Hace cuatro meses se publicó un artículo en ‘Science’ que no comprendí y que guardé
hasta más ver (aunque, por supuesto, los medios de comunicación hicieron un
hueco en sus páginas para sacarle partido al estudio).
Mani, A. et al. (2013). Poverty impedes cognitive function. Science, Vol. 341, 976-980.
Se concluía que la pobreza reduce la capacidad cognitiva.
Así, con asertividad: “las preocupaciones relacionadas con la pobreza consumen
recursos mentales que, por tanto, no pueden dedicarse a otras tareas”.
Los autores se apoyan en dos estudios para concluir que la
pobreza es una causa del peor funcionamiento mental. El primero es una
especie de estudio experimental en el que se provocan determinados pensamientos
sobre finanzas en personas de menor y mayor poder adquisitivo. En el segundo se
explora el rendimiento de un grupo de granjeros de la India antes y después de
recoger los frutos de su cosecha, para investigar el efecto de las variaciones
en los ingresos en el mundo real, fuera del laboratorio (son pobres
antes y ricos después de la cosecha).
En el primer estudio se recluta a 101 compradores de un
centro comercial clasificándoles según su nivel de ingresos (rango desde 70.000
a 20.000 dólares) y separándoles en un grupo de ‘ricos’ y otro de ‘pobres’. El
experimento consiste en resolver situaciones supuestas en los que deben tomarse
decisiones de carácter económico y que varían por el nivel de riesgo implicado
(alto o bajo coste). Mientras piensan en la solución a la situación económica, los
participantes resuelven un test de inteligencia (el test de Matrices de Raven)
y una tarea de control de la atención. Después responden a la pregunta económica
de marras.
Los resultados (ver siguiente Figura) revelaron que no había diferencias
entre ricos y pobres en las situaciones de bajo riesgo, pero eran notables en
las de alto riesgo, tanto para el Raven como para la tarea de atención.
Los hallazgos fueron similares cuando los participantes
resolvieron la situación simulada antes de completar el Raven y la tarea de
atención. Es este un resultado llamativo porque los ‘pobres’ ya no necesitaban
invertir sus recursos mentales buscando una solución a la situación, y,
aún así, mostraron un peor rendimiento cognitivo una vez resueltas las situaciones de mayor riesgo (hard).
Preguntas razonables son: ¿no será que la capacidad intelectual es menor en los
‘pobres’, y, por eso, su rendimiento en los tests es generalmente peor en promedio? ¿no se divide entre situaciones complejas y sencillas para vencer, es decir, para encontrar el resultado que se espera y que se persigue?
Es muy difícil dar crédito al resultado de que los individuos sean tan sensibles a una manipulación experimental tan volátil: basta con plantearles una situación simulada, en la que realmente no se juegan nada, para que su inteligencia se vea mermada, independientemente de que ya hayan resuelto esa situación o que no lo hayan hecho.
Los estudios longitudinales de los que disponemos concluyen que el nivel intelectual evaluado en la infancia predice el futuro nivel de ingresos. Es más, cuando se compara el nivel de ingresos en la vida adulta de hermanos que han crecido en la misma familia (con el mismo nivel de ingresos) resulta que quien tenía mayor capacidad intelectual en su infancia presenta mayores ingresos en su vida adulta que quien tenía una menor capacidad intelectual. Por tanto, lo esperable es que los 'pobres' que acuden al laboratorio sean, en promedio, menos inteligentes que los 'ricos'.
En el estudio de campo se consideran casi 500 granjeros de la
India a quienes se evalúa antes y después de la cosecha (una separación de
cuatro meses en el año 2010). Los granjeros viven grandes presiones económicas
antes de la cosecha, que desaparecen después de la cosecha. En este caso
también completaron el Raven y un test de control de la atención. Los
resultados se muestran en la siguiente Figura.
En efecto, los granjeros lo hacen algo peor antes que después
de la cosecha en ambas medidas de funcionamiento cognitivo. Antes de la cosecha
resuelven correctamente una media de 4.3 problemas y después de la cosecha 5.4.
Según los autores, esta mejora no se puede atribuir a un mero efecto de la
práctica. Piensan que las preocupaciones económicas degradan el rendimiento
intelectual: “los
pobres son menos capaces no a causa de algún rasgo inherente, sino porque el
contexto de la pobreza impone una carga que impide usar la capacidad cognitiva
(…) los efectos observados equivalen a 13 puntos de CI”.
Solo por sugerir, ¿no hubiera sido más concluyente tomar la
primera medida después de la cosecha y la segunda antes de la
cosecha para ahorrarse las críticas sobre el impacto en las puntuaciones del
efecto de la práctica? Si los autores están en lo correcto, los resultados en
la primera medida deberían ser mejores que en la segunda medida a pesar del
efecto previsible de la práctica.
