Responder a esta pregunta sirviéndose de tres
hipótesis le costó a Larry Summers su puesto directivo en Harvard. Se produjo un tsunami
de reacciones que le llevaron a dimitir.
¿Qué expuso Summers?
¿Cuáles fueron sus terribles hipótesis?
Primero, las
mujeres deciden invertir más tiempo en otras cosas. Segundo, pueden existir diferencias en el proceso de socialización,
y, también, puede darse alguna clase de discriminación. Tercero, ellas son menos frecuentes en la parte alta de la
distribución poblacional relativa a las capacidades mentales exigidas por esas
carreras técnicas.
Naturalmente fue la tercera hipótesis la que
produjo el revuelo. Nótese que Summers ni siquiera sugiere que ellas sean menos
inteligentes que ellos, sino que, sencillamente, se encuentran, en promedio,
por debajo de ellos en algunas capacidades particularmente relevantes para las
ciencias y las ingenierías. Fue suficiente para defenestrarlo (tirarle por la
ventana).
Recientemente se ha dado a conocer un informe
sobre catorce países europeos (incluyendo España) en los que se recopila
evidencia sobre las elecciones universitarias de ellas y de ellos (REFLEX, Flexible
Professional in the Knowledge Society). El siguiente gráfico señala, claramente, que ellas
destacan (80%) en Educación, Salud y Humanidades. Pero ellas
no llegan al 30% en Ciencias y Matemáticas (especialmente Ingeniería y
Arquitectura).
Naturalmente la
formación se relaciona con la posterior ocupación. El gráfico siguiente revela que la mayoría de las mujeres
universitarias encuentra su primer trabajo en ocupaciones relacionadas con la
enseñanza, la salud o las ciencias de la vida. Menos
del 30% trabaja en ocupaciones técnicas.
¿Por qué se
produce esta disparidad?
¿Es una
cuestión de capacidad o de preferencia?
El informe
"The
Wage Gap in the Transition from School to Work" coordinado por Giovanni Peri y Massimo Anelli (firmado
también por investigadoras del País Vasco) busca respuestas.
Ese informe se
basa en información sobre los 30.000 estudiantes que terminaron su bachillerato
en las 13 escuelas públicas de Milán entre 1985 y 2005. Ahora esos estudiantes tienen,
por tanto, entre 25 y 45 años. Se conoce el tipo de escuela, la nota de
selectividad, el bachillerato elegido, la carrera cursada o la calificación
final en la universidad. En la mitad de los casos se conoce la renta total y en
un 10% de esos casos se sabe cuál es su ocupación actual.
Una vez más se
aprecia que las mujeres abundan en los bachilleratos bio-sanitarios
y sociales, pero escasean en los bachilleratos tecnológicos. El informe
niega que esta discrepancia deba atribuirse a que ellas carecen de las
capacidades necesarias para desarrollar adecuadamente una carrera técnica. Así,
por ejemplo, su nota de selectividad es mayor que la de ellos. También son
mejores en indicadores universitarios de rendimiento, incluso en las carreras
técnicas. Por tanto, se debe recurrir a diferencias en preferencias, según el
informe.
A mi juicio
estas conclusiones son razonables pero no concluyentes. La tercera hipótesis de
Summers no se podrá descartar hasta que no se disponga de evidencia directa.
Las calificaciones académicas son una aproximación general que no permite
distinguir las capacidades presuntamente implicadas.
En un reciente
estudio con casi 3.500 adolescentes portugueses, representativos de la
población escolar del país, se consideró el rendimiento de chicos y chicas en
una serie de tests estandarizados de razonamiento: abstracto, verbal, numérico,
espacial, etc. Se obtuvo, además, una estimación de su capacidad general (g).
Gina Lemos et al. (In Press). Sex
differences on g and non-g intellectual performance reveal potential
sources of STEM discrepancies.
La diferencia
promedio entre ellos y ellas fue mínima en prácticamente todos los casos, salvo
en el test de razonamiento mecánico. Ahí la
diferencia era enorme, de alrededor de 10 puntos de CI, a favor de los chicos.
¿Podría esta sustancial discrepancia contribuir a comprender la disparidad en
la elección formativa y profesional posterior?
En tanto no
dispongamos de medidas estandarizadas sobre las capacidades relevantes en
estudios como el de Peri y Anelli seguiremos sin una respuesta sólida y nos
veremos abocados a la especulación.
Creo que esto no debe ser realmente una cuestión de género porque es posible que las mujeres tengan mucho más en cuenta donde estudiar
ResponderEliminar¿Algún ejemplo?
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