Existen, según H & M, tres
tendencias que deberían considerarse preocupantes:
1.- Una élite cognitiva en creciente
aislamiento.
2.- La combinación de la élite
cognitiva con el poder financiero.
3.- Un deterioro en la calidad de
vida de la gente ubicada en la parte baja de la distribución cognitiva.
Si no se presta atención a estos
hechos, podría generarse una sociedad de castas. Los miembros de la élite son
seleccionados según su nivel intelectual. Ni el origen social, ni el grupo
étnico, ni la falta de dinero suponen un obstáculo a ese proceso. Los líderes
sociales (en medicina, leyes, ciencia, periodismo, televisión o cine),
provienen de ese segmento social:
“Para quienes trabajan usando su mente, la explosión de los
ordenadores y de las tecnologías de la comunicación ha liberado y ampliado la
creatividad, la productividad y la libertad personal”.
Eso puede sonar bien, pero los autores
expresan su preocupación:
“La tradicional separación entre el mundo de los negocios, el
del entretenimiento, el universitario y el gubernamental ha sido sustituido por
un único eje de gente brillante que atraviesa la sociedad”.
La siguiente figura es aterradora,
dicen H & M, porque ayuda a comprender el incremento de las desigualdades
económicas que preocupan a la sociedad.
Esta situación de distancia económica contribuye a que los ciudadanos de éxito se separen/segreguen del resto de la población. Unir los intelectuales a los ricos puede llegar a ser explosivo.
¿Qué hará ese grupo selecto con los
desclasados?
Los autores predicen las siguientes
acciones:
-. El cuidado de los niños se
convertirá en una responsabilidad del estado.
-. Los ciudadanos sin techo
desparecerán.
-. Se impondrá un estado policial
para erradicar la delincuencia.
-. Se crearán guetos para los
desclasados, cada vez más numerosos.
-. Se centralizarán los presupuestos
y las medidas destinadas al control social.
-. Resurgirá con virulencia el
racismo.
“En resumen, el estado custodio que tenemos en mente es una
versión ‘High-Tech’ de las reservas indias para una minoría sustancial de la
población del país, mientras que el resto de la nación sigue a lo suyo
(…)
es difícil imaginar cómo puede preservar el país su herencia de individualismo,
iguales derechos ante la ley, gente libre dirigiendo sus propias vidas, una vez
se acepta que una parte significativa de la población debe depender del estado
(…)
ahora es el momento de pensar seriamente en cómo una sociedad en la que domina
una élite cognitiva y en la que una escasa capacidad cognitiva se convierte en
un hándicap, puede materializar la promesa fundamental de la tradición
norteamericana: la oportunidad de todo el mundo, no solo de los que tienen
suerte, de vivir satisfactoriamente”.
En el capítulo final (A
Place for Everyone) cristalizan los argumentos y evidencias de las 500
páginas precedentes:
“Si nadie tiene la culpa de que alguien sea menos inteligente
que los demás, ¿por qué debería resultar penalizado en sus ingresos o en su
nivel social?
(…)
nuestra preocupación central desde que comenzamos a escribir este libro es cómo
pueden vivir en armonía personas tan distintas.
Y
la respuesta no está en la economía”.
Los fundadores de la patria de los
autores de esta obra (es decir, quienes firman la declaración de independencia)
fueron conscientes de que lograr un gobierno estable y justo era complejo,
precisamente porque los ciudadanos son desiguales en todo menos en su derecho a
materializar sus propios intereses.
La idea igualitaria de la teoría
política contemporánea
“subestima la importancia de las diferencias que separan a
los seres humanos y sobrestima la capacidad de las intervenciones políticas
para configurar el carácter y las capacidades humanas
(…)
la ascendencia moral de la igualdad ha dificultado el uso de conceptos como
virtud, excelencia, belleza y verdad”.
Los autores subrayan que
“los derechos conllevan libertad de acción, no obligaciones
que podamos imponer sobre los actos de los demás; la igualdad de derechos es
crucial, pero no la igualdad de resultados; los conceptos de virtud,
excelencia, belleza y verdad deben ser rescatados en el discurso moral.
Nos
sentimos cómodos con la idea de que algunas cosas son mejores que otras y
rechazamos que alguien tenga el derecho de imponer un estándar.
Nos
entusiasma la diversidad –la rica e infinita diversidad que son capaces de
generar espontáneamente los seres humanos, no la diversidad impuesta por las
cuotas de grupo”.
¿Qué significa encontrar un lugar
valioso para todo el mundo?