Quizá una de las partes más sorprendentes del artículo
corresponde a las sugerencias sobre política social que los autores derivan de
sus resultados sin ninguna clase de inhibición. Piensan que “cumplimentar largos
formularios, preparar una extensa entrevista, descifrar nuevas leyes, o
responder a complejos incentivos, son actividades que consumen recursos
cognitivos”. Los responsables políticos deberían esforzarse por
aliviar estas cargas. Un bonito ejemplo de ‘sociología de la inteligencia’
pero basado en endeble evidencia.
El artículo en su conjunto me parece delirante. Hay una
escandalosa sensación de chapuza, lo que pudo explicar mi primera reacción al leer
el artículo por primera vez: “es imposible que sea tan lamentable”.
Pero lo es.
El científico holandés
Jelte Wicherts (especializado en fraudes científicos) publicó un comentario
crítico en esa misma revista en diciembre de 2013 (Comment on Poverty Impedes Cognitive Function, Science, 342, 1169).
Este autor critica duramente la división en ‘ricos’ y
‘pobres’, observando que cuando se considera el rango completo de nivel de
ingresos (sin dicotomizar) de los participantes, la interacción clave para el
artículo desaparece.
También se critica el supuesto de que en el estudio de campo
no haya estado presente el mero efecto de la práctica.
Y, naturalmente, Wicherts recupera lo que se sabe, gracias a
los estudios longitudinales comentados antes, respecto al nivel de predicción
de la capacidad intelectual evaluada en la niñez sobre el futuro nivel de
ingresos. Sin hacer sangre, pero al menos se comenta.
Cuando los economistas se unen a los psicólogos puede
resultar un cóctel de una calidad terrible. Este artículo es un caso paradigmático.
Otro caso de 'sexy Science' que resulta cuestionado y cuestionable...
ResponderEliminarPero cuando dices que " Piensan que “cumplimentar largos formularios, preparar una extensa entrevista, descifrar nuevas leyes, o responder a complejos incentivos, son actividades que consumen recursos cognitivos" Yo creo que cuanto más cortos sean los formularios, simples las leyes, sencillos los incentivos y breves las entrevistas mejor, no? Independientemente de la intelgiencia. Aún que en un paper de este tipo quizá mejor hacer una buena metodología que ir dando consejos de política pública la autora!
un saludo!
Guido, simplificar es más eficiente para una parte sustancial de la población, pero no para todo el mundo. Algunos criminólogos, por ejemplo, piensan que habría menos delitos si las leyes (y sus consecuencias) fuesen más sencillas. ¿Por qué? Porque, en promedio, quienes cometen delitos poseen una menor sofisticación cognitiva (inteligencia, dicho en cristiano) que quienes escriben las leyes que ellos violan. Como se dice en el post, es un bonito ejemplo de 'sociología de la inteligencia'. Saludos
ResponderEliminarCansa bastante el aparente interés que estas grandes revistas tienen por publicar trabajos que, sin alcanzar la calidad necesaria, nos dicen lo que todos queremos oír.
ResponderEliminarEn cualquier caso, he visto que Mani y colegas han publicado una réplica a Wicherts:
http://www.sciencemag.org/content/342/6163/1169.5.full
Miguel, la réplica de Mani a Wicherts es realmente débil. Por ejemplo, (a) la interacción se salva por los pelos cuando la variable es continua pero solo si se agregan los datos de tres de los cuatro experimentos, o (b) recuerdan, gravemente, que aplican únicamente 12 items del Raven. Ignoran, por ejemplo, los estudios longitudinales sobre inteligencia y nivel de ingresos. Tampoco vi nada que contradiga mis propios comentarios críticos.
ResponderEliminarEstoy contigo Rob, la réplica es muy mala --pero existe, por eso os la envío ;) Claramente los autores no consiguen responder a las críticas más graves de Wicherts.
ResponderEliminarEsta teoría explicaría el porqué hijos de padres sin recursos tienen formaciones académicas inferiores. La precariedad les empuja a buscar trabajo, abandonando los estudios y minando de este modo el desarrollo cognitivo en favor de actividades mecánicas y de escasa exigencia intelectual. Muchos de estos llegada cierta edad se arrepienten de no haber seguido estudiando.
ResponderEliminarNo creo que haya que ser brillante para tener una carrera y un trabajo bien remunerado. En la mayoría de ellos sólo se exige la repetición de una serie patrones determinados que hasta gente con genuino retraso mental puede hacer.
Aunque sí considero que las diferencias individuales tienen la última palabra en la excelencia laboral, la merma intelectual que supone el provenir de familias analfabetas es superior por el complejo de inferioridad asumida en el individuo, que las cualidades genéticas heredadas.