo revisar la teoría de la socialización?

Piensa Scarr, con razón, que el supuesto de que los programas de educación paterna pueden remediar con facilidad una mala crianza, simplemente aportando información a los padres, es cuestionable. En cambio, los programas de educación paterna pueden mejorar una mala crianza en la medida en que consideren las diferencias intelectuales entre los padres que de modo natural usan diferentes prácticas.

La teoría de la socialización describe las relaciones entre los padres y sus niños, pero no predice, ni explica, la baja covariación entre las conductas de los padres y sus niños. La teoría de la socialización debería considerar las correlaciones genotipo-ambiente que describen los papeles evocativos y activos que juegan las personas al crear sus propios ambientes.

El ambiente no tiene el mismo significado para todas las personas. ¿Por qué es tan complejo ser consecuente con este hecho demostrado?

Es evidente que los organismos no se desarrollan sin ambientes, pero parece que debe recordarse que los ambientes no tienen efecto en organismos que no están presentes.

Las diferencias de naturaleza biológica que sabemos separan a las personas en inteligencia, personalidad, motivación y emoción, contribuyen a sus distintas experiencias.

Las personas se exponen diferencialmente a las oportunidades de tener experiencias (qué escuchar y qué ver, qué ignorar, dónde ir y con quién):


More important than objetifying environments is to know how individuals construct their experiences from those environments to which they are exposed and to understand how they integrate what they encounter with what they are”.

Cristalino.

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