Los autores ofrecen una definición
pragmática: ocupas un lugar valioso si los demás te echan de menos cuando no
estás:
“La evidencia discutida en este libro apoya la declaración de
que la mayor parte de la gente tiene la suficiente inteligencia para vivir
dignamente
(…)
el ciudadano medio no es parte del problema
(…)
en cualquier caso, millones de ciudadanos poseen niveles cognitivos lo
suficientemente bajos como para pasarlo mal en la sociedad actual
(…)
antes era más sencillo encontrar un lugar valioso para esos ciudadanos
(….)
los avances tecnológicos han reducido los nichos para los menos inteligentes”.
Las siguientes son algunas de las
acciones que proponen Herrnstein y Murray:
1.- Restituir funciones sociales de
las que ahora se encarga el estado para que sean ejercidas por los vecindarios
o los municipios:
“En una sociedad postindustrial decente, los vecindarios no
deberían perder su importancia como una fuente de satisfacciones humanas y como
generadores de lugares valiosos que pueden ocupar toda clase de ciudadanos”.
2.- Simplificar las reglas:
“Todo el mundo posee una brújula moral, pero algunas de esas
brújulas son más susceptibles a las tormentas que otras”.
Este proceso de simplificación debe
aplicarse, por ejemplo, a la comisión de delitos o al matrimonio (recuperando
su estatus legal):
“El aumento de la complejidad tecnológica es inevitable, pero
ese aumento no es necesario en las reglas de gobierno
(…)
ha llegado el momento de convertir la simplificación en una prioridad al reformar
la política en general
(…)
el edificio legal se ha convertido en un laberinto por el que solo pueden transitar
los ricos y los listos”.
3.- La gente que trabaja a tiempo
completo debería poseer el poder adquisitivo suficiente para vivir
decentemente, aunque lo que haga no sea altamente valorado en el mercado
laboral:
“El problema es cómo redistribuir la riqueza de modo que
aumenten las posibilidades de los mas desfavorecidos para recuperar el control
de sus vidas, para implicarse en sus comunidades, y para encontrar lugares
valiosos por sí mismos”.
Las acciones políticas tenderán al
fracaso, no porque sean malas en sí mismas, sino porque ignorarán el poderoso
efecto de las diferencias que separan a los ciudadanos. Diferencias
individuales, no grupales:
“La desigualdad en el equipamiento personal de los humanos,
incluyendo en variables como la inteligencia, es una realidad.
Pretender
que esa desigualdad no existe nos ha llevado al desastre.
Intentar
erradicar la desigualdad con resultados artificialmente manufacturados nos ha
llevado al desastre.
Ha
llegado el momento de volver a intentar vivir aceptando la desigualdad,
comprendiendo que cada ser humano tiene fortalezas y debilidades, cualidades
que admiramos y cualidades que no admiramos, competencias e incompetencias.
El
éxito de cada vida humana no se puede
medir externa o internamente.
De
las recompensan que podemos ofrecernos, la más preciada es un lugar como un
conciudadano valioso”.
Así se cierra esta extensa obra.
Esta serie de post ha dado la palabra a los autores porque es lógico que así sea
cuando lo que se dice es claro, cristalino. También porque es relevante
demostrar que su perspectiva y sus ideas fueron distorsionadas gravemente por
los medios y por determinados intelectuales. En cualquier caso, permítanme
terminar diciendo que la lectura del original es una actividad que merece la
pena, aunque suponga usar una parte no despreciable de su preciado tiempo. Los
contenidos de ‘The Bell Curve’ siguen
poseyendo una rabiosa actualidad y logran estimular el pensamiento del lector,
algo infrecuente en la actualidad.
Muy interesante Roberto,
ResponderEliminarTras leer todas tus entregas me pregunto si esto no ha pasado a lo largo de la historia, y más acentuado, me refiero a que las élites intelectuales siempre han tenido una ventaja.
No lo veo tan apocalíptico como lo pintan, pero da para pensar.
Saludos.
Gracias Manuel. A ver qué te parece el comentario final que publicaré este viernes. Saludos, Roberto
ResponderEliminarHace falta una reflexión adecuada sobre la igualdad, pues esta es una conquista fundamental de las sociedades contemporáneas que no puede perderse. Va más bien en la línea de tratar a todos como iguales en lo que somos iguales y como diferenetes en lo que somos diferentes.
ResponderEliminarPero no reflexionemos tanto que caigamos en la misma situación del partido de fútbol entre filósofos griegos y alemanes filmado por los Monty Python!
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