La página de noticias Madri+d se hizo
eco recientemente de un
artículo publicado por Álvaro
van de Brule
sobre la figura del militar Gaspar de
Portolá, nacido en la provincia de Lérida en 1716 (falleció también ahí
setenta años después).
Gaspar fue el primer gobernador de California, en aquella
época en que la Baja y la Alta California eran algo así como el Alto y el Bajo
Egipto pero en estado salvaje.
Portolá ocupó ese cargo durante cuatro años, entre 1767 y
1770.
van de Brule se queja en su artículo de que Portolá sea
un desconocido entre sus compatriotas. Quienes han tenido la paciencia de leer
la sección que este blog dedica de
vez en cuando a los iberos, no se sorprenderán en absoluto de esa coyuntura.
Mientras que su
figura es reconocida en California estampando su nombre en parques, calles
y colegios, aquí en iberia no hay apenas señales de su existencia.
España
tuvo un sustancioso papel en la configuración de los Estados Unidos de América,
pero es generalmente infravalorado o simplemente ignorado. Así, por ejemplo, el
dólar dio sus primeros balbucientes pasos en la fábrica de moneda de México.
Desde la península ibérica se envió abundante ayuda para su guerra de
independencia. Tampoco se aprecia en su justa medida. Eso sí, Bernardo de
Gálvez (otro gran desconocido por estos lares) fue invitado por George
Washington, en señal de agradecimiento, a la celebración del día de la
independencia.
Las
aventuras de Portolá en la región de California tuvieron relación con las de
otra interesantísima figura, Fray Junípero Serra.
El
militar catalán tuvo que viajar a la Alta California para aplacar los belicosos
ánimos de los residentes (si se les puede calificar así) allá por 1767. Careció
del apoyo de la estructura organizativa de los jesuitas porque habían sido
expulsados, por orden de Carlos III, de los territorios poseídos por la corona.
De hecho, Portolá tuvo que asegurarse de que no quedase rastro de ellos por
allí. Tuvo que tomar las riendas de la situación y actuar por su cuenta para
organizar una infra-estructura que pusiera los puntos sobre la íes.
Monterrey,
muy cerca de Carmel (el pequeño pueblecito del que fue alcalde Clint Eastwood)
y actualmente lugar de culto para quienes desean ver ballenas, fue un enclave
fundamental de las gestiones de Portolá en aquella región, a la que pudo llegar
a través de dos expediciones bastante duras. Se puso en contacto con Serra para
contribuir a mejorar la logística. El Padre tuvo que desplazarse desde Loreto,
en Baja California.
En
1770 se construyó la Misión de San Carlos y el Presidio, gracias a la abundante
financiación recibida desde la Vieja España. Increíble, pero cierto.
Me agradó saber que existe una Fundación ‘Gaspar de Portolá’
dedicada a atender las necesidades de integración de personas con discapacidad
intelectual. Además, en su testamento quiso dedicar fondos para la construcción
de una ‘Casa de Expósitos y Misericordia’.
Portolá se cuenta entre los últimos
aventureros que contribuyeron a extender y afianzar las posesiones de la corona
española por tierras hostiles. Fue, según aquellos que han estudiado su
biografía, un buen soldado.
Es difícil sustraerse a la tentación
de recordar un par de célebres frases.
La primera del Cantar del mío Cid:
“¡Dios,
que buen vasallo, sí tuviera buen señor!”
(ese ‘sí’ es intencionado para
significar ‘ojalá tuviera un buen señor’).
La segunda es de JFK:
“No preguntes lo que puede hacer tu país por ti, sino lo que
tú puedes hacer por tu país”.
Piensen en ello, si quieren o les
apetece. Y nos vemos por aquí en unas semanas.
Yo fuí becario del programa "Gaspar de Portola" que la Generalitat de Cataluña tiene establecido desde hace muchos años con la Universidad de California. Buena experiencia y buen recuerdo.
ResponderEliminarSaludos
Antonio
Querido Antonio: el mundo y la historia son un pañuelo. Abz
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