Estuve visitando el Laboratorio de Neuro-Imagen (LONI)) que
dirigen los Profesores Arthur Toga y Paul Thompson durante el pasado mes de noviembre.
Este centro de investigación ha pertenecido a la UCLA durante años, pero el equipo ha sido fichado recientemente por
la USC (hay dinero en juego).
No voy a hablar, no obstante, de lo que estuve haciendo en
ese excelente centro de investigación, sino de algo que pude ver y que me ha llevado
a albergar pensamientos acaso inquietantes.
Sería poco novedoso decir que los norteamericanos son
extraordinariamente trabajadores, que apenas conocen el descanso y que, cuando
lo hacen, evitan que sea particularmente largo. Eso de ausentarse más de dos
semanas del puesto se ve con malos ojos.
Lo que me ha impresionado en esta ocasión ha sido la
obsesión, que se palpaba en el ambiente, por publicar la mayor cantidad posible
de artículos en el menor plazo de tiempo y en las revistas del más alto factor de
impacto.
No es que me haya dado la impresión de que todo estaba al servicio
de publicar, de añadir marcas en la pared para cuantificar el número de
‘papers’ publicados en los últimos meses. Era así, un hecho visible.
Añádase a eso la promoción mediática. Es absolutamente
capital para sus vidas como científicos publicar, publicar mucho y hacerlo ASAP
(as soon as possible). Pero el clímax
se logra cuando los medios de comunicación se hacen eco de sus ‘papers’.
Esta experiencia se ha completado con otros dos sucesos que
pude vivir nada más regresar, recién bajado del avión (o estoy sensible o algo
sucede realmente).
El primero es que se había programado en mi Facultad una
conferencia de un investigador norteamericano, que estaba de estancia por estos
lares, cuyo título era algo así como ’50 trucos para lograr publicar artículos’.
Asistí, por supuesto, y el ponente tuvo la amabilidad de ser
trasparente confesando que todo en su vida como académico (allá de su
Universidad americana) estaba al servicio de publicar cuantos más ‘papers’
mejor en el menor plazo de tiempo. Su trabajo se evaluaba conforme a la
consecución de ese criterio. Punto. Y él se esforzaba por superar los exigentes
criterios de los gestores.
El segundo suceso es que mi colega Emiliano
Bruner, al que invité a la Facultad de Psicología de la UAM a impartir
una conferencia (‘La
evolución de los lóbulos parietales: cognición, mente y medicina evolutiva’)
me comentaba, mientras esperábamos a que el público asistente terminase de
acceder al salón de actos, que a una de sus colegas, allá en tierra holandesas,
el jefe de su Departamento le había prohibido publicar artículos en revistas
que tuvieran un factor de impacto por debajo de 5.0.
Seguramente la confluencia de estas vivencias sea pura
casualidad. Pero, desde luego, me ha llevado a pensar en la inquietante posibilidad
de que estemos derivando hacia unas prácticas que, en realidad, poco (o nada) tienen
que ver con la ciencia de verdad, con la ‘real science’.
La ciencia contribuye al avance de la humanidad por sus
descubrimientos, por sus ideas, no por la cantidad de ‘papers’ que publican los
científicos. O eso creo.
Opino que esta práctica obsesiva está generando un enorme
vertedero de material de nada a escasamente interesante.
Menos mal que ahora ese basurero es digital y no se precisa
terminar con la vida de más árboles.
Algo es algo.
Tu preocupación, desde mi punto de vista, está justificada. Es un perfecto ejemplo de los daños colaterales que pueden provocar medidas en principio saludables.
ResponderEliminarEs justo y necesario encontrar indicadores que ayuden a evaluar el rendimiento de las personas, sobre todo de aquellas que, como los profesores universitarios, disponen de recursos públicos. Publicar artículos en revistas de impacto puede ser un buen indicador, y la comunidad lo acepta.
Ahora bien, una vez establecido el indicador, se invierte el proceso: ya no se trata de que te publiquen en revistas de impacto porque has hecho una buena aportación a la comunidad científica, sino que el mero hecho de publicar en una revista de impacto convierte en buena tu aportación.
Tus capacidades cognitivas y emocionales se dedican entonces a cómo publicar en esas revistas, por encima de cómo lograr buenas aportaciones a la comunidad científica.
Real como la vida misma.
Gracias por el comentario Félix. El tinglado que se ha montado produce esta clase de situaciones, pero denunciar este estado de cosas también puede tener el efecto negativo de que la gente piense que la mayor parte de las cosas que se publican en revista de alto impacto sean científicamente irrelevantes. Hay que tener cuidado y procurar se ponderado. De hecho ya se está aprovechando para minusvalorar el esfuerzo de los científicos. Y me parece un error.
ResponderEliminarUn ejemplo de lo que digo es cómo se está usando (y manipulando) las declaraciones de un Premio Nobel de este año:
http://www.theguardian.com/science/2013/dec/09/nobel-winner-boycott-science-journals?CMP=twt_fd
La prensa española también se hizo eco de estas declaraciones.
Y no es tan sencillo...