miércoles, 11 de marzo de 2015

Ex Machina

Disfruté recientemente de esta refrescante película. Ante el lamentable y repetitivo panorama cinematográfico, es un soplo de aire fresco sentarse en la butaca del cine sin ser atacado por un pasado de vueltas enjambre de sonidos dolby e imágenes de seres golpeándose hasta alcanzar el clímax.

Un trabajador (Caleb) de una empresa que se parece demasiado a Google, gana supuestamente un concurso para pasar una semana con el genio (Nathan) CEO de ‘BlueBook’, el más famoso buscador del mundo.

Nathan, que crea el código de BlueBook (en referencia al famoso libro azul de Wittgenstein) con trece años, vive en una especie de bunker en un lugar paradisiaco, lejos de la civilización, trabajando en un proyecto secreto. Caleb es seleccionado para evaluar su última creación, un androide supuestamente inteligente y consciente de sí mismo.

Nada más llegar, Nathan invita a Caleb a firmar un contrato de confidencialidad bastante leonino. Acepta comido por la curiosidad.


Durante casi una semana interactúa con AVA, la creación de Nathan. Al acabar cada una de las jornadas de evaluación, se toman unas cervezas para intercambiar impresiones. Cada día Caleb ofrece positivas impresiones sobre la obra de Nathan.

La relación entre la androide y el humano se hace cada vez más estrecha, de modo y manera que AVA logra convencer a Caleb de que Nathan le engaña. Preparan un plan para abandonar el recinto en el que se encuentran recluidos.

Pero el empresario se percata de la jugada y le informa de que fue elegido, no por ser el mejor programador de su compañía, sino por su personalidad y por sus circunstancias vitales. Preparó las condiciones para que AVA intentase seducirle. De lograrlo, habría superado el nuevo test de Turing: a pesar de que Caleb sabía que era una máquina, llegaría a considerarla impregnada por las cualidades humanas más preciadas.

Pero Nathan calcula mal y un día antes de los sucesos clave, Caleb logra manipular el sistema informático para que AVA pueda salir de su prisión. La androide aprovecha para mover pieza y aliarse con una sirviente robótica del empresario para asesinarle a sangre fría. Deja encerrado en el recinto a Caleb, sin contemplaciones, y abandona el que fue su mundo desde su creación.

Las conversaciones de evaluación entre Caleb y AVA están construidas para ayudarnos a admitir que el androide elabora el material, el lenguaje verbal y no-verbal, y es consciente de lo que sucede. Nathan disfruta de comprobar cómo su invitado va cediendo a los hechos: hace décadas que se sabe que es posible construir un sistema artificial inteligente (strong IA) y que, cuando suceda (algo que él se ha propuesto), la superioridad del homo sapiens podrá darse por superada.


Aunque no es completamente explícito en la narración, esa superioridad pasa por eliminar el componente emocional. El modo en el que Nathan es asesinado es prueba de ello.

La principal decepción de la historia contada en este largometraje, a mi modo de ver, es la innecesaria agresividad de AVA (y de su aliada) para con su creador. Bastaría con dejarles encerrados en el centro de investigación para ganar su libertad.

Lejos de ser una amenaza, la inteligencia artificial sería nuestra salvación. Pero es algo que parece que nos cuesta encajar. Seguramente nuestra naturaleza nos dificulta ver la luz.


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