martes, 27 de noviembre de 2012

Clases sociales y salud

El epidemiólogo Javier Segura del Pozo escribió una serie de entradas/lecciones en el portal de Internet 'mi+d' sobre la relación entre las clases sociales y la salud. En este link se encuentra la primera lección:

http://www.madrimasd.org/blogs/salud_publica/2007/09/02/73135

En una de esas lecciones Segura recurre a datos de 2010 sobre las clases sociales en España. Ese año, los dieciocho millones y medio de personas que trabajaban en nuestro país se distribuían en los siguientes sectores [Fuente: Miguel Requena, 'Estratificación y clases sociales', Fundación Encuentro]:

-. 24,4 % son trabajadores no cualificados
-. 14,7 % son trabajadores de servicios y comercios de rango inferior
-. 14,2 % son directivos y profesionales de nivel bajo
-. 13,3 % son empleados de cuello blanco de nivel alto
-. 10,1 % son trabajadores manuales cualificados
-. 9,8 % son directivos y profesionales de nivel alto
-. 9,6 % son pequeños empleadores y trabajadores autónomos no agrícolas
-. 2,5 % son trabajadores autónomos no agrícolas
-. 1,3 % son supervisores y técnicos de rango inferior

Resumiendo: un 51% corresponden a clases medias y un 49% a clases trabajadoras. Estas cifras excluyen a los más de cinco millones de personas paradas en la actualidad, que no trabajan porque no pueden, porque el mercado no quiere hacerles un hueco.

Segura asegura que las desigualdades en salud pueden explicarse por esa estratificación social. Rechaza de plano la idea de que "enfermar o morir prematuramente esté condicionado por nuestra herencia genética y por nuestros hábitos de salud libremente elegidos (no engordar, hacer ejercicio, beber con moderación, no fumar, etc.)".

Lo que este médico defiende es que "enfermaremos más, moriremos antes y con peor calidad de vida, dependiendo de la familia donde hemos nacido, el barrio donde crecemos y vivimos, o de las oportunidades de educación, trabajo u ocio que nos haya tocado tener".

Es decir, que, según su perspectiva, nuestra salud depende de la suerte social que la divina providencia nos asigne. El individuo no cuenta, es un ente pasivo.


En la lección siete de su curso, Segura presenta un informe de 1996 preparado por Navarro (el famoso --y sobrado-- economista Vicenç Navarro que dice tener la solución a todos nuestros problemas económicos) y Joan Benach, 'Desigualdades sociales de salud en España' que yo mismo usé en mi obra 'En los límites de la inteligencia' (2002).

Pero mi análisis de ese informe no tiene nada que ver con el de Segura. Presuntamente, el informe concluye que el número de muertes evitables en España disminuye conforme mejora la posición social del grupo socio-demográfico analizado. Es decir, que la proporción de personas que fallece, pero cuya muerte se hubiera podido evitar, se va reduciendo conforme aumenta el nivel de riqueza de la región.

Segura pasa por encima del hecho de que existen varios factores relacionados con las desigualdades de salud. Ignora que los ciudadanos con menos salario se benefician menos de las campañas de prevención. O que las personas de las clases sociales y de las áreas geográficas más deprimidas, utilizan menos los recursos de salud preventiva que las instituciones oficiales ponen a su alcance.

Según mi propio análisis, el nivel educativo alcanzado es un factor clave. Las provincias con peores resultados educativos se concentran en el sur de la península, mientras que las provincias mejor situadas corresponde al triángulo del norte peninsular. Según la socióloga María Jesús San Segundo, "el nivel de renta no explica bien estas diferencias". Para esta autora, la clave no está en la desventaja económica.

Sociólogos como la norteamericana Linda Gottfredson han mostrado que las desigualdades en salud no se explican bien atendiendo a una perspectiva sociológica como la que defiende Segura. Revisando la evidencia disponible, Gottfredson concluye que "asegurar un nivel básico de acceso material aumentará las desigualdades en el grado de salud, mientras que asegurar un acceso cognitivo (instrucciones básicas) reducirá tales desigualdades. El acceso material beneficia a las personas de alta inteligencia, mientras que el acceso cognitivo beneficia a las personas de baja inteligencia".

Sir Michael Marmot, Chairman de la ‘World Health Organisation’s Commission on Inequalities in Health’, escribió que "lo que sucede en la mente, independientemente de que las influencias provengan del mundo material o social, debe tenerse en cuenta si se desea comprender cómo influyen las circunstancias socioeconómicas en la salud y el bienestar".

