El laboratorio dirigido por John Gabrieli, del MIT,
ha llevado a cabo un estudio basado en el hecho de que la capacidad intelectual
predice el rendimiento académico. A partir de aquí se supone que las escuelas que mejoran el rendimiento académico deberían
también mejorar la inteligencia de sus estudiantes.
Analizan una muestra de casi mil cuatrocientos estudiantes de
octavo grado, observando que tanto las puntuaciones en los tests de rendimiento
académico, como las mejoras en esos tests, correlacionan con la capacidad
intelectual. Sin embargo, a pesar de que se aprecian sustanciales diferencias
de rendimiento entre escuelas, las diferencias de inteligencia entre esas
escuelas resultan nulas. Se concluye que las escuelas
que mejoran el logro académico no alcanzan ese objetivo incrementando el nivel
intelectual de sus estudiantes.
Los autores sugieren que las escuelas logran mejorar las
capacidades cristalizadas de la inteligencia (por ejemplo, la habilidad para
resolver problemas de matemáticas cada vez más complejos), y, por tanto, podría
suceder que esa mejora conllevase un incremento de la inteligencia fluida, o la
capacidad para el razonamiento abstracto, para resolver problemas que no pueden
atacarse recurriendo al conocimiento acumulado.
Si se pudiese comparar a escuelas que obtienen mejores
dividendos en tests estandarizados de rendimiento escolar y aquellas con peores
resultados, sería posible comprobar si las primeras presentan también una mayor
inteligencia fluida que las segundas.
Usan tres medidas: a) conocimientos y habilidades escolares
en octavo grado, b) ganancias en conocimientos y habilidades escolares entre
cuarto y octavo grado y c) capacidades cognitivas (velocidad mental, memoria
operativa e inteligencia fluida –cada una de estas capacidades se valora con
una única medida, pero se combinan en una sola puntuación de capacidad).
Los análisis más interesantes se centran en valorar las
diferencias entre las treinta y dos escuelas consideradas. El primer resultado
señala que las diferencias entre escuelas dan cuenta de alrededor del 30% de
las diferencias en logro académico en lengua y matemáticas, pero solo del 3% en
capacidad intelectual.
El hecho de que las escuelas logren mejorar la inteligencia
cristalizada, pero que no se produzca un impacto en la inteligencia fluida,
implica que, a pesar de que estas dos capacidades se encuentran estrechamente
correlacionadas, pueden tratarse por separado.
Una idea que el Profesor E.
B. Hunt no se ha cansado de repetir a lo largo de los años (pero al que los
autores de esta investigación ignoran). Hunt reconoce que el factor general de
inteligencia (g) es una variable psicológica importante, pero también insiste
en la relevancia de explorar, por separado, sus componentes fluidos y
cristalizados. Este estudio es un ejemplo más de que su perspectiva es
particularmente interesante.
Se sabe que el rendimiento escolar (cristalizado) predice el
nivel socioeconómico en la vida adulta independientemente del nivel
socioeconómico de la familia de origen y de las medidas estandarizadas de
inteligencia. Este estudio sugiere que la mejora cristalizada no conlleva un
incremento fluido, y, por tanto, los mejores dividendos en la vida adulta no
requieren una mejora en la inteligencia fluida.
La reciente investigación dirigida a mejorar la inteligencia
fluida a través de programas de entrenamiento cognitivo supone que es preciso
mejorar esta capacidad para que se produzca un impacto en las actividades de la
vida cotidiana (como, por ejemplo, el aprendizaje escolar). Sin embargo, quizá
sea más eficiente centrarse en mejorar las habilidades valoradas por la
cultura, es decir, la inteligencia cristalizada.
Las escuelas pueden incrementar esas habilidades
cristalizadas y las mejores escuelas pueden hacerlo más eficientemente. Los
resultados tendrán un impacto positivo más allá de las paredes de la escuela
sin necesidad de empeñarse en cambiar las capacidades fluidas de los
estudiantes. Algo que, por ahora, se nos resiste.
Finn, A. et al. (In Press). Cognitive skills, student
achievement tests, and schools. Psychological
Science.
Psychological Science published online 16 January 2014
ResponderEliminarDOI: 10.1177/0956797613516008