El putamen merodea.
El año pasado publicamos
un informe derivado de un estudio en el que pudimos observar que las
variaciones morfológicas del putamen se asociaban a las diferencias en
inteligencia fluida y, también, en inteligencia visuoespacial. Supusimos que su
relevancia podía descansar en las conexiones de esa estructura subcortical con,
por ejemplo, el cortex dorsolateral prefrontal (DLPCF), relacionado con
frecuencia con la capacidad intelectual y las funciones cognitivas de alto
nivel.
Además, acabamos de terminar una
excitante investigación multivariada en la que se han analizado más de 3000
conexiones entre 82 regiones cerebrales (tanto neocorticales como
subcorticales) para averiguar si la mayor o menor similitud en el patrón de
conexiones a través de los individuos, se asocia a su mayor o menor distancia
en factores psicológicos, tales como la inteligencia fluida o la memoria
operativa.
Es decir, pretendíamos responder la
siguiente pregunta: ¿se parecen más los individuos en su nivel de inteligencia
fluida cuando su patrón de conexiones en el cerebro es más parecido?
Únicamente 36 de esas conexiones se
vincularon de modo robusto con las diferencias de inteligencia que separaban (o
acercaban) a los individuos y el putamen resultó ser una de las estructuras cerebrales
más relevantes, especialmente con respecto a las conexiones inter-hemisféricas
identificadas.
El putamen es un nodo/región central
(hub) del famoso Rich Club y se
encuentra conectado a otro
nodo/región central, el precuneo, se presume que para contribuir, por
ejemplo, al procesamiento visuoespacial y el control ejecutivo.
Ahora cae en mis manos una
‘letter’, publicada en ‘Nature’, derivada del proyecto ENIGMA,
en la que se informa del hallazgo de cinco variantes genéticas que influyen en
el volumen del putamen. El resultado proviene del análisis de más de 30 mil
individuos usando la aproximación GWAs. Esas variantes se agruparon cerca de
reconocidos genes del desarrollo que se sabe regulan la apoptosis (destrucción
celular programada) o la orientación de los axones.
Esta investigación considera el
volumen intracraneal y el de siete estructuras subcorticales (accumbens,
caudate, putamen, pallidum, amygdala, hippocampus, thalamus). La secuencia de
análisis se produce en fases: primero se explora en una muestra de individuos y
luego se busca confirmación en una muestra independiente.
En este caso se tuvo éxito.
El sexo y la edad de los
participantes (rango entre los 9 y los 97 años) no tuvo efecto sobre los
resultados encontrados.
Como es habitual en los estudios
GWAs, a pesar de vincular las variantes genéticas a un endofenotipo como el
volumen de estructuras cerebrales (en este caso), la varianza explicada ni
siquiera llega al 1% (entre 0.17 y 0.52). Los autores (casi más en número que
las variantes genéticas examinadas) se curan en salud diciendo que eso mismo
sucede para otros fenotipos como la estatura o el índice de masa corporal.
En la parte final del informe se
centran en el putamen y el marcador rs945270, para comprobar que una
determinada variante promueve un mayor volumen en las regiones del putamen más
conectadas con, precisamente, la corteza dorsolateral prefrontal.
El breve artículo central (el
material suplementario es una pesadilla y enorme) cierra con lo que ustedes ya
supusieron casi seguro:
“El descubrimiento de variantes comunes que influyen sobre el
cerebro humano es ahora posible gracias al análisis conjunto de datos MRI
provenientes de distintos centros de investigación; ese conocimiento ayudará a
determinar los mecanismos genéticos que gobiernan, tanto el desarrollo como los
trastornos”.
En otras palabras: sigan soltando
dólares y euros porque merece la pena.
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