La declaración de Marmot deriva de su análisis de la evidencia empírica acumulada por la llamada epidemiología diferencial (ED), completamente ignorada (o desechada) por Segura en sus lecciones.

La ED se basa en tres hechos:

1.- Igualar el acceso a los servicios sanitarios no iguala su uso (p. e. la prevención se usa más en los niveles alto de alfabetización, o sea, cuanto mayor es el nivel educativo del individuo).

2.- Un mayor uso de los servicios no mejora necesariamente la salud.

3.- La salud depende, ahora más que nunca, de las precauciones personales y los estilos de vida saludables.

La mortalidad se puede retrasar, sustancialmente, si la gente cambia cinco conductas: (a) seguir los consejos médicos, (b) seguir una dieta adecuada, (c) abandonar el hábito de fumar, (d) hacer ejercicio, y (e) moderar el consumo de alcohol y drogas.

Segura abomina de esta perspectiva, pero las evidencias son lo bastante sólidas como para no ignorarlas de un plumazo, como él hace. Actuar así es, a mi juicio, irresponsable, aunque tenga muchísimo sex appeal social.

5 comentarios:

  1. Siempre que nos enfrentamos a cualquier "problema social" donde la variable explicativa fundamental son las "decisiones, estilos de vida, hábitos de conducta... incluso votaciones", de los individuos, éstos y su "agency" tienen la última palabra, especialmente en sociedades que tienen un gran margen de libertad individual (y que dure!!!)

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  2. Totalmente de acuerdo Antonio. El problema es que este epidemiólogo rechaza el carácter activo del individuo. Sorprendente, pero así es.

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  3. No tener en cuenta el carácter activo de las personas es, sin duda, un error grave, pues lo fundamental en este vida no es tanto lo que te ocurre como lo que haces con lo que te ocurre. Del mismo modo lo es no tener en cuenta la influencia de factores sociales; la clase social de pertenencia tiene su peso para explicar algunas cosas y hay gente que nace en la clase social "equivocada". La desigualdad social, por ejemplo, es importante. Richard Wilkinson y Kate Picket: en su libro Desigualdad. Un análisis de la infelicidad colectiva,Turner. Madrid, 2009, plantean un índice de Problemas Sociales a partir de nueve indicadores: mortalidad, trastornos mentales, obesidad, maternidad adolescente, fracaso escolar, criminalidad, población reclusa, desconfianza cívica y falta de movilidad social. Después lo correlacionan con una muestra de 21 países desarrollados, así como con los 50 Estados de Estados Unidos. Los resultados que obtienen son demoledores e incontestables. Tanto para el índice total como para cada una de las nuevas variables, los niveles más favorables de calidad de vida se dan en las sociedades más igualitarias: Japón y los países nórdicos.

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  4. Gracias Félix. No conviene mezclar datos agregados a nivel de estados y naciones con datos sobre diferencias individuales dentro de un determinado estado o país. Véase el siguiente estudio (en el que participaste): http://robertocolom.blogspot.com.es/2015/01/study-of-latin-american-intelligence.html
    En cualquier caso, concuerdo en que los factores sociales pueden ser relevantes en interacción con los individuales. Sin duda. Pero ¿en la misma medida? Seguramente lo relevante es averiguar cómo las mismas condiciones interactúan con las variaciones en factores personales. No basta con decir que lo social es relevante, sino que es necesario concretar en qué sentido y grado según la variabilidad de los individuos presentes en un determinado contexto. Finalmente, habría que pensar hasta qué punto los individuos actúan para modificar ese contexto (que no debería verse como algo que ocurre o se impone sin más). Saludos, R

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  5. Razón tienes, Roberto. Hay que concretar, si bien en mi comentario solo pretendía llamar la atención sobre el otro polo del problema. Siguiendo a un filósofo que nunca me gustó demasiado, pero que tiene intuiciones filosóficas brillantes, yo soy yo y mi circunstancia, y ambas son importantes. Dependiendo del ámbito en el que trabajemos deberemos prestar más atención al yo o a las circunstancias, sin olvidar el otro polo al que, en principio, prestamos menos atención. Y sea donde se, como tú dices, hay que concretar el sentido y el grado, así como la variabilidad de los individuos.

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