La revista ‘Current
Biology’ publica un artículo en el que se mantiene que las diferencias
individuales en discriminación sensorial pueden explicar un buen trozo de eso
que llamamos capacidad intelectual.
El viejo sueño de Francis
Galton hecho realidad.
Melnick, M. D. et al. (2013). A strong interactive link
between sensory discrimination and intelligence. Current Biology, http://dx.doi.org/10.1016/j.cub.2013.04.053
La tesis principal del estudio es que el cerebro debe
procesar una enorme cantidad de información, y, por tanto, suprimir la
irrelevante es crucial. Para demostrar esa tesis usan una tarea simple de
discriminación visual que mide la velocidad de procesamiento y la supresión
perceptiva.
Resultado clave: los individuos con mayor CI son rápidos al
percibir el movimiento de objetos de reducido tamaño, pero empeoran
sustancialmente al percibir el movimiento de los objetos a medida que aumenta
su tamaño.
Conclusión: la capacidad para
suprimir la información irrelevante y procesar con rapidez la relevante subyace
tanto a la discriminación sensorial como a la inteligencia.
La manipulación experimental fundamental de esta
investigación se centra en el tamaño del estímulo. Los participantes debían
identificar la dirección del movimiento de cada uno de los objetos presentados tan
rápido como fuese posible. A partir de aquí calcularon un índice de supresión (SI) definido como la diferencia entre el
umbral para los estímulos de mayor tamaño y el umbral para los de menor tamaño.
Por tanto, SI mide el nivel de deterioro en la
percepción del movimiento a medida que aumenta el tamaño de los estímulos.
Las diferencias individuales en SI correlacionan con la
capacidad intelectual (CI) con valores que oscilan entre 0.55 y 0.82. Realmente
escandaloso.
A mayor nivel de inteligencia, el SI aumenta debido a una
mayor rapidez al procesar los estímulos de menor tamaño y a una menor capacidad
para percibir el movimiento de los estímulos de mayor tamaño. La combinación de
ambos factores es clave. Por separado no resultan particularmente relevantes.
A partir de aquí los autores se tiran a la piscina
especulando con la posibilidad de sustituir las complejas medidas de CI por el
(mucho más simple) SI.
La velocidad mental solo es relevante cuando se mide con
respecto a la información que resulta relevante. Suprimir la información
irrelevante es la clave: “la capacidad de ignorar estímulos distractores presentes en
la memoria operativa (working memory) predice las diferencias individuales de
inteligencia y puede dar cuenta de las diferencias de actividad en la corteza
prefrontal observada al comparar individuos de alto y de bajo CI”.
Los autores sugieren que el mecanismo subyacente es de muy
bajo nivel. La capacidad para suprimir la información irrelevante no responde a
una atención top-down. Se propone que
el mecanismo responde al hecho de que las personas de mayor CI pueden
caracterizarse por una mayor eficiencia neural.
Es, por tanto, un mecanismo bottom-up.
Quizá convenga comentar que estos resultados se basan en dos
estudios. El primero con 12 personas y el segundo con 53. No son números
demasiado razonables para confiar en la estabilidad de las correlaciones
calculadas.
Además, esas correlaciones se basan en una variable calculada
sobre dos medidas que se restan. Conviene saber que esa clase de puntuaciones
diferenciales suelen comportarse de modo extraño, por lo que no estaría de más conocer
más detalles sobre su distribución (fui incapaz de encontrar esa información en
el material suplementario).
Finalmente, el argumento de que la supresión de estímulos
irrelevantes es esencial para la relación observada entre la memoria operativa
y la inteligencia es notablemente discutible. El grupo de Randal Engle ha sido un arduo defensor de esta perspectiva, pero la
evidencia empírica no terminaba de encajar adecuadamente, así que tuvieron que
complicar su modelo (a) distinguiendo entre memoria primaria y secundaria y (b)
reduciendo la presunta relevancia de los mecanismos atencionales.
En suma, mantengo mis reservas hasta ver replicado el estudio
por un laboratorio independiente. Y, mejor todavía, (a) con muestras de mayor
tamaño y (b) incorporando algún indicador independiente de eficiencia neural
(una variable, por cierto, bastante escurridiza).
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